AMLO pone las manos sobre la mesa cuando Trump ya se levantó y Biden no se ha sentado

El presidente López Obrador esperó hasta el último minuto del mandato de Donald Trump para poner las manos sobre la mesa, lo que también sigue de mansaje de advertencia para el entrante Joe Biden. Trátese de la coordinación en materia de seguridad, de los acuerdos económicos entre ambas naciones o de la tan cantada cooperación para el desarrollo con el objetivo de frenar la migración, México ha tensado sus principales ligas con Estados Unidos durante su crisis interna.

Sin duda, el caso Cienfuegos marca la cooperación entre México y Estados Unidos. Primero, porque al gobierno americano se le hizo fácil investigar a un secretario de la Defensa en funciones durante casi una década. Segundo, porque el gobierno mexicano tuvo a bien meter las manos por él y después hacer una marometa sin precedentes para justificar el rescate, básicamente poniendo en tela de juicio las capacidades de las agencias extranjeras.

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Con la mano en la cintura y amparado en ese patrioterismo que hace recordar al inigualable ‘Jamaicón’ Villegas, el presidente y el fiscal general echaron desecharon cual servilletas el expediente de Cienfuegos. Luego de que el Ministerio Público fungió como abogado defensor del general, determinaron que la investigación estaba hueca por cosas como que ‘es imposible que el secretario escriba mal’. Brillante argumento, por decir lo menos.

El caso es que el caso se cerró en México y EU no tardó en manifestar su molestia, tanto por la exoneración como por la divulgación sin censura alguna del expediente. López Obrador reviró diciendo que su gobierno también está molesto con las agencias estadounidenses, particularmente la DEA, y aderezó sentenciando que no aceptará apoyo para frenar el tráfico de armas hasta que no se reformen las leyes americanas al respecto, con un registro y todo.

Mientras el presidente estaba ocupado no metiéndose en asuntos de otros países y dictándoles una reforma a sus leyes que ha sido un debate social desde hace no menos de 50 años, los salientes secretarios de Estado, Energía y Comercio de Trump hicieron uno de sus últimos actos oficiales de trascendencia antes de dejar la Casa Blanca: manifestar su desconfianza en la regulación del sector energético y advertir que esto aleja la inversión internacional.

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No es cosa menor el que tres secretarios en funciones se manifiesten de esta manera, mucho menos a apenas un semestre de que entró en vigor el T-MEC. Si el tema de Pemex ya era algo que incomodaba a los estadounidenses -a quienes suele molestar que otras naciones tengan empresas estatales- las alertas se dispararon iniciando el 2021, cuando López Obrador puso en la mira a la CRE, el organismo que perciben como garante de la competitividad en el sector.

López Obrador aclaró que la CRE será de los últimos organismos a los que les pasará lista, al ser contemplado en el tratado, por lo que primero irá por los que pertenecen al Ejecutivo federal, luego por los autónomos constitucionales y, finalmente, por este. Pero irá. El canciller Ebrard ha guardado silencio al respecto; Rocío Nahle se ha amparado, de nuevo, en la soberanía nacional; y Tatiana Clouthier solo dijo que no busca pleitos por el T-MEC. De nuevo, respuestas propias de estadistas.

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Si las cosas terminan tensas con Trump, que ya no puede volver a extorsionar a México con aranceles como hizo en 2019, ¿por qué no tensarlas un poco más con Biden? Es más, se tiene la mejor excusa posible: la caravana migrante que salió de Honduras, huyendo de la pandemia, la violencia y el autoritarismo corruto de Juan Orlando Hernández. Si López Obrador ya le dicta línea a los legisladores estadounidenses, ¿por qué no al presidente entrante?

Insistiendo en que este debe ser uno de los temas que Biden aborde en su discurso de inauguración, o bien en su primer día como Comandante en Jefe, le recordó que Obama y él dejaron en el tintero una reforma migratoria en 2012. Siendo la segunda vez que hacía este comentario, la primera fue en marzo, en plena campaña por la candidatura Demócrata, partido cuya insulina es del voto latino. Qué casualidad, ¿no?

Pero no solo eso, también exigió que se aplique el programa de cooperación para el desarrollo de los estados del sureste mexicano y de los países de Centroamérica. Ese que le sacó a Trump como premio de consolación luego de que este extorsionó a su gobierno para desplegar la Guardia Nacional en ambas fronteras. Pero que, al final, quedó en letra muerta. Curioso que, en año y medio, López Obrador jamás reclamó al presidente saliente, pero ahora alza la voz con el entrante.

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Como argumento, y retomando el tema del tráfico de armas, López Obrador criticó que toda la cooperación, principalmente por parte de la administración Obama en la que Biden fue el segundo al mando, se redujo a temas militares, a la infame Iniciativa Mérida. De nuevo, abriendo las heridas no cicatrizadas del pasado, algo que solo hizo con Trump a manera de festejo tras la captura de Genaro García Luna en diciembre del 2019. A esta investigación si le tienen confianza.

Como cereza en el pastel, está la implacable defensa que López Obrador ha hecho de Trump ante la ‘inquisición’ y el ‘gobierno mundial’ de las redes sociales. Algo que debe agradar poco al equipo de Biden, siendo que la censura por parte de estos medios se dio a partir de la insurrección convocada y alentada por el aún presidente. Así, con las manos sobre la mesa, el presidente mexicano despide a un homólogo estadounidense y recibe al siguiente.

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*Las posturas y opiniones plasmadas en esta columna son exclusivas de su autor y no necesariamente reflejan las de La Hoguera.mx