Cultura
“Desde niña aspiré a ser actriz, no estrella”: Luisa Huertas
La primera actriz Luisa Huertas cumplió 50 años de carrera con dos obras de teatro casi simultáneas: Hamlet, en el montaje del maestro José Caballero, y El Diccionario, puesta en escena de Enrique Singer que le valió el Premio Metropolitano de Teatro 2019 a Mejor Actriz.
Justo la obra que retrata a la filóloga republicana aragonesa María Moliner (1900-1981), autora del Diccionario del Uso del Español, vuelve a montarse en el Centro Nacional de Artes (Cenart) y Luisa Huertas (San Salvador, El Salvador, 1951) cuenta en entrevista cómo trajo a México esta pieza del andaluz Manuel Calzada Pérez y los vínculos emocionales la atan a ella.
Huertas, que ha sido La Celestina, una rarámuri, el espectro y el cómico en Hamlet, la cantante Lucha Reyes y ahora María Moliner, confiesa interesarse sólo en obras que aborden profundos problemas, o por la riqueza espiritual, mental, ideológica y política del personaje.
Huertas reconoce que su trabajo ha sido más profundo en el teatro y el cine que en la televisión, donde sólo ha interpretado papeles secundarios.
“Sí, la televisión no fue mi lugar, pero a mí no me ha preocupado eso en cuanto a que nunca me he considerado ni he aspirado a ser estrella. Desde niña aspiré a ser actriz, y un actor hace muchos papeles. En el cine he sido protagonista y he tenido espléndidos papeles, pero también roles de medio minuto, que hago porque valen la pena. Con Arturo Ripstein, con quien he tenido muy buenos papeles y con quien vale la pena trabajar, hice la película sobre Lucha Reyes, ¡Lucha Reyes!, un momento fundamental que marca su vida, pero sólo es medio minuto en pantalla”, explica sobre La reina de la noche (1994), con guion de Paz Alicia Garciadiego.
El Diccionario se reestrenó el pasado 26 de septiembre en el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes y cierra temporada el 6 de octubre, en funciones de jueves a domingo. Sobre el personaje que interpreta Huertas, Turner tiene en circulación en México la biografía El exilio interior. La vida de María Moliner, de la periodista madrileña Inmaculada de la Fuente.
– ¿Cómo llegó El Diccionario a usted?
– Es extraño pero poca gente sabe sobre María Moliner y sobre su diccionario, de los millones que somos. Más que aceptar estar en la obra, a mí me llegó a las manos por:una amiga muy querida, mi hermana española, Inés Morales, ella me envió el texto y me dijo: “Me encantó, pienso que también te va a encanta”. La leí, me encantó y se la propuse a Luis de Tavira, que era director artístico de la Compañía Nacional de Teatro; él estuvo de acuerdo, le gustó mucho la obra, y pensamos que además va en la línea de otra de Juan Villoro que está en el repertorio de la compañía, Conferencias sobre la lluvia. Pedimos a Enrique Singer que la dirigiera e hicimos un equipo maravilloso, con el maestro Óscar Narváez, Roberto Soto e Israel Islas.
–¿Por qué aceptó estar en una obra sobre Moliner?
Más bien fue mi propuesta. Porque habla de una mujer maravillosa, que fue trabajadora desde siempre, pero que además contribuyó a su país desde el gobierno de la república, de la Segunda República Española. En esa etapa hizo una gran labor en cuanto a crear un plan nacional de bibliotecas y hacía que bibliotecas básicas llegaran a los pueblos más lejanos, pero acompañadas de teatro, música, cine, y de diferentes espectáculos aparte de los libros. En esa época se editaron muchísimos libros, finalmente viene la Guerra Civil, la traición de Franco y ella es considerada “roja”, por haber colaborado con la república; es estigmatizada, se le quita su cargo y se le rebaja en escalafones de su trabajo, y a su marido también, un catedrático de física muy importante, de gran avanzada, Fernando Ramón Fernández. Sin embargo, más o menos en 1952 conoce un pequeño diccionario, que le regala uno de sus hijos, sobre el uso del inglés. Y piensa que puede hacer algo así para el español, porque la tenían metida ahí en un archivo. Recurre entonces al diccionario, al de la Real Academia Española, y se da cuenta que está sesgado, a modo, o acorde a la línea política del fascismo que había entonces en España.
–Esa es una dura crítica a la Real Academia Española.
–Así es. María Moliner de por sí era licenciada en Filosofía y Letras, tenía mucha experiencia en la filologia. Así que empieza a hacer su diccionario con sus propias definiciones, pero no subjetivas, sino con base en sus etimologías y raíces de las palabras, buscando un lenguaje sencillo, universal, para que sirva a cualquier persona que busque una palabra y que esta palabra además vincule a las personas con otras palabras relacionadas, aunque no empiecen con las mismas letras. Es muy interesante lo que ella hace.
–¿Cómo plantearía usted a una mujer como Moliner en este contexto actual donde el “lenguaje incluyente” de algunas feministas está a debate en México y en el mundo?
–En lo personal considero al debate sobre el lenguaje incluyente una necedad. Estoy de acuerdo con el discurso que nos habla del machismo, de la sociedad patriarcal, estoy de acuerdo con todo eso, pero yo creo que con decir, compañeros y compañeras, diputadas y diputados, niños y niñas, la verdad, yo no siento ni inclusión ni que se logre de fondo una toma de conciencia de lo que son los derechos de las niñas, jóvenes, mujeres, y que con eso no vamos a resolver los feminicidios. Cuando hablamos de ser humano, englobamos el ser humano, el ser persona, la persona, que en todo caso es femenino, tú eres una persona, yo soy una persona, ahí está la inclusión. Esta separación puede ser incluso nociva, las feministas más serias hablan de que el feminismo no es la lucha en contra del hombre, del género masculino, es una lucha por los derechos de la mujer, pero no como enemiga del hombre, sino al contrario, de los derechos que todos que todos necesitamos tener, que hay cuestiones específicas que tienen que ver con la mujer, con la maternidad, que tienen que ver con el derecho de la mujer a decidir su sexualidad, y es muy su derecho, aunque tenga forma de mujer y órganos genitales de mujer, pero decide por el amor lésbico y es muy válido. Pero con decir “ella y él” no vamos a solucionar ni la discrminación, ni a los mochos persignándose porque no aceptan el matrimonio igualitario, todo eso no lo vamos a resolver con decir “ellos y ellas”. Es más de fondo el asunto.
–Justamente usted cierra temporada de Hamlet, donde los protagónicos son mujeres.
–Hago dos papeles, el padre de Hamlet, el espectro, que obviamente es un personaje masculino. Y para el del cómico, yo le pregunté a José Caballero: “¿Soy hombre, soy mujer?”. Y él me dijo: “Eres tú misma”. Incluso, en una parte me ponen un postizo de barbita, porque soy el rey, pero cuando soy el cómico pues no se define. ¿Qué quiso el maestro caballero con esta puesta en escena?: La esencia de los personajes. Independientemente de su apariencia física. Buscar la esencia de Hamlet. En mi caso buscar la esencia del fantasma. ¿Qué está defendiendo el fantasma? Está defendiendo el honor del país, está defendiendo al hijo y a su país de la traición, de la corrupción de su hermano, de su propio hermano. Le viene a decir a decir a Hamlet: “Han engañado a toda Dinamarca”. ¿Qué buscamos? La esencia de la rebeldía contra la mentira y contra la traición. Eso no tiene sexo.
–Usted investigó a María Moliner mucho más allá de la obra de Calzada Pérez.
–Claro, pero no es solo en el caso de María Moliner, sino también para La Celestina, conocer su época, a Fernando de Rojas. O para La mujer que cayó del cielo, la obra de Víctor Hugo Rascón Banda que estuve representando durante diez años, investigué qué es la cultura rarámuri. O el personaje que hago en Desazón, también de Rascón Banda. Para hacer cualquier personaje tienes que investigar, saber de la época, del contexto político, social, religioso, los antecedentes del personaje, y más cuando hablas de alguien real, como el caso de María Moliner, incluso vivo, como mi personaje de La mujer que cayó del cielo, que vivía hasta hace poco. Y tienes que ser muy riguroso en tu investigación. Saber lo más posible para empaparte.
–¿Que su papá fue ingeniero?
–No, no. Hay por ahí una cosa de Google (Wikipedia), que tiene todos mis datos y como yo no tengo redes sociales ni nada, tiene todos mis datos mal. Ojalá que alguien me haga el favor de rectificar. Yo nací en El Salvador, en San Salvador, la capital, Centroamérica. Mi padre fue español y refugiado, catedrático de Literatura y Ciencias Sociales en España –él fue refugiado español– , en México y El Salvador, y murió allá. Mi madre fue mexicana, soy absolutamente mestiza, tengo triple nacionalidad, pero soy más mexicana que el mole. Tengo la nacionalidad salvadoreña sólo por nacer allá, me lo dicen cuando ven mi pasaporte mexicano con lugar de nacimiento. Tengo triple nacionalidad, pero escogí la mexicana porque se me dio la gana ser mexicana.
–Traer a México El Diccionario ¿fue un homenaje también a su padre?
Sí, porque mi padre, Alfredo Huertas García, me enseñó a amar el idioma, papá no nos pasaba una falta de ortografía. Nos enseñó a leer de una manera divertida, nos hablaba de mitología. Mi madre también, María Luisa Dávalos Medina, era enamorada de la poesía, tocaba muy bien el piano, pero también guisaba, cosía y tejía muy bien.
–María Moliner fue republicana y padeció la dictadura. Me imagino que también es un homenaje a su padre por su postura política, al ser él refugiado español.
–Definitivamente. Mi padre era socialista y yo me considero socialista. Milité en un partido durante varios años y mi pensamiento sigue siendo igual. Ese partido fue muy estigmatizado por la izquierda tradicional, era el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Estuve muy cerca del Partido Comunista, pero cuando conocí el PST y su vinculación con los trabajadores, me interesó más; su declaración de principios me pareció maravillosa. Y por eso conozco mi país y amo más este México, porque anduve en el campo, en los barrios, por todos los estados. Y he dormido en petate y comido frijoles con chile, cuando hay frijoles, si no, tortilla con chile.
La primera actriz, de hecho, cuenta que su sobrino nieto averiguo una coincidencia más entre el padre de Huertas y Moliner: ambos estudiaron en el mismo colegio en Madrid, al ser contemporáneos. Alfredo Huertas García nació en 1899 y María Moliner en 1990. Y ya de adultos, ambos se dedicaron por azar también del destino a la filología y estudio del español.
“Mi padre escribió un libro que se editó por años en México, primero en editorial Esfinge y Porrúa, Lecciones de ortografía del español, fue libro escolar también en El Salvador, o a lo mejor lo sigue siendo, no lo sé”, recuerda Huertas.
Sobre su madre, María Luisa Dávalos Medina, destaca que fue una mujer que ganó su propio dinero y eso le dio mucha independencia.
“Ella también trabajó y ganó su propio dinero. Para mí, el feminismo real comienza en la independencia económica, no es que yo dudé de las buenas intenciones de las feministas que dependen de otras personas, para nada, pero confío más en las que han sabido lo que es el trabajo, lo que es aportar a tu sociedad trabajando, ganando tu propio dinero y siendo independiente económicamente, lo que te ayuda mucho a ser independiente ideológicamente”.
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