Internacional
¿Por qué los pasaportes de inmunidad son mala idea?
Durante el siglo XIX la inmunidad de la fiebre amarilla en Nueva Orleans dividió a las personas entre los que habían sobrevivido a la enfermedad y los que no habían tenido la enfermedad; asimismo, esta inmunidad concentró un poder político y económico en manos de grandes funcionarios o la más alta élite.
Esto podría suceder en la actualidad al introducir los famosos ‘pasaportes de inmunidad’ por parte de los gobiernos para revertir el impacto económico que ha tenido la pandemia de Covid-19 en gran parte del mundo, así asegura la revista de ciencia Nature, la cual señala que la idea de que estos pases certificados se emitan para las personas que se han recuperado y para las que han dado positivo a anticuerpos contra el SARS-CoV-2, virus que causa el Covid-19.
Sin embargo, el pasado mes de abril, la Organización Mundial de la Salud advirtió que la emisión de estos pasaportes de inmunidad no garantiza su precisión, ya que no existe evidencia de que las personas recuperadas de la enfermedad hayan desarrollado anticuerpos que protejan de una segunda infección, pero esta idea ha comenzado a surgir en países como Estados Unidos, Alemania y Reino Unido.
En el caso de China, donde se registró por primera vez el virus, ahora ya ha introducido controles de salud digitales, donde se realiza un rastreo de contactos por medio de códigos QR para limitar el movimiento de las personas, en dicho registro puede integrarse de forma fácil los resultados de la prueba de anticuerpos. En comparación con Chile, nación que dice tener la intención de emitir ‘certificados de autorización médica’, la cual tendría una validez de tres meses para aquellas personas que se han recuperado.
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Ante esto, existen algunos puntos en los cuales señala que estos pasaportes de inmunidad no deben funcionar.
De acuerdo con los datos recientes, sugieren que la mayoría de los pacientes recuperados ya producen algunos anticuerpos contra el SARS-CoV-2; sin embargo, la inmunidad sigue siendo un misterio, los científicos aún no saben si todas las personas puedan producir anticuerpos suficientes para garantizar una protección futura, así como grantaizar una larga duración de la inmunidad.
Otro punto es en relación con las pruebas serológicas, las cuales pueden ser una herramienta valiosa para evaluar la prevalencia y propagación del virus, pero éstas deben ser ampliamente confiables en calidad y eficacia; sin embargo, van variando. Las diferentes pruebas son lo suficientemente precisas y validan al menos un 99% de especificidad, pero la gran mayoría no son confiables, lo que significa que las pruebas miden anticuerpos distintos al SARS-CoV-2, causando falsos positivos y llevar a las personas a pensar que son inmunes cuando no es así.
El volumen de las pruebas es inviable, y es que para determinar quién deben contar con un pase de inmunidad, se necesitarían decenas de cientos de millones de pruebas serológicas para llevar a cabo un programa de certificación de inmunidad, y es que cada nación cuenta con una población distinta, además de que el mínimo de pruebas es de dos por persona, ya que cualquiera que haya dado negativo, podría resultar infectado más adelante.
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Los pocos sobrevivientes pueden impulsar la economía, y es que la proporción de individuos registrados que se han recuperado varía en diferentes poblaciones, donde los puntos más altos son Alemania y Estados Unidos, donde sus tasas de recuperación van entre 14 y 30%, mientras que la OMS estima entre 2 y 3% podría recuperarse, ante esto, solo una pequeña fracción de la población mundial, podría estar certificada libremente para trabajar.
Para los pases de inmunidad, el objetivo es controlar el movimiento, por lo que podría desaparecer la privacidad de las personas, ya que se cuenta con un sistema de identificación y monitoreo, por lo que la documentación electrónica integrada dentro de una aplicación de teléfono podría ser más efectiva ante el fraude, además de efectiva en el rastreo de contactos. Sin embargo, estos documentos electrónicos presentan un riesgo a la privacidad, donde se registran las ubicaciones de las personas, historial de viajes y otra información de la salud.
Con la implementación de los pases de inmunidad, los grupos marginados enfrentarían más escrutinio; es decir, habría posibles daños a grupos raciales, sexuales, religiosos y otras minorías, debido a la mayor vigilancia para limitar el movimiento de las personas, sumando que habría un acceso injusto, y es que debido a la escasez de pruebas, muchas personas no tendrían acceso a ellas, y un claro ejemplo son los sistemas de salud que están escalonados y las desigualdades se sienten más.
Las etiquetas en las personas en base a su estado civil crearía una nueva división entre la población a los ‘que tienen’ y los ‘que no tienen’, donde se dependería de una vacuna disponibles para todos, pero de no ser así, solo pocos podrían obtenerla y para aquellos que no puedan acceder a una vacuna, enfrentarían restricciones en la mayoría de sus derechos, además de que las desigualdades sociales se amplificarían.
A esto se sumarían nuevas formas de discriminación, donde los pasaportes de inmunidad pueden ser un riesgo para los empleadores, compañías se seguros, funcionarios encargados de cumplir la ley, además de quienes puedan acceder a información de salud privada.
También se podrían crear amenazas a la salud pública, ya que los certificados de inmunidad se pueden otorgar solo a personas recuperadas de Covid-19, lo que provocaría que estas personas sanas busquen infecciones poniéndose a si mismas y a otras en riesgo, además de reclamar una inmunidad como un cheque de pago.
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Finalmente, los gobiernos deberían invertir sus tiempos en dos cosas, en primer lugar, la fórmula del daño pandémico, como pruebas, rastreo y aislamiento, en tanto la segunda cosa es el desarrollo, producción y distribución de forma global de una vacuna contra el SARS-CoV-2.
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