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Cultura

Ishiguro, la reconciliación de Oriente y Occidente

La Academia Sueca vuelve a sorprender, ahora al premiar a un escritor que representa la reconciliación entre Oriente y Occidente, la migración, la transculturalización, la globalización de la cultura y el pacifismo tras la Segunda Guerra Mundial y las bombas atómicas. No por nada la primera reacción del flamante premio Nobel de Literatura 2017, Kazuo Ishiguro, fue a averiguar si la noticia del galardón no era fake news, una noticia falsa, como trágicamente popularizó el término el presidente Donald Trump.

“Es una noticia sorprendente y totalmente inesperada. Llega en un momento en el que el mundo vive con incertidumbre sus valores, su liderazgo y su seguridad. Sólo espero que recibir este enorme honor sirva, aunque sea un poco, para alentar la buena voluntad y la paz”, expresó el escritor anglojaponés.

Ya en su edición 2015 la Academia Sueca se habia llevado las palmas al premiar a una periodista rusa, Svetlana Alexievich, por su trabajo periodístico, no de ficción, para dar múltiples voces a la tragedia de la guerra; en 2016 provocó la más dura polémica en décadas al galardonar a un músico y compositor, Bob Dylan, a quien comparó con Homero y la tradición de los aedos griegos al destacar sus expresiones poéticas en la canción folclórica estadounidense, sin mencionar que también ha sido un activista contra las guerras desde Vietnam. Ahora da el premio a otro escritor que ha juzgado la guerra, no sólo desde su herencia personal, sino desde la tradición cultural y literaria que lo adoptó en 1960.

Así, por tercer año consecutivo el Nobel reconoce a un escritor marcado por la guerra cuya obra directa o indirectamente es producto y denuncia de un siglo de conflictos armados en distintas latitudes. Sin embargo, al adoptar la lengua literaria de los enemigos de su país natal durante la peor conflagración que ha sufrido el mundo y la peor arma, la bomba atómica, Ishiguro es ya una suerte de reconciliación.

Ishiguro nació el 8 de noviembre de 1954 en Nagasaki, menos de una década después de que la bomba atómica arrojada por los estadounidenses por orden de Harry S. Truman destruyera su ciudad el 9 de agosto de 1945, rindiera a Japón y cambiara la concepción de la vida. Cuatro años después, el niño Kazuo partió a Inglaterra con su familia gracias a que su padre obtuvo una plaza como oceanógrafo en Surrey. En Reino Unido no sólo estudió, hizo suya la cultura británica y, sobre todo, la lengua inglesa.

Escritor precoz, su tesis de literatura se convirtió en su primera novela en 1982, aclamada por la crítica, A Pale View of Hills (Pálida luz en las colinas, Anagrama); siete años más tarde su obra maestra, The Remains of the Day (Los restos del día, Anagrama), se convirtió en un éxito literario en el mundo anglosajón, donde la competencia es atroz, y ganó el Booker Prize, el más prestigioso de Inglaterra.

La Academia Sueca justificó breve, como es su tradición, el premio a Ishiguro: “…en novelas de una gran fuerza emocional ha descubierto el abismo que hay debajo de nuestra ilusoria sensación de conexión con el mundo”. Esa ilusión tal vez es la que denuncia Ishiguro en The Remains of the Day donde explora el nazismo de la aristocracia británica poco antes de que Adolf Hitler invadiera Polonia. En ella, un ex mayordomo, Stevens, en 1956 (dos años tenía Ishiguro) descubre que por tres décadas sirvió mansamente a los amos equivocados en Inglaterra, metáfora sin duda del servil pueblo inglés de entreguerras. The Remains of the Day tuvo tal repercusión en su país que se convirtió en una gran película dirigida por James Ivory y protagonizada magistralmente por un dueto de actores ingleses, en un emotivo duelo de interpretaciones: Anthony Hopkins, como Stevens, y Emma Thompson, como la señora Benn, el ama de llaves de Darlington Hall, la mansión que hospedó la conspiración pro nazi. Los buenos no siempre fueron buenos o nunca lo han sido, sólo son hipócritas que ganaron una guerra.

Escritor de padres japoneses, nacido en Nagasaki, inmigrante en Inglaterra, que adoptó el inglés como lengua literaria para explorar con el lenguaje las historias que no se cuentan de las guerras, en sus obras Ishiguro va detrás de esa memoria olvidada, como la del detective Christopher Banks en When we were orphans (2000, Cuando fuimos huérfanos, Anagrama), quien después de una vida trasterrada inglesa regresa a su natal en Shanghai en medio de la guerra sino-japonesa para descubrir por qué quedó huérfano y qué pasó a sus padres desaparecidos. Justo por eso su colega y candidata también al Nobel, Joyce Carol Oates, dijo de él y en particular de esta novela que el narrador se distingue como “uno de nuestros más elocuentes poetas de la pérdida”. De esa invasión japonesa a Shanghai Ishiguro escribió el guion para la tristísima película The White Countess (La condesa blanca, 2005), de James Ivory, protagonizada magistralmente por Ralph Fiennes y, sobre todo, la maravillosa Natasha Richardson.

Para Ishiguro, en entrevista telefónica inmediata con Adam Smith, de la organización Nobel, el premio fue “ridículamente un prestigioso honor”, sobre todo porque él aparece “en los pasos de mis más grandes héroes, absolutamente grandes autores”. “Los más grandes autores en la historia recibieron este permio, y debo decirlo, tú sabes, es grandioso recibirlo un año después que Bob Dylan, quien fue mi héroe desde que tenía yo 13 años. Él es probablemente mi más grande héroe”, dijo Ishiguro a Smith.

Buena parte de las novelas de Kazuo Ishiguro están traducidas al español por Anagrama: Pálida luz en las colinas, Un artista del mundo flotante, Los restos del día, Los inconsolables, Cuando fuimos huérfanos, Nunca me abandones, El gigante enterrado y el libro de relatos Nocturnos. A leer al Nobel.

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