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Cultura

Tlatelolco 68: los sonidos del momento y la memoria hecha canción

Foto: Especial

El 68 fue un año que marcó al mundo en casi todas sus facetas y rincones. En el arte, la música no pasó desapercibida y dejó canciones que se han convertido en los clásicos más recordados en la historia del rock y algunas baladas.

Para el año de 1968, cuando se gestó el movimiento estudiantil en la Ciudad de México, principalmente entre alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la radio mexicana se adornaba con baladas dulces de los ídolos de aquel momento. Roberto Jordán con su ¡1, 2 y 3, detente! era una de las voces jóvenes que cantaban al amor junto a un joven Raphael que con arreglos de Manuel Alejandro se encontraba en los cuernos de la luna con un cover titulado «Mi gran noche».

Mientras Angélica María cantaba su propia versión del éxito Quando M’innamoro y la española Massiel seguía sonando en la radio con sus ‘Rosas en el mar’, escrita por Luis Eduardo Aute, compositor español que cobraba relevancia también en México junto a un novel catalán llamado Joan Manuel Serrat Teresa que con sus interpretaciones en catalán y en español comenzaron a ser recibidos de este lado del mundo especialmente en los espacios estudiantiles teniendo en 1969 su icónica presentación en C.U. de la UNAM.

La presencia de estos letristas era ejemplo de que México no solamente estaría transmitiendo la «modernidad» a la que estaba «entrando» a través de las emisiones de los Juegos Olímpicos que se organizarían en la capital nacional, sino también la influencia proveniente de otros lados.

Desde el cono sur, Violeta Parra aparecía entre los «himnos» del Consejo Nacional de Huelga con temas como Me gustan los estudiantes, acompañada del uruguayo Daniel Viglietti con su llamado A desalambrar como pequeñas muestras de la canción protesta que, proveniente de Sudamérica, con sus experiencias golpistas, estaban cantando a la libertad.

En lo local, Óscar Chávez hacía gala de una voz grave que rescataba parte del folclore mexicano y se convertía en uno de los exponentes mexicanos de la canción protesta con una proyección tras participar en el filme «Los Caifanes». Entre las voces femeninas, Judith Reyes, oriunda de Ciudad Madero, Tamaulipas, se daba a conocer con su corrido a Arturo Gamíz, como precursora de Amparo Ochoa.

En cuanto al rock, este no era del todo ajeno a la realidad mexicana. La influencia estadounidense de finales de los años 50 había provocado un sin fin de versiones en español de éxitos norteamericanos. El inicio de la experimentación propia había tenido en 1962 el primer gesto represor cuando René Ferrer, ex vocalista de Los Blue Caps, fue asesinado a manos de policías en la Ciudad de México, aun bajo el periodo del regente Ernesto Uruchurtu luego de que éstos lo capturaran orinando en la vía pública.

No obstante, para 1968, contrastando con las baladas y la canción protesta, otra veta musical que protagonizaba fue la invasión británica con unos The Beatles refugiados en sus estudios pero consolidados con el ‘White Album’, la «Simpatía por el diablo» de los rebeldes Rolling Stones; y desde Estados Unidos la voz fuerte de Janis Joplin, quien en compañía de la Big Brother and the Holding Company, publicaba en ese año Cheap Thrills, disco que contaba con éxitos como Summertime y que a la par de The Doors, con su sencillo Love Street, terminarían influyendo a una tercera generación de rockeros mexicanos que desde Tijuana darían de qué hablar 3 años después en Avándaro.

Aquella tarde de octubre las balas borraron cualquier otro sonido en Tlatelolco.

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No obstante, poco a poco, la memoria también se fue haciendo canción. Una Judith Reyes dedicó 5 años después un disco completo a corridos e himnos a los mártires de aquella tarde. «Honraré a los caídos luchando, Tlatelolco no fue su final, un glorioso vivir tendrán cuando construyamos una nueva sociedad», cantaba en la “Marcha de los caídos”.

5 años más tarde, en 1980, un maduro José de Molina escribía Tlatelolco 3 para su “Historia de un verdadero Sex-enio Vol I” en donde denunciaba el silencio de los medios y los sucesores del gobierno de Díaz Ordaz pese a intentar ganar la simpatía de los jóvenes ante el crecimiento de la oposición. “Y un silencio conveniente, de cómplices sucesores, con conciencia decadente, y frívolos redactores”.

En el mismo tono, abriendo paso al novel movimiento “rupestre” con la voz de Jaime López y coros de Emilia Almazán, el cantautor tamaulipeco llegaba a criticar las verdades a medias. “De Tenochtitlán, te dan un cuento y de Tlatelolco, una sangría; son sólo vergüenzas, recaídas; son, por todos lados, monumentos; son para dormir este momento. ¡Quítame tu cómic de la vista!”

26 años después presentaba el volumen 1 de su «México 68», donde completamente volcado a la canción latinoamericana dedicó distintas canciones a los caídos prometiendo que “la masacre en Tlatelolco nunca habremos de olvidar; donde estudiantes le dieron su vida a la libertad”.

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