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La Embajada de Washington: perder a Martha sin consolidar a Marcelo

Foto: Cuartoscuro

Por mucho que se argumente soberanía y no intervención, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca tendrá repercusiones en México. O, mejor dicho, ya las ha tenido, comenzando por la Embajada de Washington, próxima a quedar acéfala con la jubilación inesperada de Martha Bárcena. Lo que representa un nuevo reto para el presidente Andrés Manuel López Obrador, que ahora deberá elegir al nuevo embajador sin consolidar el poder del canciller Marcelo Ebrard.

Mientras el Colegio Electoral confirmaba la victoria de Biden, temida por muchos tanto en EU como en México, la aún embajadora tuvo a bien anunciar que sus días al frente de la misión diplomática en Washington están contados por una jubilación prematura del Servicio Exterior. Explicando que la decisión había sido consensada con López Obrador y, eso sí, que nadie más se había involucrado en ella. Aludiendo por ausencia a Ebrard.

Lo cierto es que el inesperado anuncio, cuando menos, coincide a la perfección con el fin, anunciado desde hace un mes, de la era Trump. Así como con el fin de la postura de distanciamiento y, según ellos, discreción asumida por el gobierno de López Obrador ante la llegada de Biden. Postura en la que la embajadora Bárcena fue instrumental, dada la posibilidad de que la Suprema Corte le terminara regalando la elección al aún presidente.

Como rostro visible del gobierno mexicano en Washington, es entendible que una maniobra arriesgada como la de respaldar las acusaciones de fraude lanzadas por Trump vengan acompañadas de repercusiones para Bárcena. Más si sumamos otros ‘guiños’ que López Obrador tuvo con su homólogo saliente, como irle a aplaudir en la Casa Blanca a apenas unos meses de la elección. Lo que fue tomado de mala manera por el bando Demócrata.

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De esta manera llega a su fin la gestión de Bárcena, la cual estuvo marcada por su intensa competencia interna con el canciller. Desde los inicios de la actual administración, la embajadora y su esposo, el embajador retirado Agustín Gutiérrez Canet, se volvieron el único contrapeso al interior de la SRE, incluso asumiendo un papel público altamente crítico de la gestión de Ebrard. Quien, en respuesta, empleó a su protegido, Roberto Velasco, como su ariete de batalla.

Y es en ese conflicto en donde se encuentra la siguiente interrogante para López Obrador. ¿Cómo elegir al nuevo responsable de la Embajada de Washington, de cara a un cambio que ya inició de manera ríspida, sin terminar consolidando el siempre latente poder de Ebrard? Aun en una situación rocosa, como la que enfrentará a partir de la salida de Trump, el canciller encontró la manera de apuntarse una victoria con la salida de su rival interna.

Por más omnipresente que Ebrard pueda parecer, lo cierto es que López Obrador ha mantenido encapsulado su poder dentro de la SRE. Incluso en la estrategia ante la pandemia, en la que en un inicio asumió un papel predominante y llegó a ser reconocido por el propio Hugo López-Gatell como el ‘coordinador de coordinadores’, se ha limitado su aparición pública a discutir temas de política exterior, como los convenios internacionales para vacunas y equipos.

Ebrard es el claro rival a vencer para todos los que aspiren a Palacio Nacional en 2024 y su influencia ya le permitió que uno de sus alfiles, Mario Delgado, llegara a la dirigencia de Morena, aunque primero tuvo que pactar con Ricardo Monreal. Entonces, darle todavía más influencia desde este momento sería confirmar una ‘cargada’ en su favor de cara a la sucesión que aún parece lejana, como parecían lejanas las elecciones de 2021.

Además está el factor público ya que, mientras más visible sea Ebrard, más susceptible será al desgaste propio del ejercicio de gobierno. Un gobierno que, hasta ahora, ha compartido con el presidente López Obrador en temas tan disímiles como la estrategia sanitaria, la política migratoria del país y hasta aspectos de seguridad pública. ‘Quemar’ la carta del canciller antes de tiempo sería perder una de las piezas clave con las que cuenta el primer mandatario para continuar su proyecto.

Así pues, la salida de Bárcena como parte del efecto dominó que representa la confirmación de Biden es tanto una maldición como una bendición. Para López Obrador, una oportunidad de empezar la relación institucional, aparentemente habiendo limpiado la casa. Para Ebrard, la consolidación de su poder, con los riesgos que esto podría implicar en sus aspiraciones. Por cierto, ¿dónde andará comiendo el embajador Chris Landau? En sus recorridos por el país, ¿ya habrá escuchado ‘Las Golondrinas’?

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