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Nación

El pueblo gritó el Grito de AMLO, solo de AMLO

Foto: Cuartoscuro

“¡Viva México! ¡Viva Andrés Manuel López Obrador (AMLO)!”, fue la serenata que el pueblo le llevó al pie de su ventana en Palacio Nacional, como si de su cumpleaños se tratara, al Presidente de la República en su primer Grito de Independencia. La ocasión fue lo de menos, quedó difuminada, en segundo plano. Lo importante era hacerle saber que “no está solo”, que “tenemos presidente”, que “el pueblo está feliz, feliz, feliz”.

Desde las 3 de la tarde la gente llegó a ocupar los lugares más cercanos al Balcón Central en donde, 8 horas después, López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller habrían de mostrarse. Una hora después, inició el festival de Culturas Vivas de México. Un entretenimiento agradable, pero no lo que querían ver. No era el presidente, ataviado en banda presidencial y con lábaro patrio en mano, tocando la campana en un llamado de soberanía.

Transcurrió el día sin más que reportar que la llegada de ola tras ola de familias que se apoderaron del Zócalo que, salvo por algunas vallas metálicas que impedían acercarse a Palacio Nacional y a la Suprema Corte de Justicia de la Nación —rebasada en más de un sentido por el pueblo—, tuvieron acceso libre a cada centímetro de la Plaza de la Constitución. No había arcos detectores de metal ni escuadrones de granaderos. La cuarta transformación había devuelto el corazón de México a las masas.

La esperanza exacerbada del pueblo comienza a enfebrecer, hay quienes llevan 12 años esperando y no pueden resistir más. Sin perder los ánimos, encuentran en la prensa, “los chayoteros”, el mejor desahogo posible. Interpuestos entre la gente y Palacio, por cuestiones de logística, llegó el momento de hacer saber en persona y lo que día con día, mañanera tras mañanera, les dicen en las benditas redes sociales. Reclamos, insultos, albures y el coro de “no somos acarreados”.

A las espaldas de Palacio, a eso de las 6 de la tarde, se vio llegar un Jetta blanco proveniente del aeropuerto. A bordo, el señor presidente y su esposa regresaban de día y medio de descanso en su quinta de La Chingada en Palenque. Apenas les quedaron dos horas para arreglarse, sacudirse el vuelo y estar listos para recibir a sus invitados a las 8:30. En el Patio Central ya están las aguas frescas y antojitos que se le dará al gabinete y al cuerpo diplomático.

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La espera se hacía inagotable hasta que, faltando minutos para las 10 de la noche, se postró frente al balcón la banda de guerra de las Fuerzas Armadas. Con armas automáticas colgando de sus espaldas y tambores y trompetas en sus manos. Frente a la puerta, la banda infantil de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, con todo y un Adelfo Regino Montes, director del Instituto de los Pueblos Indígenas, colado para estar en primera fila.

Se acercaba el momento, y el pueblo lo celebró con un “¡es un honor estar con Obrador!”, siendo interrumpido por la primera llamada: a las 10:10, ya entrada la noche, se abrieron las puertas del balcón. Un grito frenético ahogó las canciones del número que se presentaba en el festival, ya olvidado por más de uno. Cinco minutos después, se encendió la luz, dejando ver las entrañas de las recepciones de Palacio y su imponente cuadro del Abrazo de Acatempan.

Fueron 45 minutos de euforia que ni ‘Caminos de Guanajuato’ desde el escenario de Catedral pudo contener. No, era momento de cantarle un ‘Cielito lindo’ al festejado para que se animara a salir. También para corear un “fuera prensa” en un estéril último intento de tener la mejor vista del histórico momento. Hasta trampas jugó el delirio colectivo y, por un breve segundo, se le vio cara de López Obrador al asistente técnico que fue a comprobar que el micrófono funcionara a la perfección.

El público esperaba impacientemente la salida de AMLO. Foto: Especial

Y nos dieron las 11 y, por fin, López Obrador surcó los pasillos palaciegos junto a su esposa hasta encontrarse con la escolta de cadetes militares que le habrían de entregar la bandera. Era inminente. 80 mil pares de ojos viejos, jóvenes, masculinos, femeninos, chilangos, fuereños. Todos se postraron sobre el balcón, más de un par soportando lágrimas que se arremolinaban en los párpados. Hasta se contuvo la lluvia, siempre presente en años, sexenios, anteriores.

Por fin salió, como muchos lo imaginaron durante 12 años. El señor presidente de todos los mexicanos, el cumpleañero que se apropió esta fiesta por mandato popular. Hasta el último segundo, López Obrador probó la paciencia de sus huestes hasta que, por fin, por piedad, tomó el timón de la noche y con un sonoro “¡mexicanas . . . y mexicanos!” se adueñó, también, del estruendo que había aplastado al Zócalo.

¡Viva la Independencia!
¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla!
¡Viva José María Morelos y Pavón!
¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Viva Ignacio Allende!
¡Viva Leona Vicario!
¡Viva las madres y los padres de nuestra patria!
¡Viva el heroico pueblo de México!
¡Vivan las comunidades indígenas!
¡Viva la libertad!
¡Viva la justicia!
¡Viva la democracia!
¡Viva nuestra soberanía!
¡Viva la fraternidad universal!
¡Viva la paz!
¡Viva la grandeza cultural mexicana!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!

La pareja presidencial: AMLO junto a Beatriz G. Müller. Foto: Especial

No fueron los 20 que prometió, pero el pueblo bueno se encargó de llenar los vacíos con el ‘¡Viva Andrés Manuel López Obrador! ¡Viva Beatriz Gutiérrez Müller! ¡Viva la Cuarta Transformación!’. Para, de paso, dejar en claro que esta fiesta fue su fiesta, su celebración. En segundo plano, difuminado, quedo el Grito de Independencia y los festejos patrios. Ni quien se acordara que, coincidentemente, era el cumpleaños del general Porfirio Díaz.

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