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A la mesa de Santiago, quien tuviera el palco de Nahle

A la mesa de Santiago, quien tuviera el palco de Nahle

A la cabeza de una mesa de La Barbacoa de Santiago se sentó Rocío Nahle para acompañar al presidente Andrés Manuel López Obrador a comer tras su gira de trabajo de este viernes. Por si ver al jefe del Estado mexicano devorar un consomé y una costilla tatemada fuera poca cosa, la secretaria de Energía tuvo palco de lujo para contemplar una compleja escena que sintetizó lo que fue la turbulenta última semana antes de las fiestas decembrinas.

Por visitar el estado de Querétaro, López Obrador debía estar acompañado del mandatario Francisco Domínguez, quien se sentó a su izquierda. Como líder de los gobernadores, recayó en el panista hacer públicos los malestares de sus similares por el ‘Quién es Quién’ en la seguridad pública con el que Alfonso Durazo les achacó la violencia en el país, siendo que, previamente, ya lo habían hecho en privado al grado de tener que agendar una segunda reunión de reclamos.

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El desencuentro entre el las autoridades federales y los gobiernos estatales se dio apenas el miércoles en el Consejo Nacional de Seguridad Pública. Ese día, casi al extremo izquierdo de la mesa por cuestiones alfabéticas, Domínguez lanzó un último llamado a la unidad nacional. A lo que López Obrador respondió leyéndoles la cartilla a los góbers, sentado al centro del escenario y flanqueado por su secretario de Seguridad y el autónomo fiscal general Gertz Manero.

Ocupó el asiento frente al presidente su cazador de cabecera Santiago Nieto, hijo ilustre de San Juan del Río, lo que le bastó para acompañarle en la gira por su terruño. Si un año le bastó para consolidarse como el arma más atemorizante con la que cuenta López Obrador, esta semana se consagró al encontrar toda una red de triangulaciones centradas en Genaro García Luna, moviendo las aguas de una manera muy similar a como lo hiciera el caso Odebrecht en sus inicios.

Apenas López Obrador soltaba un dato sobre García Luna, Nieto Castillo encontraba algún micrófono al cual narrarle el avance de la bola de nieve. Así, una triangulación desde Gobernación a García Luna pasó a involucrar a cinco de sus colaboradores cercanos más el secretario en turno Felipe Calderón; de ahí a involucrar también al sexenio de Enrique Peña Nieto y su hombre en Segob, Miguel Ángel Osorio Chong; y de ahí a toda la administración de ambos gobiernos.

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Siendo un recorrido por plantas termoeléctricas no podía ausentarse el director general de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, cuya silla estuvo a contraesquina de la del presidente que, apenas horas antes en mañanera de 7, había hecho una férrea defensa de su honor. Así como de la integridad de la investigación realizada por la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, para declarar que no había conflicto de interés alguno.

El presidente blandió su pañuelito blanco proclamando que no había corrupción en su gobierno y retando a los inquisidores de Bartlett a presentar pruebas. Con contrastante serenidad minimizó las críticas por su pasado priísta, llamando al profesionalismo aunque alguien caiga mal. Durante la gira, cuando se le preguntó al titular de la CFE que había parecido el espaldarazo, reviró “¿qué les pareció a ustedes?”. Guiñó un ojo y la sonrisa en sus labios le impidió decir más.

Esas fueron las figuras que se sentaron a la mesa de Santiago para degustar barbacoa y consomé para concluir una semana, que se alargó como un año, a la puerta de las fiestas para despedir un año, que fluyó como una semana. La secretaria Nahle tuvo palco de lujo para contemplar esa escena y escuchar las conversaciones que de ella emanaron, si es que las hubo. Es de mala educación hablar con la boca llena. La forma es fondo, siempre.

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