Nación
¿»Apoco la prensa no aplaude” junto al poder político y el poder económico?
«¿Apoco la prensa no aplaude?”, preguntó el presidente Andrés Manuel López Obrador, emulando aquel reproche de Enrique Peña Nieto, tras cantar victoria en uno de los puntos que serán parteaguas en su sexenio: el nuevo acuerdo al que se llegó con la iniciativa privada para los gasoductos de la CFE. Un momento memorable que estrecha la cordial relación entre los poderes político y económico que, irónicamente, el primer mandatario jura, perjura y asegura separar.
Más de una hora duró la conferencia para presumir la buena relación y el diálogo cordial que llevó a gobierno y empresas a reducir 4.5 mil millones de dólares de los ‘contratos leoninos’ heredados de la administración Peña Nieto. López Obrador se mostraba gallardo, con su pecho, que no es bodega, inflado de orgullo cada vez que Manuel Bartlett, Carlos Salazar Lomelín o hasta el mismo Carlos Slim hablaban para destacar la trascendencia de este acuerdo.
Fue el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, el líder y portavoz de la iniciativa privada ante el poder público, quien describió el ambiente al considerar que “este es un día memorable porque refleja la voluntad de nuestro gobierno en darnos certeza, darnos certidumbre y, sobre todo, ayudarnos a que México obtenga una ventaja competitiva básica”. Mientras que, sin ocultar su emoción, adelantó que aquí se tendrá energía más barata que en Europa.
En este marco, una vez concluida la exposición, López Obrador se paró en el centro de su escenario mañanero flanqueado por Slim, a la izquierda, y Bartlett, a la derecha, rodeado de empresarios y funcionarios. Desde donde lanzó la curiosa pregunta que a los reporteros, y uno que otro colado, a los que ya ha dedicado frases de antología como “muerden la mano de quien les quitó el bozal” y “a los perros ya no se les amarra con longaniza”.
Inevitablemente, se iniciaron las comparaciones con el infame “ya sé que no aplauden” del expresidente Peña Nieto. Comentario hecho en un escenario más que similar: al concluir una conferencia de prensa en la que se anunció un punto de quiebre en el sexenio en curso. Aquel 4 de febrero de 2015, el priísta daba la bienvenida a Virgilio Andrade a la Secretaría de la Función Pública, desde donde ejercería una serie de medidas contra la corrupción.
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En términos simples, la tarea de Andrade era cuidar que el poder político y el poder económico no se mezclaran a la sombra de un gobierno que, a 9 meses de haber concluido, hoy figura menos en libros de historia y más en carpetas de investigación en contra de más de uno de sus funcionarios, llámense estos Rosario Robles o Emilio Lozoya. Mismo caso de los empresarios, como Alonso Ancira, o el abogado Juan Collado.
A 9 meses de haber iniciado, hoy el gobierno de López Obrador destina un porcentaje de los 4.7 mil millones de pesos de publicidad oficial en promocionar en los mismos medios de comunicación que ‘separamos el poder político del poder económico’, mientras, en la mañanera, ambos aplauden al unísono, hombro con hombro. Mientras juntos, y anunciado está, planean las próximas grandes inversiones en materia energética y de infraestructura. Esas áreas que Virgilio nunca supo cuidar.
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