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Cultura

Grafiteros tienen mucha técnica “y deciden dibujar un pokémon”: Avelina Lésper

Foto: Twitter

Una multitud a las afueras del Museo de la Ciudad de México recibió a la crítica de arte Avelina Lésper, luego de uno de los debates más polémicos de las últimas semanas: ¿Los grafitis en los muros y bardas capitalinas son legítimos, son arte? Era 4 de agosto y ella recibió un “pastelazo” de un anónimo. Un pedazo grande que le dejó la cara blanca. Ella corrió hasta un baño de un estacionamiento público en Pino Suárez, para resguardarse, tras la primera agresión física de su carrera.

En entrevista para La Hoguera, Lésper comenta que esta agresión es parte de los grupos de grafiteros que tienen “tomada la ciudad”: “Es una parte de la censura que estos grupos quieren ejercer sobre la crítica”.

La experta asegura que si bien no ha tenido contacto con todos los grafiteros y no puede generalizar a todo el grupo, fue clara la hostilidad hacia su persona: “Yo no puedo separar esto; el ataque fue anónimo, ahí estaban invitados todos (los grafiteros). Ahí había representación de distintos grupos y las agresiones hacia mí fueron constantes”.

Lésper narra los chiflidos, gritos y cuestionamientos lanzados por parte del público mientras ella argumentaba en contra del “arte urbano” que en su opinión ha tomado por asalto las paredes chilangas. “¡Gánense los muros!”, exclama. Aclara que el grafiti no es malo en sí mismo, sino su calidad y compromiso social en la Ciudad de México.

“Al final, cuando estaba con las cámaras de Milenio, gente entre la multitud me dijo que a quién le tenía miedo”, narra. “Y yo se los decía enfrente de las cámaras: yo estoy sola, qué es lo que quieren de mí, estaban muchas gentes con cámaras”.

“Es la primera vez que recibo un ataque físico”, explica, “aunque no es la primera situación de riesgo en la que estoy”.

Rememora que durante una conferencia en una universidad de Quito, Ecuador, fue increpada de manera agresiva por académicos que provocaron a los alumnos presentes. El auditorio se dividió en dos facciones, a decir de Lésper: los que apoyaban el arte sustentado en la buena preparación del artista, y los otros, que apoyaban formas de expresión más ambiguas: “A los que yo llamó artistas VIP”, menciona, que para ella son creadores que quieren que se les pague por hacer “su suciedad”.

En el programa “Dispara, Margot, dispara”, en donde Avelina participa recurrentemente, ella explicó poco después del ataque que la agresión tuvo más implicaciones de las evidentes: fue también violencia de género.

Para La Hoguera, ella detalla: “Yo iba así, sola, dispuesta” a participar en el foro. Menciona que sabía que el grafiti es una actividad fundamentalmente masculina y que en la mesa de análisis tres de los cuatro expositores serían hombres: “Yo lo viví ahí, era evidente en la forma en la que me llamaban señora, la forma en la que se dirigían a mí, había una clarísima referencia a que yo era mujer”.

Dan pastelazo a la crítica de arte Lésper, tras debate con grafiteros

¿Y los buenos grafitis?

Entonces le pregunto qué características debe tener un buen grafiti para que los autores de las pintas puedan “ganarse” el derecho a usar la ciudad. “¡Hasta que alguien me lo pregunta!”, exclama.

Un artista urbano debe tener “un lenguaje con más riesgo, ellos (los grafiteros) tienen una poca implicación hacia el lenguaje”.

Aclara que hay grafitis que están hechos “con mucha técnica”, pero que estos en vez de representar “la realidad social de una persona”, se limitan a expresiones de personajes de la cultura pop: “Lo que ves es un pokemón, ¿está es la realidad de una persona?”

“Es lo que podemos ver en una carpeta de Hello Kity, tiene que aspirar a la calidad, que tiene que comunicar algo que nos implique socialmente”.

Hay un requisito que toda obra debe tener, esté pintada en un lienzo o en una pared de un barrio, explica Lésper: “Una obra tiene que tener la misma obligación de calidad, debe de tener una narrativa, una composición, debe tener un compromiso”.

Para ella, la obra de Shepard Fairey, grafitero que aplica la teoría marxista en sus obras: “Está implicada de manera política” con su entorno y tiene la calidad a la que alude.

Le pregunto ¿Y Bansky? El graffitero más famoso del mundo, o mejor dicho el “colectivo” que se encarga de hacer obras políticas por todos lados del globo: “Bansky es un movimiento pagado por el neoliberalismo, ¿de dónde sacan dinero para estar un día en Francia y al otro día en Palestina?”

Para ella el lenguaje de Bansky no es más profundo que el de “un anuncio de Coca-Cola”.

Y hay una pregunta que queda en el aire, ¿habrá un nuevo acercamiento a los grupos de grafiteros tras el pastelazo? “Yo ya lo hice, ya los convoqué”, dice contundente “yo no llevaba a mi banda, ni golpeadores ni gritones”. Porque después de la agresión, a penas unos segundos después, Lésper fue también perseguida por un camarógrafo anónimo mientras ella intentaba cubrirse la cara con un fólder. En la toma final, se graba la caja de zapatos en el piso que se usó para el ataque. Adentro aún hay un poco de pastel, afuera del Museo de la Ciudad de México.

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