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Nación

Transgénero: el camino de una “experiencia sin nombre”

Trans en la gran ciudad
Foto: Siobhan F. Guerrero/ Facebook.

Fue a través de sueños, de fantasías, imágenes, deseos de tener otro cuerpo, de un anhelo, que inició el largo proceso en el que Siobhan Guerrero, intelectual trans, tuvo una transición para cambiar de género y asumir una condición política y social diferente a la que le otorgaron cuando nació. «En mi caso», explica su infancia, «no me quedaba claro el nombre de lo que sentía».

«Ya después entendí por qué tenía estos sentimientos y por qué jugaba así. Hoy ya hay niños que pueden nombrarse trans, pero cuando yo era chica pues no, era una experiencia sin nombre: las cosas han cambiado», me dice.

Ella es doctora de filosofía de la ciencia y licenciada en biología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como una activista y estudiosa de los temas de género: el cómo una sociedad impone a través de diferentes mecanismos, como la política, la economía y los roles de trabajo, la forma en la que nos autopercibimos.

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«Fue todo un proceso. Me dedico a un trabajo de identidades sexogenéricas; mis dudas me llevaron a estudiar estos temas, y fue cuando me acerqué a lo ‘drag’. Empecé a hacer sentido. No es que esos años fueran inútiles, pero mis dudas no se resolvieron en la exploración de género en lo ‘drag’”.

El ‘drag queen’ es el término que describe a un hombre que monta un espectáculo y crea un personaje a través del uso de estereotipos de una mujer pero exagerándolos, con una intención teatral.

Allí llegó la reflexión de que su objetivo y lo que la hacía sentir bien no era el «espectáculo» ‘drag’ y el mostrar exhibiciones de otros roles del género a través del travestismo. Era transgénero y ese era el camino: «Me dije, quiero explorar mi cuerpo, mi feminidad, y fue de alguna manera en ese espacio».

Le quedó claro que no quería ser ‘drag’, porque aunque fue una experiencia «de mucha euforia», no era lo que buscaba. «Al principio fue así, y luego resultó muy angustiante, porque yo no intentaba construir un personaje». Narra que de ahí nació una crisis por no querer ser un espectáculo, por no querer que se le evaluara dentro de esos parámetros.

Con su transición a lo trans llegó un nuevo estilo de vida, y por ello, una forma de enfrentarse a la gente. Y encontrar una forma de lidiar con las expresiones de discriminación que, a veces sutiles, a veces evidentes, suelen aparecer todos sus días.

«El primer enfrentamiento son las miradas. Qué ha pasado con este cuerpo, con la ropa, salir, llegar a trabajar, adonde sea que vaya, casi siempre es así», cuenta. «Estas equivocaciones, malinterpretaciones con el género, la voz, que saca de onda a mucha gente», dice al contar cómo son los mañanas cuando avanza del estacionamiento de su edificio a la calle, al trabajo y otros lugares, en lo que representa su vida diaria.

Señala que tiene que dejarlo pasar, «porque no puedes estarte peleando con todos todo el tiempo».
Me da curiosidad y le comento, ¿cómo tomó su familia la transición? «Fue repentino, aunque ya habían aceptado lo del travestismo y lo del ‘drag’”, explica. «Mi hermana me dijo ‘está bien’; con mi padre se tuvo conversaciones más largas, ¿por qué ahora? ¿Por qué en este momento? ¿Qué significa? ¿No estarás confundida? Piénsalo bien, pero eventualmente terminó por aceptarlo bien».

Para ella no todos los ambientes son hostiles. «En el ambiente en el que trabajo», en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, » lo hago con mujeres feministas. Por esa razón no he tenido encuentros directos con un sector académico machista, aunque sí de repente con profesores machistas, pero no son cercanos».

En redes sociales, la historia es otra. «Están de vez en cuando las agresiones del twittero conservador que se ve amenazado por el feminismo, ante lo que entiende por lo que debería ser la familia, el país». Cuenta que aunque casi no hay insultos, hay comentarios que descalifican. Y que este sector tiene un brazo político, «de gente que es más militante, que abiertamente me dice que contravengo la biología, ‘ustedes no deberían existir'».

Me explica que, para ella, las agresiones más serias han venido de algunos grupos feministas «trans excluyentes» que ven a las mujeres trans como personas que vienen a invadir los espacios políticos ganados por las feministas, «y con cuerpos patriarcales, como hombres infiltrados en el feminismo».

Y es que en los estudios de género hay este tipo de diferencias teóricas. «Es parte de mi reflexión, en torno al lugar que tendrían los hombre en el feminismo», pues en algún momento, sometió a un análisis el concepto de «misandria» y el de la masculinidad en la sociedad. «Y veo de repente que cada vez es más difícil ser hombre y afirmarse feminista, sin que de repente eso genere crítica, de que los hombres no pueden ser feministas».

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«Yo sí creo que debe haber un lugar en los feminismos para los hombres», me explica, aunque diferencia que sí son legítimos los espacios separatistas en los que las mujeres feministas exploran su condición política entre cuerpos que han sufrido situaciones similares, como es el caso de las mujeres agredidas.

«Contra esos espacios no me estoy dirigiendo», apunta, y me cuenta que existe la creencia en algunos sectores del feminismo que piensan que los hombres no pueden deconstruirse.

Describe que al margen de esto, no ha pensado en unirse a un grupo militante en favor de lo trans o del feminismo: «Me gusta la idea de preservar mi postura sin tener que ser vocera de nadie».

En cuanto a la agenda LGBT del tema en boga, los candidatos a la presidencia, ha observado que no existe una preocupación real por la diversidad sexual. «Ahora, de los partidos, tanto en Morena como en el PRD hay voces comprometidas con la agenda LGBT, y no hay duda. Lo malo es la efectividad que tendrán una vez que se llegue al poder. En ese sentido soy muy escéptica en que puedan hacer algo cuando lleguen al poder».

Esto ante partidos que tienen presencia en las coaliciones, como el PAN o el PES, que, me explica Siobhan Guerrero, no permitirán que se toquen temas como las familias diversas o el respeto a lo LGBT, «para que se refunden sus conceptos fundamentales», y se alcance una sociedad más incluyente y menos represiva.

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