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Cultura

“No es fácil hacer un personaje pequeño”: Zaide Silvia Gutiérrez

Zaide Silvia Gutiérrez
GERENCIA DEL PALACIO DE BELLAS ARTES / Romina Alarcón, Servicio Social PBA

Desde sus primeros papeles a principios de la década de los 70 del siglo pasado, Zaide Silvia Gutiérrez ha sido casi de todo, en teatro, cine, televisión y radio. Pero ahora, en el montaje de José Caballero de Hamlet, interpreta a quien nunca se imaginó: Horacio, el amigo del príncipe de Dinamarca, el único sobreviviente de la tragedia del ser o no ser,  el que vive para contarla, un personaje humano,  más que masculino, para la primera actriz.
Admite en entrevista que le habría gustado ser Hamlet, porque como toda actriz, sueña con interpretar grandes personajes, pero advierte que no es nada fácil ser Horacio, un bocadillo en el gran banquete que es el príncipe shakespeareano.

Hamlet, colaboración hasta ahora inédita entre la Compañía Nacional de Teatro (CNT) y la Coordinación de Teatro de Bellas Artes, se presenta en una primera entrega en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, del 22 de agosto y hasta el 22 de septiembre.

En una puesta en escena innovadora, Caballero asignó los roles principales masculinos a actrices: Hamlet, a Julieta Egurrola; Guildenstern a Érika de la Llave; Rosencrantz a Amanda Schmelt; el espectro a Luisa Huertas y Horacio a Zaide Silvia Gutiérrez.

—Usted se ha declarado amante de Shakespeare, pero ha hecho poco teatro de Shakespeare.

—Sí, porque en México no se produce mucho Shakespeare, como no se produce a Sor Juana o Juan Ruiz de Alarcón. Así como en el norte se producen muchos montajes de Shakespeare, nosotros deberíamos tener a Juan Ruiz de Alarcón y a Sor Juana vivos todo el tiempo. No se producen porque son producciones muy complejas, tienen muchos personajes, lugares dentro de la historia donde debe representarse, obviamente esto trae mucha complejidad, son producciones costosas. Este mismo Hamlet no sería posible sin la conjunción de la Compañía y la Coordinación de Teatro. Por eso nadie hace mucho Shakespeare, quisiéramos hacerlo mucho más. Cuando doy clases hago ejercicios con Shakespeare para mis alumnos, que tengan un mínimo roce con esos textos y no le sientan pavor, porque como público y como estudiante uno siempre le tiene miedo a Shakespeare, porque nos han representado siempre sus historias de un modo muy formal, muy duro, muy poco asequible, con lenguajes formales demasiado lejanos para nuestra cotidianidad, pero afortunadamente José Caballero se ha encargado de recopilar dos traducciones y hacer que este lenguaje formal no sea duro y sea asequible y cercano para el espectador.

—En esta puesta en escena los personajes masculinos principales los interpretan actrices, ¿cómo se siente en un papel como el de Horacio?

—Siempre es un reto hacer a Shakespeare en cualquiera de sus personajes. En este caso, pues obviamente estamos acostumbrados a ver los personajes masculinos interpretados por hombres, sin embargo debemos recordar que en la era shakespeareana todos los personajes eran interpretados por hombres: las reinas, Julieta era interpretada por un actor, Lady Macbeth… Así que, de alguna manera, es jugar con las reglas de Shakespeare en su tiempo pero ahora en nuestro tiempo, donde la figura femenina está recobrando, o intentamos que recobre su valía, su lugar en la sociedad, en el mundo laboral, creativo, artístico. No debe preocuparnos el género de los personajes sino la esencia de los mismos. El planteamiento en las lecturas de Caballero para nosotros fue: No tenemos que fingir ser hombres, acerquémonos a estos personajes desde la esencia de su ser humano. Y eso intentamos.

—Pero en la época de Shakespeare había una circunstancia histórica por la cual los roles femeninos eran interpretados por hombres, estamos en otra circunstancia, con una lectura diferente.

—Sí, por supuesto. Es que en la época de Shakespeare las mujeres no tenían realmente un lugar en la sociedad ni en la cuestión laboral. Tiene que ver también con el material humano interpretativo, qué actores y actrices tienes para un montaje, y de pronto te das cuenta que tienes muchas mujeres con gran trayectoria con amplia gama de interpretación. Horacio no es la primera vez que se interpreta por una mujer, ni Hamlet. Y pues si seguimos ese juego cualquier personaje puede ser interpretado por cualquiera, sea hombre o mujer, estamos en una época donde la distinción del género está tratando de disolverse.

Foto: Cortesía Compañía Nacional de Teatro y Coordinación de Teatro del INBA

—Bueno, no sólo género, también la edad de los personajes y quienes los interpretan. ¿Qué retos implican para usted el papel de un hombre y de un joven?

—A Horacio yo lo asumo como un ser de mi misma edad, con experiencia de vida; de hecho, en el texto, Hamlet le dice a Horacio que toma los reveses de la vida con la misma gracia, sean buenas o sean malas, eso quiere decir que Horacio tiene un bagaje de vida. Ambos son compañeros en Witenberg, que es una universidad luterana en Alemania, así que yo lo veo como un hombre que intenta acercarse a lo racional, a un hombre filósofo, religioso, por supuesto, en la época siempre había un apego a la religión; en este caso Shakespeare nunca define si son católicos o luteranos, pero viniendo de la universidad, que se caracteriza por ser la que alojó a Lutero y donde se escribieron sus tesis, pues pudiéramos asumir que Horacio es un hombre que se acerca a la filosofía luterana. Yo lo veo como un ser de mi edad, con una experiencia de vida, que tiene una religión y una manera de atemperar su carácter, que se ha mostrado en el montaje. Y es un ser honesto, leal, buen amigo, acompañante de Hamlet. Y es él quien presenta un hecho sobrenatural y tiene que contarlo a su mejor amigo, no es fácil contar un hecho sobrenatural.

—En aquella época y en las obras de Shakespeare la magia, lo sobrenatural, estaba muy presente.

—También en nuestra cultura. Al final de una fiesta, cuando nos quedamos pocos en una casa y empezamos a hablar de hechos sobrenaturales, a todos se nos crispa la piel, y es una sensación que tiene que ver con las vísceras, nos pone un poco nerviosos. Hamlet empieza como una historia de misterio, con una aparición sobrenatural, después parece una historia  de espías porque hay que descubrir al asesino y es una obra también que invita a la reflexión. Es un personaje que se contrapone a los héroes de la época que tenían decisiones inmediatas, contundentes y avasalladoras, y Shakespeare con Hamlet nos está presentando un personaje que retiene la acción para reflexionar sobre la acción. Es una obra muy variada, evidentemente todos los personajes que no son Hamlet están ahí para apoyarlo, para formar una estructura donde pueda hacer sus acrobacias.

—Desgraciadamente no podremos ver el final esta temporada, la segunda parte será hasta 2020, pero Horacio es el único que sobrevive, es el que cuenta la tragedia; en términos reales es el personaje más importante porque sin él no hay historia, es el que transmite; Hamlet mismo le dice que no tendrá sentido si no hay nadie que la cuente.

—Exactamente. Horacio es el narrador, es metafóricamente de alguna manera el público. ¿Quién es el único que sobrevive a la historia de Hamlet? Pues el lector, el público, el que viene y que presencia la historia una y otra vez. ¿Quién es este hombre que está encargado de contar la historia de Hamlet? El dramaturgo, Shakespeare mismo; Horacio es el testigo, es el que va a contar la historia, tratando de ser fiel a todas las circunstancias.

—¿Usted había pensado en hacer a Horacio o a Hamlet?

—A Horacio nunca lo había imaginado. Evidentemente, en la tradición, cuando nos acercamos a esta obra, siempre nos acercamos a sus tiradas largas, a sus momentos de reflexión, a ese momento en que piensas sobre el teatro; Hamlet es un hombre muy histriónico, hay teatro dentro del teatro, Shakespeare mismo plasma su amor por el drama y por la teatralidad en esta obra. Hay una representación dentro la representación de la representación, y uno nunca se plantea realmente que Horacio lo está contando. Casi siempre nos acercamos a Hamlet con sus discursos; por qué no mata al rey en un momento determinado cuando tiene la oportunidad, por qué de pronto se altera tanto y tira espadazos que terminan matando a Polonio; que se pone tan descontrolado luchando contra Laertes, el hermano de Ofelia, en la tumba de esta. Es un ser dramático, muy emocional, y al mismo tiempo está conteniendo la acción todo el tiempo. Y sus grandes tiradas son a las que uno siempre se acerca por costumbre en el aula. Realmente creo que todos somos Hamlet, de hecho, doy un pequeño curso que se llama “Todos somos Hamlet”, porque estamos siempre tomando decisiones, siempre frente a la disyuntiva de esto o de lo otro, ese es el gran discurso del ser o no ser, que en esta puesta en escena se traduce de manera diferente. La verdad, nunca había contemplado ser Horacio pero una vez que me lo propusieron y releí la obra, me enamoré de este personaje.

Foto: Cortesía Compañía Nacional de Teatro y Coordinación de Teatro del INBA

—¿Le gustaría ser Hamlet?

—A mí me gustaría hacer todo porque soy una actriz que sueña con grandes personajes, ese impulso que tuve desde niña, de querer estar en escena, de querer estar ahí, sigue estando vivo, íntegro, intocado; siempre quiero estar ahí, y entre mayores retos de personajes, mejor. No es fácil hacer a Horacio, o a Claudio, o a los Soldados. No es fácil hacer un personaje pequeño o que diga breves bocadillos entre los grandes discursos de Hamlet, como le pasa a Horacio. A veces un personaje de soporte es más complejo que el otro, porque el otro tiene todo el escenario y todo el tiempo y toda la capacidad de discurrir y de expresar todo lo que siente un personaje que está contenido, que está ahí para apoyar. Es un personaje que tiene que estar elaborado de manera muy interior, y tiene muy pocos momentos para dejarse ver.

—En esta puesta en escena del maestro Caballero, ¿qué le gustó y le atrapó? ¿Qué es lo que más se le ha dificultado?

—Lo que te dije al principio: el hecho de afrontar un personaje masculino pero no desde su masculinidad, sino desde la esencia de su ser humano. Ese planteamiento me enamoró de parte de Caballero, él ha estado imbuido en lecturas durante décadas, es una obra y un montaje que él ha acariciado en su deseo de director desde hace tiempo. De pronto me sorprende que los personajes tengan visualmente una variedad que alude a diferentes épocas. Ahora que está llegando la producción y los vestuarios, siempre hay guiños a una época pasada, pero no deja de plantearnos que esto también puede pasar en este momento. Su manera de traerlo a nuestra vida contemporánea es a base de guiños: “fíjate aquí, fíjate acá”. De pronto hay frases que se nos antojan cotidianas, y de pronto nos sorprendemos que Shakespeare sea tan actual, porque finalmente hay ciertas conductas de los seres que estamos conviviendo en cada una de nuestras contemporaneidades, que son lecciones que tenemos que aprender: la lección de la ambición, de la pasión, cómo dominar estas pasiones; son constantes en el ser humano, no importa en qué épocas se den. Me gusta la simplicidad del montaje, en un espacio donde no hay un gran mobiliario, que es más bien un páramo enorme donde cabría cualquier posibilidad. Sí es una gran metáfora, construida entre Philippe Amand, el escenógrafo e iluminador, y el maestro Caballero, plantearnos un espacio que puede ser en cualquier momento y cualquier lugar y que estamos frente del ser humano. Lo más importante en esta puesta es el ser humano, en un espacio abierto, sí de pronto muy colorido, variado, pero lo que sucede es la esencia misma del teatro, que es el actor y el juego entre ellos.

The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, escrita en los últimos años del siglo XVI, es el drama de un joven príncipe cuyo padre ha sido asesinado y él sospecha que el homicida es el nuevo rey, su tío Claudio, quien se casó de manera apresurada con la reina, Gertrudis, madre de Hamlet, a quien se aparece el espectro de su padre para confirmar las sospechas y clamar venganza.

Tendrá dos entregas en la cooproducción inédita entre la Coordinación Nacional de Teatro, que encabeza Marisa Giménez Cacho, y la Compañía Nacional de Teatro, dirigida por Enrique Singer, al ser la versión completa de la obra cuya duración es de unas cinco horas.

También actúan Óscar Narváez (Polonio), Angelina Peláez, Antonio Rojas (Claudio), Octavia Popesku (Gertrudis), Miguel Cooper (Laertes), Miguel Ángel López, Gastón Melo, María del Mar Nader (Ofelia), Laura Padilla y Pablo Ramírez, como músico en escena.  Actores invitados: Alfredo Barraza, Erando González, Alejandra Ricárdez y Daniel Ruiseñor.

El diseño de vestuario, de Georgina Stepanenko; el de movimiento y coreografía, de Ruby Tagle; el de trabajo con máscaras, de Sofía Vogel; la música original y sonorización, de Alberto Rosas Argáez, y el diseño de maquillaje y peinados, de Maricela Estrada.

Las funciones son los jueves, viernes y sábados, a las 19 horas, y los domingos, a las 18 horas, en el Teatro de Bosque Julio Castillo atrás del Auditorio Nacional.

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