Cultura
«La memoria histórica, una construcción social, no del Estado»: Pérez Vejo
Ante la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por recuperar la memoria histórica de México, el historiador Tomás Pérez Vejo, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), nos aclaró cómo es que la memoria se construye, su opinión ante la propuesta de “rescate” de la misma, compartiéndonos cuáles eran las narrativas históricas nacionales que en el siglo XIX disputaron la hegemonía en México.
El investigador mencionó que en el discurso del presidente parece confundirse la historia con memoria, puesto que esta última tendría un componente totalitario si la construyera el Estado. Las memorias, señala, son y deben ser fragmentarias, por lo que cada persona o grupo social tiene la suya como un derecho sin que el Estado tenga que construirla.
La memoria, comentó el doctor Pérez Vejo, es construida en gran parte por los historiadores, sin embargo, su elaboración proviene de diversas fuentes como las tradiciones, las memorias familiares, la memoria oral, los medios de comunicación, los museos, etc., en un proceso que muchas veces está al margen o en contra de la memoria oficial.
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Ante la narrativa planteada por el actual gobierno sobre la historia de “liberales contra conservadores”, el historiador aclara que para él la historia de la humanidad no es un enfrentamiento entre el bien y el mal, el cual sería parte de una concepción religiosa, pero que existe la posibilidad de evaluar los distintos proyectos de gobierno en función de sus resultados para juzgar si han sido mejores o peores.
No obstante, el historiador explicó a La Hoguera que, durante el siglo XIX mexicano, existieron dos proyectos alternativos de nación que tienen que ver con el ser de México y que se expresan en dos metáforas distintas que se encuentran prácticamente desde el mismo momento de la independencia.
El primer proyecto, que sería el definido como “liberal”, aunque este concepto hacía referencia a un proyecto ideológico y no identitario, el cual cuanta con una metáfora que narra la historia de un nacimiento de México en el mundo prehispánico, muerto en la conquista y resucitado en la independencia, considerando a los 3 siglos virreinales considerados como algo extraño al ser de México. Esta narrativa es, mencionó, es el proyecto que triunfó y el que sigue formando parte del sustrato profundo que a los mexicanos se les enseña a las escuelas, se les cuenta en los cursos púbicos y aparece en las conmemoraciones cívicas.
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El segundo relato, que en las palabras de López Obrador podemos definir como “conservador”, que fue el derrotado pero que ha seguido estando presente de manera latente, tuvo una de sus mejores expresiones en el historiador del siglo XIX, Lucas Alamán. Esta visión, comentó el también académico, utiliza la metáfora del hijo que llegado a la edad adulta se emancipa del padre para construir una nueva nación; en esta, México es hijo de la conquista y la idea de que lo que había previamente no era México, sino naciones indias u otras formaciones políticas y culturales.
A diferencia de la narrativa liberal, esta considera que a lo largo de los 3 siglos virreinales se desarrolla el eje de la construcción de la identidad mexicana y que en su edad adulta se emancipa dando lugar al México independiente.
Para el doctor Pérez Vejo, en el fondo, la clave de la discusión de ambos relatos es el papel central que España termina asumiendo. En el caso del primer proyecto, al ser el otro ajeno a México, es preciso borrar todo rastro del mismo, como lo señalaba Ignacio Ramírez, político y escritor de la segunda mitad del siglo XIX, quien pedía “la desespañolización como política de Estado”; por otro lado, en la concepción “conservadora”, España y lo español se convierten en aquello más íntimo que define al ser nacional mexicano.
Por eso, concluyó el historiador, el tema de España no es una polémica que López Obrador haya decidido inaugurar, sino que es una polémica de México consigo mismo sobre cómo este país se define como nación. En ese sentido, España es una especie de “combinado de piedra” donde lo que importa, en ambos discursos, de España es la imagen que se tiene de ella respecto a su papel en la construcción nacional mexicana.
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