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Cultura

“Las murallas y muros son inútiles, sirven para exaltar un ego local”: Soler Frost

Pablo Soler Frost (Tlalpan, 1965) quería escribir sobre cosas inútiles pero se topó con una muralla, un muro. Y así encontró que las murallas y muros son cosas inútiles que siempre terminan en ruinas desde los tiempos de Jericó, Ur, Troya o la misma ciudad de Campeche.

Tijuana. Mojonera y barda fronteriza que marcan los límites entre México y EU (2015).

De esa investigación el narrador, ensayista y traductor publica ahora Grietas. Acerca de las murallas (Turner, 2019), un paseo a vuelo de pájaro a través de los tiempos donde hace un recuento histórico, literario y poético de esa obsesión de los humanos por emparedarse. Rara vez una muralla sobrevive a la generación que la construyó, a diferencia del arte, dice.
 
–¿Cómo llega a formarse esta obsesión por los muros y las murallas?
 

–Mi interés era hacer un libro acerca de cosas inútiles, cosas que creemos que son súper útiles y que nos han servido por miles de años, pero, de repente, en una reflexión contemporánea pueden verse como absolutamente inútiles. Todas las grandes murallas que se han construido son ahora ruinas, de la Gran Muralla china al Muro de Berlín; de las murallas de Ur, Uruk, Esparta, Atenas e incluso la de Campeche son hoy ruinas, no tienen utilidad práctica real y, en cierto sentido,  son monumentos a nuestra soberbia y nuestro ego. Me interesaba hacer un libro sobre cosas inútiles y así me pareció que las murallas eran un tema extraordinario. Hay muchas otras cosas inútiles que pensamos que son muy útiles, aparte de las murallas, por ejemplo, los automóviles particulares, los viajes VTP… Hay miles de cosas de nuestro mundo actual que son básicamente inútiles, pero a las que intelectual, espiritual e ideológicamente les asignamos valores que, en realidad, tienen que ver más con nosotros que con la utilidad del objeto.
 
Al final usted juega con una paradoja, con ironía: que los muros y murallas son civilizatorios, pero, al mismo tiempo, ruinas. Esa ambivalencia cuaja en todo el libro.
 
–Así es. Tiene usted razón. Me da gusto que lo haya visto así, porque sí es lo que quería hacer. Es decir, sin duda ha habido momentos en que una muralla posee una utilidad relativa, condicionada por el tiempo, sobre todo por los brazos que la defienden, porque una muralla sin gente, es una ruina, una piedra; las murallas funcionan en cuanto hay gente dispuesta a defenderlas o a construirlas. Pero ninguna muralla nunca ha resistido los embates en su contra. Ni todas las murallas de Troya salvaron Troya, ni todas las murallas de Roma salvaron Roma. Ni todas las murallas del mundo salvaran a Estados Unidos de sus propios demonios ni de los fantasmas que solito se crea. Me interesaba explorar esa ambivalencia y ver hasta qué punto estaba yo errado, o están errados los que construyen las murallas.
 
–Maneja en Grietas un personaje muy curioso, ligado a la destrucción de las murallas, muros y ciudades: el traidor; él (o ella) cumple una función para que las murallas terminen en ruinas o para que los habitantes de una ciudad amurallada perezcan en esta como una trampa. ¿Cómo encontró a este personaje?
 
–En parte surge de una reflexión: que casi todos nuestros héroes de la historia de México han muerto en emboscadas propiciadas por traidores o atrapados por traidores. Pienso en Moctezuma, Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide… Incluso Maximiliano, cuando está encerrado en Querétaro, quien abre la puerta de esa muralla es un traidor. Toda muralla tiene una puerta, no existen murallas absolutamente cerradas, ni siquiera la Gran Muralla china lo fue, tenía muchas puertas. Y, evidentemente, la puerta es el eslabón débil de las murallas, es el lugar por el que se entra. Una puerta puede estar muy bien defendida, tener contrafuertes y torres y una serie de bastimentos que la hagan prácticamente inexpugnable, pero si una persona de adentro abre, entonces todo el edificio de la muralla se viene abajo. Por ejemplo, hubo una ciudad cartaginesa, Segesta, que los romanos sitiaron durante la Primera Guerra Púnica.  De repente, la gente del lugar, que no eran cartagineses, se dieron cuenta que podían decir que eran romanos por una cosa genealógica medio olvidada. Y entonces abrieron las puertas sabiendo que los romanos los pasarían a sangre y fuego si no se rendían, pero no se rindieron simplemente cayeron en cuenta de que ellos eran romanos. Los romanos nada más masacraron a la guarnición cartaginesa, y Segesta tuvo la fortuna de ser libre dentro del imperio romano. Hay muchos tipos de traidores. Básicamente, un traidor es alguien que se da cuenta que escogió un barco equivocado o que el barco que escogió, si no era equivocado, está a punto de hundirse, y es un oportunista y decide brincarse al otro barco. El traidor es el contrario del constructor. Para hacer una muralla se necesita mucha confianza y un objetivo muy claro. Y el traidor actúa por su propio peculio, sólo piensa en sí mismo o ella sólo piensa en sí misma.

–México no construyó muros como país sus fronteras en el norte o en el sur, pero está “amurallado”. ¿Cómo ve a México en relación con esas murallas? ¿Cómo cree que se puedan romper esas murallas, a partir de esta revisión histórica que hizo para su libro?
 
–Así es. Sin duda nuestra posición no es envidiable. Más que un cuerno de la abundancia como nos pintaban a México de niños, tendrían que habernos dado cuenta que somos el gran istmo de América: todo lo que va del norte a sur pasa por México y también todo lo que va de sur a norte. Entonces, en lugar de vernos como un cuerno de la abundancia, una cornucopia,  habría que vernos como una gran arteria, como lo que somos, en todos los sentidos: migración de aves, tráfico de armas, de drogas, gente que se mueve, ideas que se mueven también. Las murallas son inútiles, básicamente, pero sirven a propósitos locales, sirven para exaltar el ego local. Y para conseguir votos, evidentemente. Es muy triste que sirvamos como ujier de las murallas norteamericanas, aunque entiendo que no tenemos muchas opciones. La manera de destruir murallas es construyendo puentes, es haciendo comunidades que no estén basadas en etnicidades o en ideas de nacionalismos, sino, al contrario, que tengan un poquito de calidad y de amplitud de miras, de horizontes. Es muy fácil decirlo, es muy difícil construirlo evidentemente. Creo que van a acabar ese muro que nos va a cortar en dos. Esto no es algo muy popular que se pueda decir, pero México se extiende mucho más allá de la frontera política al norte, como también Estados Unidos llega mucho más al sur. Es decir, esta muralla no tiene caso, pero es un símbolo, un símbolo muy destructor, aunque en realidad no es muy útil. Sigue habiendo garitas, de todas maneras, tráfico, compra y venta de cosas legales. Y sigue habiendo lugares como Juárez y El Paso, que son una ciudad partida en dos. O como Laredo y Nuevo Laredo, o Caléxico y Mexicali, o Tijuana y San Diego. Son comunidades simbióticas que funcionan porque la otra existe. Y poner una muralla en medio es un mal procedimiento quirúrgico, una pésima idea quirúrgica.
 
–¿Por qué cree que admiramos las murallas y muros?
 
–Porque admiramos el poder, porque básicamente lo que más nos cuesta es despojarnos del poder propio, del de los demás, del grupo, de la nación. Decía el teólogo dominico, vivo, James Alison, que cuando uno se quiere meter a un grupo, lo primero que uno aprende son las canciones de odio.
Si de repente decido que quiero irle a un equipo de fútbol, antes que aprenderme las estadísticas o las alineaciones, lo que aprendo es el odio que ese equipo le tiene a otro. Lo mismo si me quiero hacer pasar por un miembro de una comunidad, lo más probable es que lo primero que aprenda serán esas canciones de odio. Admiramos a las murallas porque nos gusta el poder, no hemos logrado más que en ciertos individuos y en algunas comunidades abandonar esa fascinación.

Pablo Soler Frost, autor de Grietas. Acerca de las murallas (Turner, 2019)

 –Estamos a un par de días de conmemorar la Caída del Muro que todo mundo pensaba que iba a ser el último, que iba en sí mismo a tumbar otros muros, pero resulta que fue al revés.
 
–Así es. Sin duda la efeméride es importantísima. La gente pensaba que el Muro de Berlín era eterno, igual que la URSS era eterna. Sin embargo, con la Glásnost y la Perestroika, una de las primeras víctimas fue el eslabón más débil que era justamente el Muro de Berlín, porque no se puede tener apresada una ciudad más que cierto tiempo. Tilda Swinton tiene una de las piezas más bonitas sobre el Muro de Berlín, porque ella recorre en bicicleta el muro cuando todavía estaba en pie y luego vuelve a recorrer el perímetro de la ciudad ya con el muro desaparecido (25 años después de su caída, en 2014). Y esas son dos piezas muy bonitas en las que se ve la libertad en contra de la cárcel; se ve el relajo, la tranquilidad, o la manera normal en que la vida se propaga, en contra de las maneras seudoutilitarias, ideologizadas como era el Muro de Berlín. Escribí mucho sobre él en este libro porque llama la atención de muchísimos artistas, desde Joseph Beuys, hasta David Bowie o Sex Pistols. Hubo mucha gente preocupada. Era un muro en el que la gente tomaba distancia una de la otra. No en balde John F. Kennedy habló de un lado de Berlín y Fidel Castro del otro lado. Muy poca gente pudo hablar de los dos lados y  justamente ellos son los constructores de puentes: por ejemplo, Martin Luther King Jr. habló en los dos podios, en Berlín Oriental y Berlín Occidental, entre muros, su actitud moral era tal que podía hacerlo sin demeritar su acción, ni su combate ni su esperanza. Pero me parece un muro muy paradigmático, lo fue mientras no se tiró y cuando la gente comenzó a rascarlo. Me parece muy impresionante que hubo máquinas gubernamentales que sí quitaron grandes secciones del muro, la noche del 9 de noviembre de 1989, pero gran parte del muro se perdió porque la gente empezó a llevarse pedacitos. Y es una manera increíble de demostrar que el ciudadano de a pie es mucho más grande que las ideas abstractas, totalitarias.
 
–Hay muchas referencias al arte en Grietas. ¿Qué función tienen el arte y la cultura para construir muros o para derribarlos?
 
–Sin duda un artista puede decorar muros, no sé qué tanto construirlos, pero sí hay artistas que sea han prestado a decorarlos, sin duda. Pero la función del arte, si todavía tiene alguna función ahora en el siglo XXI, sería justamente quitarnos las ideas exclusivistas, de pensar que todo lo tenemos que vivir entre ellos y ellas y nosotros nosotras. Todos los seres humanos compartimos el arte, pero no todos los seres humanos compartimos la muralla. A la muralla y muro, una manera de destruirla, es evidentemente el arte. La película de Wim Wenders sobre los ángeles (Das Himmel Über Berlin, Las alas del deseo, 1987) fue filmada en Berlín con el muro de pie, pero el muro en esa película prácticamente ya no existe, tal vez porque son ángeles y pueden moverse. Pero, las murallas, es raro que sobrevivan a la generación que las construyó; en cambio, el arte sobrevive generaciones y generaciones, y es redescubierto y es olvidado y es vuelto a descubrir. Si fueran dos caballos, sí le apostaría más al arte que a la muralla.

Pedazo 266 del Muro de Berlín en el ex Museo de Historia y Arte Moderno de la calle de Tepic, colonia Roma, propiedad de Luis Alonso Sordo Noriega, que se buscó subastar en 2017.
Pedazo 266 del Muro de Berlín en el ex Museo de Historia y Arte Moderno de la calle de Tepic, colonia Roma, propiedad de Luis Alonso Sordo Noriega, que se buscó subastar en 2017.

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