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Cultura

Byung-Chul Han, el filósofo de la sociedad del cansancio

Byung-Chul Han, el filósofo de la sociedad del cansancio
Foto: Especial

A partir de la polémica desatada por el suicidio de una joven estudiante del ITAM se ha puesto a debate el tema de la salud mental, inteligencia emocional y otros problemas que afectan a los jóvenes y a la sociedad actual en general, expuesta a la hiperinformación, los metadatos, la rapidez, la competitividad, las nociones de eficiencia y excelencia; inmersa en un contexto en el cual la contemplación y el ocio son vistos como defectos e incluso conductas reprochables. La Hoguera te comparte un ensayo (de quien firma el presente texto) sobre el filósofo Byung-Chul Han.

Byung-Chul Han, autor de La sociedad del cansancio (2010), nació en Seúl, Corea del Sur, en 1959. Sus estudios sobre filosofía, literatura alemana y teología los ha cursado en la Universidad de Friburgo y en la Universidad de Múnich. Su tesis de doctorado en la Universidad de Friburgo, la escribió sobre el filósofo Martin Heidegger. Ha dado clases de Filosofía y Teoría de los medios en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe.

Si uno quiere lograr comprender la sociedad contemporánea, el papel que el individuo tiene en ella y cómo el individuo es afectado al formar parte de ésta, tiene que leer los textos de Byung-Chul Han. En sus textos hace amplios análisis de la sociedad capitalista actual y los efectos que ésta y las nuevas tecnologías tienen y cómo se reflejan en el ser humano.

En la sociedad del cansancio, Byung-Chul Han hace un análisis sobre la sociedad contemporánea y cómo el individuo sufre de enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO), que se han vuelto características de la época. Comienza por la existencia de ciertos estándares que se tienen hoy en día que llevan al ser humano a una situación de explotación que se logra diferenciar a las formas de explotación anteriores.

La violencia neuronal

En esta primera parte del libro Byung-Chul Han explora y explica el paradigma inmunológico que predominaba durante la Guerra Fría. Este paradigma inmunológico no solo se veía reflejado en las enfermedades, sino también en los conflictos internacionales. Este paradigma inmunológico se caracterizaba por una reacción ante lo negativo, ante lo extraño, ante lo desconocido, ante la otredad. Lo diferente hoy en día es que ya no se puede aplicar el paradigma inmunológico.

El paradigma inmunológico y la globalización no logran ser compatibles, ya que se han disuelto fronteras y límites lo que dificulta el reconocimiento de lo extraño y, al mismo tiempo, ha propiciado su asimilación. El sujeto inmunológico se ha convertido en un turista o en un consumidor.

Así cómo Byung-Chul Han explora más a fondo este tema en su libro Hiperculturalidad (2005), el individuo hoy en día es un ser desfactificado, vive suprimiendo la conexión al lugar. El mundo en el que vive se caracteriza por el hipermercado de cultura. Ya no hay una repulsión a las culturas que les son ajenas, sino, una atracción, se genera este concepto de lo exótico para nombrar a lo extraño. Este fenómeno no se presentaría en un mundo que se caracteriza por el paradigma inmunológico.

Han retoma a Braudillard para reafirmar cómo la sociedad del siglo XXI, pobre en negatividad, tiene enfermedades que son causadas por un exceso de positividad. Esta es una violencia causada por lo idéntico, lo cual es provocado por un rechazo no inmunológico. Esta violencia que es causada por la superproducción, el superrendimiento o la supercomunicación, se debe a la sobreabundancia de lo idéntico que ya no requiere un agente extraño que deba ser expulsado. La abreacción digestivo-neuronal y el rechazo han reemplazado a la resistencia inmunológico que caracterizaba al paradigma inmunológico.

La sociedad pacífica y permisiva hace más difíci identificar la violencia de la positividad. Esto se debe a que ya no reina una polarización entre lo que se debe concebir como amigo y enemigo, o propio y extraño. La violencia neuronal es una violencia sistémica, está violencia dejó de ser privativa y exclusiva para convertirse en restaurativa y exhaustiva.

Más allá de la sociedad disciplinaria

Byung-Chul Han retoma la sociedad disciplinaria de Foucault, caracterizada por la exclusión de lo que se consideraba como anormal, la compara con su sustitución, la sociedad del rendimiento. Los individuos pasaron de ser sujetos de obediencia a ser sujetos de rendimiento.

Mientras que la sociedad disciplinaria se definía por el verbo modal negativo “no-poder”, la sociedad del rendimiento del siglo XXI carece de esa negatividad con el verbo modal positivo “poder”. Esta sociedad se caracteriza por su promoción al emprendimiento para tomar el lugar de la prohibición. El resultado de la sociedad contemporánea son fracasados y depresivos.

La transformación de la sociedad disciplinaria a la del rendimiento se dio con el objetivo de incrementar la producción. Un modelo con negación ya tiene marcado un límite, mientras que, una que cuenta con un esquema positivo no está regida por limitantes que impidan el crecimiento. El poder no anula el deber, sino que, le da continuidad y es por esa razón que el sujeto de rendimiento seguirá produciendo.

Han menciona el análisis de Alain Ehrenberg para explicar cómo la sociedad del rendimiento se rige por el poder. El vivir en una sociedad que sostiene que todo es posible crea un imperativo de rendimiento que el individuo, que se pertenece sólo a sí mismo, se verá forzado a seguir. El hombre depresivo del siglo XXI es el animal laborans que efectúa su propia explotación, misma que se convierte en su propia ejecución cuando éste ya no puede poder más. Y aunque es dueño y soberano de su existencia, este individuo no cuenta con libertad, las estructuras de obligación lo orillan a la libre obligación de incrementar su rendimiento para alcanzar los estándares de la sociedad que cree que nada es imposible.

El aburrimiento profundo

Contrario a lo que llegaron a plantear filósofos de otras épocas, Byung-Chul Han sostiene que el aburrimiento es el punto máximo al que se aspira espiritualmente. El ser humano ha adaptado el multitasking en su vida cotidiana y, aunque sea visto como un avance para el ser humano, coincide más con un acercamiento al salvajismo.

Los animales salvajes, para cuidar su supervivencia, tienen que mantener su atención en diferentes actividades al mismo tiempo. Su atención se asemeja a la del individuo que forma parte de la sociedad del rendimiento, que solo se puede permitir un uso superficial de la atención para realizar sus tareas en un entorno donde tiene como objetivo sobrevivir. La vida contemplativa ya no tiene lugar en esta época ni en la vida de los individuos que viven ajetreados buscando alcanzar los imperativos del poder. El sujeto de rendimiento fragmenta su atención para poder cumplir con las diferentes actividades cotidianas de la contemporaneidad, usando el multitasking como principal herramienta para cumplir los estándares, acercándose al salvajismo cada día.

Ya no hay más baile al caminar, ni asombro por la existencia o don de la escucha, ésto debido a la eliminación de la vita contemplativa. Se ha dejado de lado una parte primordial para el desarrollo espiritual del ser humano, la que se liga a las experiencias bellas y perfectas del ser humano, y lo ha dejado con una atención que lo priva de la contemplación y con una hiperactividad mortal que lo llevará a su fin espiritual.

Vita activa

Byung-Chul Han retoma a Hannah Arendt para explicar al sustituto de la vita contemplativa y los efectos que tiene en los individuos. La vita activa ha sido puesta como supremacía para la sociedad. Con ella se cambia la orientación de la posibilidad, diferente a cómo había planteado Heidegger, ya no se limita por la muerte, sino que, el ser humano por haber nacido debe llevar a cabo la acción. Esta acción tiene tintes heroicos y casi religiosos.

La vita activa se convierte en una prolongada pasividad durante la vida del sujeto del rendimiento. Ésta limita al animal laborans a cumplir sus obligaciones de trabajo y a simplemente ejecutar acciones, casi de manera mecanizada, para cumplir los estándares de producción. Esta motorización en las acciones del ser humano parecen de carácter evolutivo por su semejanza a procesos biológicos.

El animal laborans tardomoderno, hiperactivo e hiperneurótico, es más individualizado y tiene más ego que sus antecesores. Estas características lo tienen en una condición inestable internamente que se caracteriza por su pasividad. Las actividades modernas ya no contemplan la espiritualidad ni la contemplación, todo es reducido al nivel de trabajo que lleva a un nerviosismo agudo.

Esta separación del ser humano tardomoderno con los demás individuos de la sociedad, lo aísla y le genera nerviosismo y ansiedad. Ya todo es visto como efímero y no hay algo constante o duradero en lo que el individuo pueda confiar para alcanzar el sosiego. También es privado de alguna religión, creencia o Dios que traiga esa sensación de duración y elimine el miedo a la muerte. El animal laborans está condenado a una vida desnuda, en la que solo se contempla el mero trabajo y la nuda vida. Y la única razón para mantener la nuda vida sana es la obligación.

En la vida desnuda la sociedad del rendimiento no es libre, solo crea nuevas obligaciones. Byung-Chul Han dice: “Una sociedad de trabajo, en la que el amo mismo se ha convertido en esclavo del trabajo. En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados” (Han, 2010). Esto genera en el individuo un conflicto interno ya que el es verdugo y víctima al explotarse a sí mismo. El pensamiento, al ser la más activa de las actividades que se pueden realizar en la vida contemplativa, queda como una acción principal para el futuro del ser humano.

Pedagogía del mirar

El ser humano de hoy en día no tiene la calma ni la paciencia para mantener una profunda y contemplativa mirada que centre su atención en un punto, su mirada se rige por impulsos. Este, lo presenta Han como un síntoma del agotamiento espiritual. La incapacidad de poner resistencia a impulsos e instintos lleva al origen de obligaciones que se sumarán a la vida del sujeto del rendimiento.

La acción se disminuye a “un agitado e hiperactivo reactivo reaccionar y abreaccionar” (Han, 2010). El poder controlar los impulsos y detenerse significa una acción más activa que éstas ya que anula la mecanización del ser. La negatividad del no es lo que el ser humano contemporáneo requiere para librarse de lo que se le ha impuesto. La hiperactividad reina en la vida cotidiana y así es como los individuos se mantienen en un estado pasivo, sin ser soberanos ni centros, realizando acciones de manera obligada.

Conclusión

Ha quedado claro que el crecimiento de los padecimientos neurológicos tiene una fuerte relación con los estándares de producción y las obligaciones que se crea para el individuo. Hoy el individuo está más conectado que nunca por las nuevas tecnologías pero se ha convertido en el ser más individualizado. Ya no tiene la capacidad para contener sus instintos animales y se va acercando al salvajismo. La decadencia espiritual no tiene más clara representación que la depresión.

Perder la capacidad de contemplar la maravilla de existir, observar el mundo que nos rodea, disfrutar de la música, aburrirnos, centrar nuestra mirada en un punto o controlar nuestras acciones, llevará a la humanidad al colapso. Analizar por qué el ser humano realiza sus acciones debe ser el primer paso, es necesario dejar a un lado la mecanización utilizando la resistencia para que el individuo vuelva a ser soberano de sí mismo.

Referencias
Han, B. (2010). La sociedad del cansancio (2nd ed.). Barcelona: Herder.
Han, B. (2005). Hiperculturalidad (1st ed.). Barcelona: Herder.

También en La Hoguera:

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