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Cultura

“A través de la danza encontré mi identidad cultural como hombre negro”: Rafael Palacios

Rafael Palacios
Foto: Sergio González Álvarez

El coreógrafo y bailarín colombiano Rafael Palacios, director de la compañía Sankofa DanzaAfro, refiere que encontró su identidad como afrodescendiente a través de la danza y sostiene que en América Latina hace falta reconocer todas las contribuciones de la gente negra, su conocimiento, espiritualidad, música, danza, gastronomía, arquitectura, como reivindicación de una cultura que ha aportado mucho a la construcción del mundo.

Desde los cinco años, Palacios ya no quiso hacer nada más en su vida que dedicarla a la danza; a los 17 ingresó al Ballet Nacional de Colombia, que lo llevó por 18 países de África, donde entró en contacto con dos de las legendas de la danza contemporánea de ese continente, la senegalesa Germaine Acogny y la burkinesa Irene Tassembedo; tras lo cual volvió a su país y en 1997 fundó Sankofa, que tendrá dos funciones en Ciudad de México.

La compañía de bailarines afrocolombianos presenta en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, el viernes 13 de septiembre, a las 20:30 horas, y el sábado 14, a las 19 horas, la coreografía La ciudad de los otros, que aborda la discriminación étnica y la desigualdad social que sufren los afrodescendientes en Colombia y, en general, en América Latina.

Según Palacios, la obra mezcla los contextos urbanos y tradicionales de las danzas de los afrocolombianos, con las técnicas que aprendió en la escuela Mudra Afrique de Acogny y de Tassembedo, y se construyó a partir de experiencias propias de los bailarines en escena.

En la coreografía se interpretan y bailan ritmos urbanos y contemporáneos, como la salsa choke y el hip hop, y tradicionales como el bullerengue y el currulao.

La ciudad de los otros es considerada la obra cumbre de Rafael Palacios y se presentó en The Joyce Theatre neoyorquino el año pasado, como parte de una gira por Estados Unidos, con lo que Sankofa hizo historia al ser la primera compañía colombiana en ese foro.

En ella, destaca también la música de tambores, que según el artista escénico siempre ha sido el vínculo de la diáspora africana con su origen y le brindó felicidad durante su esclavización en América. “Y lo que genera en La ciudad de los otros es sanación”, dice.

Para el artista y activista colombiano por los derechos de los afrodescendientes, su obra trae a México el conocimiento de las comunidades negras latinoamericanas y su resistencia por sobrevivir.

Palacios, que también impartirá un taller el 11 de septiembre en La Cantera (Ponciano Arriaga, 31, colonia Tabacalera), conversó al respecto vía telefónica con lahoguera.mx, en una entrevista que contó con el apoyo de los bailarines Ana Laura Santana Plascencia y Emilio Martínez.

—¿Qué es La ciudad de los otros?

Es una obra creada en el contexto de los 150 años de la abolición de la esclavitud en Colombia, en el año 2010. Quisimos plasmar en una coreografía esa conmemoración, pero uniéndola al presente, con la situación de los afrodescendientes en Medellín; es decir, qué oportunidades tenemos, qué dificultades, adónde podemos acceder y adónde no, y qué propuestas podemos darle a la sociedad para poder tener una vida más justa y digna.

—¿Por qué el nombre de La ciudad de los otros, que denota ya  exclusión?

Porque en México como en muchos países, siempre hay poblaciones que han sido vulneradas en sus derechos humanos y que han sido excluidas, y a nosotros nos interesa hablar de eso en el escenario. Queremos alejarnos de esos imaginarios de erotismo y exotismo que se han impuesto a las comunidades negras para montarnos en un escenario y hablarle al público de lo que realmente nos preocupa día a día, de esas maneras que no son correctas para el trato que deben darnos a nosotros.

—¿Cómo crea sus montajes?

Los creo a partir de una idea o una reflexión que me interesa a mí y que comparto con los bailarines y los artistas con los que trabajo, y si todos estamos de acuerdo entonces desarrollamos esa idea a través del cuerpo que baila. Y los monto a partir de imágenes, de reflexiones, de lecturas, de investigaciones, del saber qué trae cada uno de los bailarines, bailarinas y músicos que hacen la obra. Nos basamos mucho en las experiencias de cada uno, porque cada vez que nos subimos al escenario queremos autorrepresentarnos, y para eso tenemos que apelar a nuestras propias experiencias de vida.

—¿Tiene alguna técnica en especial para este tipo de montajes? Imagino que con sus viajes ha absorbido por todo el mundo su conocimiento coreográfico.

Sí, claro. Yo fui formado por Germaine Acogny (Senegal) e Irene Tassembedo (Burkina Fasso), dos grandes maestras de la danza africana contemporánea, y esa técnica respalda mucho mis obras. Pero también están las técnicas de las danzas tradicionales afrocolombiana y afrourbanas, es decir los conocimientos que nosotros habíamos creado aquí en Colombia. Y es a través de todas esas técnicas de origen afrodiaspórico, que yo investigo, hago improvisaciones, exploraciones y composiciones, para crear los movimientos y las coreografías que proponemos al público.

—Sobre los bailarines, ¿qué cosa particular observa usted al trabajar con la anatomía de los artistas afrodescendientes o los africanos?

En realidad, no pensaría que hay una cualidad anatómica que busque; yo lo que busco son seres humanos que tienen algo que decirle a la sociedad, seres que quieren transformar su mundo a través de la danza, que piensan que la danza es una herramienta que puede crear entornos protectores. De hecho, lo que me interesa más que pensar en esa anatomía es simplemente el ser humano que se dedica a través de la danza a resolver la vida misma.

—En el caso de esta técnica que usted fue desarrollando, ¿cómo considera sus coreografías, como danza contemporánea, expresionista, folclore? ¿A qué las vincula?

Lo que nosotros logramos es una danza contemporánea que no se deslinda de sus raíces tradicionales y del origen en las que fueron creadas, que es la misma filosofía con la que surgió la escuela Mudra en Senegal, de la que yo vengo. Es decir, una contemporaneidad, pero que está basada y respaldada por la tradición, Nosotros no queremos alejarnos de lo que somos como cultura y como identidad, ni ese pasado que nos ha permitido vivir y sobrevivir. Entonces, en mis coreografías lo que la gente encuentra es un diálogo en donde el presente y el pasado, la tradición y la contemporaneidad no son una dicotomía, al contrario se completan.

—¿Cómo es que usted mezcla tantos estilos en una coreografía?

Bueno, lo logro gracias a los bailarines. Porque los que llegan a la corporación están llenos de muchos saberes. Hay algunos que hacen danza tradicional, otros danza urbana, otros contemporáneo. Y es escuchándolos a ellos y permitiéndoles ser lo que son en el escenario que logramos comenzar un diálogo en donde ninguna técnica queda excluida y, por el contrario, se complementan. Y es por eso que muchas veces en mis obras vemos varias técnicas y no una sola.

—Las comunidades de afrodescendientes en México están muy marginadas en áreas rurales o de la costa, no hay una integración urbana como la que vi en Colombia, por ejemplo, en Cartagena, ¿Cómo integró el contexto urbano de los afrodescendientes de Colombia a sus coreografías?

—Lo que pasa es que las poblaciones negras en Colombia viven en zonas urbanas y en no urbanas, y siempre están en constante diálogo. Cuando vienen a Medellín a vivir y traen todo su conocimiento desde la tradición y lo urbano de sus zonas, esas son las expresiones que nosotros usamos para podernos expresar ante el público. Yo pensaría que para mí es una manera muy natural, no es que yo tenga que pensar una fórmula o crear una nueva manera, para mí simplemente fluye desde el saber de cada uno de los bailarines.

—¿Cómo y cuándo encontró su gusto por la danza y cómo descubrió sus raíces?

Nací en Medellín, pero mi papá es del Chocó, una de las zonas negras de Colombia, y mi mamá es de esta región. Entonces, me di cuenta muy rápidamente de que esta población en donde yo nací siempre me estaba tratando como el Otro, es decir, como una persona extraña por mi color de piel y por mi apariencia, pero yo había nacido aquí al lado de ellos y conocía muy bien su cultura. Y empecé a cuestionarme.

Respecto a la danza, mi papá me enseñó a bailar a los cinco años y ya no quise nunca más hacer otra profesión, es decir desde pequeño sabía que lo que yo quería hacer era el baile, a través del baile encontré una manera de identificarme culturalmente como hombre negro. La danza me ha servido a mí para crear una identidad cultural a través de ella.

—En 2005 entrevisté en la Feria del Libro de Guadalajara a la Nobel de Literatura Toni Morrison, que acaba de morir. Cuando le pregunté qué era para ella la cultura estadounidense, me respondió que la cultura de su país era negra. Como artista, como bailarín, como afrodescendiente, ¿qué es para usted la cultura latinoamericana?

Toni Morrison es una persona a la que admiro mucho y que me ha influenciado mucho a través de sus libros. Tiene mucha razón, creo que lo que ella nos está diciendo es que la cultura negra ha aportado muchísimo para la construcción de todas las culturas en donde existimos; es decir, en América del Norte y del Sur, nosotros los negros hemos aportado con nuestro conocimiento, con nuestra espiritualidad, con nuestra música, con nuestras danzas, nuestra gastronomía, la arquitectura que ya la conocíamos desde que los extranjeros nos esclavizaron de África. Creo que es una reivindicación de la cultura negra, para que sea tomada como una cultura que ha aportado mucho a la construcción del mundo. Y creo que es en esos términos en que pensaría que en América Latina hace falta reconocer todos los aportes de nosotros, la gente negra, para que América Latina se conciba como lo que es : un lugar y un territorio multicultural y diverso.

—Con sus coreografías y espectáculos ¿ha notado cambios en la sociedad colombiana respecto de su percepción de sus afrodescendientes y sus culturas?

—Creo que sí, si no no estaríamos haciendo lo que hacemos de manera tan convencida. Sí hemos logrado que el público entienda en muchas de nuestras obras que bailamos para expresarnos, para expresar nuestro pensamiento filosófico y político, para exigir transformaciones sociales a favor de nuestras comunidades. Los temas que nosotros llevamos al escenario tocan al público, les hacen reflejarse en nuestros propios problemas. Definitivamente, el arte, desde que tiene una mirada crítica, puede aportar mucho a la transformación social.

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