A Fuego Lento
Pensar que hace un año pedían a Ramos y Aristegui para cuidar a AMLO. . .
Hace un año, en el punto más álgido de la campaña y de cara al segundo debate presidencial, los simpatizantes de Andrés Manuel gritaban como pregoneros para que el INE convocara a Jorge Ramos o a Carmen Aristegui a moderar el encuentro. Argumentando que su imparcialidad impediría que el líder de Morena fuera golpeado públicamente como parte de la campaña en su contra. Cuantas cosas pasan en un año, ¿no?
Las semanas previas al domingo 21 de mayo, fecha del segundo debate en Tijuana, los seguidores de Andrés Manuel inundaron las benditas redes sociales con la demanda #QueModereAristegui, a la que también se sumó la petición de que traer a Ramos desde Miami para que hiciera lo propio. Esto al considerar que los moderadores designados por el INE —León Krauze y Yuriria Sierra— favorecerían a Ricardo Anaya o José Antonio Meade y afectarían a Andrés Manuel.
El principal argumento era que, mientras León y Yuriria son de la prensa fifí al servicio de la minoría rapaz y la mafia del poder, Ramos y Aristegui habían demostrado con creces su profesionalismo y, ¿por qué no?, su rechazo al PRIAN. Carmen por los hechos de todos conocidos durante el sexenio de Peña Nieto y Jorge por la manera en la que, en entrevistas, desnudó al presidente y a otros más, como fue el caso del mismo Ricky Riquín Canallín.
La coalición Juntos Haremos Historia y Regeneración, el órgano de propaganda de Morena comandado por el hoy vocero Jesús Ramírez, incluso se subieron a las tendencias en Twitter con campañas mediáticas, varias veces alusivas al Tigre que Andrés Manuel amenazó con soltar. Agregando a la lista de candidatos nombres como el de Rubén Luengas o Jenaro Villamil, hoy encargado de crear la ‘BBC mexicana’, aunque los protagonistas siempre fueron Aristegui y Ramos.
Hoy, pasado el debate, la elección y los primeros 5 meses de la presidencia de Andrés Manuel, las cosas son diferentes. Ramos se volvió el rostro de la prensa fifí cuando, el 12 de abril, encaró, literalmente, al primer mandatario en plena mañanera. Cuestionándole lo mismo los altos índices de violencia en el primer trimestre de su sexenio, la relación con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y, la joya de la corona, sus constantes choques y desencuentros con los medios, particularmente el Reforma.
Mientras las benditas redes sociales y los youtubers del régimen cocían a twittazos a Ramos, Andrés Manuel redobló ofensivas contra Reforma, propiciando marejadas de ataques contra el diario y sus directivos. Ante esto, Aristegui, quien volvió a la radio una vez que López Obrador ganó la presidencia, entró al quite. El viernes 26 publicó en su columna del diario conservador un mensaje criticando que Andrés Manuel lo hubiera vuelto su enemigo político.
Hace un año, hasta el diario oficial de Andrés Manuel se desvivía porque Ramos y Aristegui le cuidaran las espaldas al mandamás de Morena en el debate donde, candidatos y moderadores, lo arrinconaría. Hoy, a los ojos de los más enardecidos seguidores del presidente, ambos son rostros distintos de la campaña de desprestigio que los conservadores han emprendido contra el gobierno. Uno por ser un infiltrado de la CIA, la otra por haberse vendido finalmente a la prensa fifí, dicen. Que poco dura el amor en los tiempos de la 4T.
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