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“Esperaba que se descarrilara, pero no que se fuera a caer”, revela usuaria de L-12
Luego de las diversas fallas que había presentado la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (stc)-Metro desde su inauguración en marzo de 2012 y su reapertura en noviembre de 2015, la señora María del Pilar Medrano, usuaria consuetudinaria de este transporte público y residente de la colonia Nopalera en Tláhuac, ya esperaba que una tragedia sucediera, pero no a ese grado.
Solamente preveía que el tren “se descarrilara más no que se fuera a caer”, revela e insiste: “Nunca, nunca, nos imaginamos que se fuera a caer”.
Desde el fatídico accidente ocurrido la noche del lunes 3 de mayo del 2021, en el que se venció una trabe del tramo elevado entre las estaciones Tezonco y Olivos, ocasionando el desplome de dos vagones y la muerte de 26 personas, además de cientos de lesionados y una afectación general a toda la ruta, ahora tiene menos tiempo para dormir pues debe dedicar aproximadamente cinco horas a su recorrido de ida y vuelta para transportarse a su trabajo en avenida Camarones, en la alcaldía Azcapotzalco, un recorrido que solía tomarle dos horas de viaje redondo.
Ya había descarrilado
La mujer, de 45 años de edad, detalla que era un secreto a voces una recomendación recurrente entre los usuarios de la Línea Dorada: “no se vayan en el último vagón”. Desde mucho antes del accidente los pasajeros tenían miedo de que en alguna de las varias curvas cerradas de los tramos elevados el tren fuera a descarrilarse ya que se escuchaba un ruido fuerte debido al desgaste de las ruedas contra los rieles.
Apenas dos años después del banderazo inaugural de la Línea 12, recuerda, y justo antes de que iniciara el mantenimiento en las 11 estaciones del tramo elevado mismo que lo dejó inhabilitado por un periodo de 20 meses, cuenta que a uno de sus tíos, que viajaba hacia Tláhuac, entre las estaciones Nopalera y Zapotitlán, le tocó sufrir un descarrilamiento justamente en la curva, cruzándose hacia las vías del carril contrario.
“Bendito sea Dios que no venía ningún tren en el sentido contrario”, expresa con alivio.
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La tierra se cimbró
El funesto día del colapso, María del Pilar había pasado temprano por la Zona Cero, pues acostumbraba a volver alrededor de las 17:00 horas, relata a La Hoguera, cinco horas más tarde, en el momento en que se desplomó la estructura y los dos vagones, sintió que la tierra se cimbró “como se hubiera explotado un tanque de gas estacionario”, describió la vecina que vive a escaso kilómetro y medio de la estación Olivos.
“Tuvimos suerte de que no nos pasara nada”, afirma, al tiempo que remarca que aún tiene temor de volver a abordar el Metro una vez que las autoridades pongan en funcionamiento la línea, pues aunque se afirma que están reforzando la estructura, “no se ve que le estén haciendo nada”, pues recorre diariamente toda la avenida Tláhuac para usar el Metrobús que se ofrece actualmente como alternativa a la ruta del Metro de la Línea 12.
“Lo usaré por necesidad, pero no veo que le hagan nada, solo puros parchecitos, parece que le están poniendo curitas. Veo que le raspan un poquito, como un metro, para echarle cemento, pero eso se levanta con la tierra. No tiene apoyo. Yo imaginaba que le iban a poner unas placas de acero para reforzarlo o que le iban a poner otra columna en medio de las columnas que ya tiene. No sé cómo le vayan a hacer, lo mejor es que lo pongan a ras de tierra”, declara.
Aunado al “viacrucis” que padece a diario desde que ocurrió el accidente, ahora gasta 40 pesos adicionales para completar su viaje de ida y vuelta al trabajo, pues mientras antes únicamente invertía 10 pesos ahora el traslado diario le cuesta 50 pesos, además de que ahora está expuesta a la inseguridad, a la posibilidad de ser víctima de un robo a mano armada en los microbuses que utiliza.
“La caída de la Línea 12 vino a complicarme mi traslado, el gasto en pasaje, además de que nunca voy a recuperar el tiempo de sueño, las horas que no estoy durmiendo. Eso nunca lo voy a recuperar. Paso más tiempo en la calle, en el transporte, que en mi casa”, lamenta María del Pilar.
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