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Cultura

“Vivimos en un país que se guía por colores de piel y aplica juicios con ellos”: Johana Fragoso

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Johana Fragoso Blendl se graduó como psicóloga en la Universidad Iberoamericana, pero su condición de mujer albina, que en su infancia y adolescencia la hacía víctima de insultos y agresiones, la llevó a protagonizar un video de Café Tacvba y dos largometrajes: Asfixia, de Kenya Márquez, y La noche de Franco, de Bernardo Arellano, con Tenoch Huerta, todavía por estrenar.

La joven lamenta que México sea un país que se guía por los colores de la piel y hace juicios sobre ellos. Y comparte que pudo soportar toda la violencia que sufre en Asfixia su personaje de Alma –una joven albina que sale de la cárcel adonde llegó por culpa de su pareja, que además le arrebata a su hija Azul, también albina, a quien busca–, por las mujeres que son asesinadas a diario en el país.

Psicóloga, escultora y actriz, en entrevista confiesa con esa afabilidad de su carácter que su sueño es participar en alguna película al lado de la francesa Juliette Binoche o trabajar con David Lynch, David Cronenberg, Yorgos Lanthimos o Ari Aster. Admira a las personas trans, por su seguridad.
Psicología y actuación han estado pegadas desde que empezó su carrera en el cine, dice, porque, a su juicio, para poder actuar hay que hacer personajes interesantes y para hacerlos interesantes hay que hacerlos humanos y para conocer lo humano hay que escuchar.
 

–¿Cómo llega a Asfixia?

–Es una historia que a mí me parece muy graciosa, porque yo estudié psicología, soy psicóloga, y, de repente, se me da la oportunidad de participar en un video de Café Tacvba. Y me dije: “Sí, ¿por qué no?”. Y lo hice. Éramos dos chicas albinas. La otra chica que se llama Rubí Vizcarra, es una modelo albina, conoce a Kenya, y la ayudó con varias cosas de Asfixia y todo eso. Cuando Kenya ve el video, decide que yo soy como el personaje que ella quería. Me marca un día para ofrecerme el casting de su película. Y yo, sin saber actuar ni nada, dije: “Pues, órale, hagamos el casting”. Y de ahí pues fue un proceso vivencial de mes y medio para poder participar en la película sin ser actriz.

–Kenya Márquez cuenta que fue un proceso muy intenso, de ir a meterse al reclusorio, a Tepito. ¿Cómo fue esa experiencia de inmersión en ese mundo ajeno a su cotidianidad?

–Fíjese que yo no lo veía tan ajeno, pero hasta que estuve ahí me di cuenta que sí. ¡Qué diferentes vidas nos tocan en Ciudad de México por puro azar! Lo primero es que se me prohibió usar todos los lujos que fueran como Uber, coches privados, todo eso. Tenía que usar el metro, camiones, la ropa del personaje. Efectivamente, fuimos al reclusorio. Platicamos con mujeres que estaban dentro, pero que también ya habían salido para que nos contaran cómo era meterse de nuevo a la sociedad. Me puse a vender en La Merced. Jugué poliana, un juego de la cárcel, con ex presos en La Merced, a las 10 de la noche ¡Hágame favor!.  Y pues sí me abrió los ojos a muchísimas realidades en México que yo pensé que ya sabía de algún modo. Y fue muy impactante, la verdad. Además de eso: clases de baile, de canto, todos los días veíamos alguna película. Sí fue muy intenso el entrenamiento.

–¿Por qué pensaba usted que ya conocía esa parte de México?

–Afortunadamente en la escuela donde estudié, la Universidad Iberoamericana, las prácticas de psicología son desde primer semestre. La Ibero sí tiene un compromiso social muy fuerte, con estratos de la sociedad que la verdad caen en la precariedad casi, casi. Y entonces yo siempre estuve muy en contacto con niños de la calle, personas ciegas de bajos recursos, niños quemados en el Pediátrico de Tacubaya. Pensaba que, por tener estas aproximaciones, ya sabía un poco más de cómo se sentía estar del otro lado, pero la realidad es que yo siempre estaba desde mi lado; sí en estos contextos, pero siempre desde mí, no desde Alma, sino desde otro personaje. Fue también dejar de ver a mis amigos, para sentir esta soledad que siente Alma, y todo eso. Vivirlo en carne propia fue muy diferente a convivir en ese contexto.  

–De hecho, una de las cosas que me fascinaron de Asfixia fue justo la integración del personaje a ese ambiente. Y me sorprendió cuando me enteré que no tenía que ver con el contexto real de la actriz que lo interpretaba.

–Sí, la verdad es que, por el racismo que hay entre güeros y morenos en México, obviamente yo tenía un miedo internalizado a caminar sola por esos lugares; pero me imaginaba qué haría una persona albina. Tenemos esta idea de que el güero tiene dinero; la verdad es que, por cómo funciona el neoliberalismo en el país, sí la mayoría lo tiene, esto es una cosa racista muy extraña. Me acuerdo que iba caminando por estos lugares y yo ponía cara de… Yo estaba en personaje, pensaba en Azul (la hija de Alma en la película) y la fortaleza que le habría dado salir de la cárcel. Y hasta que se me quitó esta sensación de inseguridad. Y yo me decía: “Alma se tuvo que aprender a mover en Tepito, sin que la gente la molestara”. Y creo que eso  va de la mano con lo seguro que uno se puede sentir.

–La discriminación en Asfixia no sólo es hacia Alma, es una discriminación generalizada.

–Totalmente. A mí me gusta cuando la gente alcanza a ver que todos los personajes son víctimas de la sociedad, incluso el Bernie, que seguramente es un hombre que creció en un contexto así de violento como él. Y Clemente es un hombre en una sociedad en donde no se les permite a los hombres expresar emociones diferentes al enojo. Y Conchita, claramente, sufre discriminación por ser mujer y por ser morena. Pues, sí, todos los personajes tienen cierto tipo de consecuencias de nuestras conductas sociales.

–Cuando le presentaron el guion ¿qué fue lo que la hizo decidirse a participar?

–Yo sí me declaro fervientemente feminista y además por mi carrera a mí encanta convivir con la gente, me encanta acompañarlos en su camino a la sanación. Y cuando vi al personaje de Alma, me enamoré del personaje, me enamoré de este amor que siente por su hija Azul, yo no tengo hijos pero me imagino que, si los tuviera, los amaría muchísimo; entonces como que a mí también me permitía imaginarme con mi hijo imaginario, ja, ja, ja. Pues esta parte de violencia hacia la mujer, de crítica social… No sé, si me hubiera tocado el guion de una comedia romántica chafona, probablemente lo habría hecho por decir que hice una película. Pero afortunadamente me tocó un guion consciente, que forma parte de una narrativa social necesaria. Y pues dije “sí”, sin pensarlo.

–Voy a repetir algunas preguntas que le hice a la directora Kenya Márquez, porque me parece que tienen mucha relevancia en la película. ¿Cómo es que usted soportó tanta violencia como personaje, y meterse en ese personaje en la película? Me refiero a tanta violencia hacia la mujer, hacia la ex convicta, hacia la madre, hacia la mujer albina.

–Creo que se lo debo a la gente que realmente vive eso. Afortunadamente, yo estaba sufriendo esa violencia, pero decían “corte” y yo me iba a tomar un cafecito. Pero hay mujeres que no. Y creo que le debemos a todas ellas contar su historia. Vivimos en un país donde ocho mujeres al día son asesinadas, es algo muy alarmante pero ya se dice muy fácil, no se le toma la importancia. Por ellas, por esas mujeres asesinadas, yo pude soportar esa violencia.

–Ya me contó cómo llegó a Asfixia. ¿Cómo llegó al video de Cafe Tacvba de la canción Que no?

–A mí me etiquetaron en una publicación de Facebook y decía: “Estamos buscando un albino para un video de Café Tacvba”. Y el primer comentario decía: “Pues mucha suerte, porque los albinos y no creo que lo encuentren”. Y a mí ese comentario me dio risa, porque, la verdad, sí era un poco tímida, pero pensé “qué feo que piensen así de todos nosotros”.

–Curioso que hable de la timidez cuando usted hace desnudos en el video de Café Tacvba y también en la película Asfixia. Y rompe esquemas como personaje y como persona.

–Sí, estoy de acuerdo. Yo creo que es mi parte femenina, mi parte feminista que busca recuperar que el cuerpo pertenezca a la mujer y no a los medios manejados por hombres.

–¿Qué le gusta además de la psicología? ¿Cuál es su línea de trabajo en la psicología y cómo usted la alimenta con aficiones, con literatura, con cine…?

–Ahora estoy abriendo mi empresa, que se llama Escucha Activa. Y tenemos una modalidad, le llamamos Sesiones de escucha, pláticas de café, en donde nosotros creemos que lo más importante es escuchar al otro y que se sienta acompañado, y también acompañar a las personas a encontrar lo que le hace feliz. A mí lo que me hace feliz y con lo que complemento mi trabajo es que yo soy escultora, escultora de alambre. También me gusta escribir, en mi página de Instagram están mis escritos, me la tomo muy en serio, ja, ja, ja. Creo que la psicología y la actuación han estado pegadas desde el primer momento en que empecé a actuar, porque para poder actuar hay que hacer personajes interesantes y para hacerlos interesantes hay que hacerlos humanos y para conocer lo humano hay que escuchar. Yo he podido conectar todo eso para poder nutrir mi psicología. Yo me considero psicóloga, escultora y actriz, creo que mi vida se divide en esas tres vertientes ahorita. El próximo año me voy a ir a Canadá a estudiar una maestría que me va a permitir juntar mi lado escultórico como mi lado escultórico; es una maestría para aprender a dar terapia con el arte, mientras uno se desarrolla como artista. Para mí es eso: el arte es una de las terapias más poderosas que existen.

–¿Cuándo empezó a hacer escultura?

– Empecé a hacer escultura desde muy chiquita. Me gustó la plastilina, después pasé al barro, y el alambre lo tomé hace como cuatro años, hemos expuesto en varios eventos, como Solar, en Polanco, ahí vendí una pieza de mis últimas piezas. Básicamente ahora vendo piezas por encargo, aunque me gustaría exponer más más adelante. Mis piezas básicamente hablan de la conexión del humano con la naturaleza y con lo místico y cómo es lo mismo; cómo nosotros somos parte de la naturaleza. Toco muchos temas, como la emocionalidad en los animales, cómo los animales también tienen un corazón que funciona, que les da un mundo complejo. Y así.

–¿Cómo junto esta parte del arte con las terapias?

–A mis clientes les hago varias preguntas que a mí me parecen básicas para una vida mental sana: cuánto duerme, cómo duerme, cómo come, hace ejercicio y si tiene una expresión artística en su vida. Porque nos han hecho  pensar  que el arte es esta cosa inalcanzable, que solo los iluminados, artistas, pueden tocar, cuando en realidad todos podemos tener una expresión artística en nuestra vida, si bien, no ser artistas reconocidos ni mucho menos pero sí una expresión artística: dibujar, escribir, hacer música, bailar… Yo les pregunto si tienen algo así en su vida; si me contestan que no, pues les pido que busquen la que sea, aunque sea irse a bailar en una fiesta, que los pueda ayudar a expresarse, a canalizar emociones, que es muy importante, creo que de esa manera lo hemos nutrido.

–¿En qué momento de su vida tomó consciencia de que era una persona albina?

–Uy, yo creo que desde muy chiquita. Iba mucho a Cuernavaca con mis papás y pues obviamente me cuidaban del sol como si me fuera a romper. Mis amigos en la escuela siempre me dejaban muy claro que yo era diferente. Y los niños no es que fueran crueles, pero pues dicen las cosas sin filtro; me tocaban comentarios como de que era un fantasma, que parecía viejita, que nos bañamos en cloro. Siempre que yo  iba a comer a un restaurante con mis papás y me iba a jugar con mi hermano, acabábamos peleados con alguien porque él me defendía a mí de las cosas que a mí me decían. Y era bien duro porque yo siempre trataba de ser amigable, y me di cuenta que eso no importaba, porque la gente se sacaba mucho de onda cuando veía algo diferente, les hacía mucho ruido, yo creo.

-¿Cómo usted remontó eso?

–Desde pequeña fue difícil, después en mi adolescencia fue más difícil porque uno trata de buscar su identidad y, además, los albinos tenemos muchos problemas de visión, a veces tenemos estrabismo, por ejemplo, y yo sentía que la gente me iba a molestar por eso. Después me pinté el cabello, lo tuve pintado muchos años, y esa fue una época donde me pude sentir más normal; tuve más galanes, ja, ja, ja. Como que me sentí ya más normal. Y a los 19 me lo quise dejar güero otra vez. Y la verdad es que entre que fui al psicólogo, entre que encontré el arte en mi vida, entre que he tenido buenos amigos y buenos novios, pude superar el ser diferente y más bien usarlo como algo bueno. La verdad es que a mí me sorprende que tanta gente me busque para tomarme fotos. Es algo que si yo hubiera sabido de pequeña habría estado más conforme, quizás. Ahora nos tocó que en la Cineteca Nacional le preguntaron a Azul si a ella la discriminaban. Azul viene de una comunidad en Celaya que es muy chiquita. Y a mí me ha contado que no la invitan a fiestas, que la molestan y todo. Y en la Cineteca sí dijo que la veían como a un bicho raro, que sí la discriminaban mucho. Y yo decía: “Híjole, si Azul supiera todo lo que a mí se me da por ser albina”. O sea, que no se preocupara, que a la gente a veces es cruel porque en su vida ellos tienen problemas también, pero que tenga paciencia.

–¿Cómo estableció la relación y conexión con Azul, porque en Asfixia es el leit motiv de la película: la búsqueda que emprende una madre por su hija, con quien además comparte una condición? Fuera y dentro de la película ¿cómo fueron esa relación y conexión?

–Es que Azulita es increíble, es una niña súper chistosa, muy inteligente, desde el primer día nos pusimos a jugar, y primero nos hicimos amigas. Hice un vínculo con ella. Y ya después me tocaba ser su mamá, fuera del set tenía que hacer que comiera, la regañaba si se portaba mal, luego a veces hacíamos muchas tomas y se cansaba, y yo tenía que hablar con ella. Y la verdad, se hizo una conexión muy bonita que hasta la fecha tenemos. Y es que ella también se prestó mucho para entrarle a la ficción y eso hizo que todo fuera más fácil.

–¿Azul le compartió respecto a usted si la veía como modelo a seguir?

–No me lo dijo explícitamente, pero yo creo que sí. Justamente ayer pensaba en eso. En la primaria, me junté con una amiga de primaria, y pensé cómo yo me sentía muy sola, muy diferente, y a mí me habría encantado tener a alguien más grande que me dijera que no me preocupara, que voy a encontrar personas que me van a querer así como soy. Yo creo que a Azul seguramente le sirvió, quiero pensarlo así.

–Kenya Márquez me compartió que, antes de llegar a usted por el video de Café Tacvba, había hecho castings en toda la república, con actrices albinas. Me sorprendió que no sólo fueran personas albinas, sino también actrices. ¿Usted tuvo contacto con ellas? ¿Se han acercado a usted después de la película?

–Sí, me han buscado varios albinos, me han contactado por Facebook. Yo nunca me imaginé ser actriz. También de chiquita jamás vi un personaje albino que no fuera una burla o que no fuera malo. Si nos damos cuenta, creo que mucha gente no se ha dado cuenta de eso, pero cuando representan a un albino en el cine, es malvado o es una burla, porque no puede tomar el sol…, y los hacen un chiste. Asfixia es, por lo menos, la primera película mexicana que tiene un personaje albino que es un ser humano. No es la burla. Sí sufre una discriminación, pero no todo gira en torno a que es albina.  

–La situación de los albinos es gravísima, aun en la actualidad, en África, pero también hay una grave discriminación en México desde la Colonia, en la pintura de castas, por ejemplo, ya hay registro de esa discriminación hacia los albinos. Hace como un año se subastó en Morton un cuadro anónimo que lo representa.

–Híjole, voy a buscar ese cuadro. Hace una semana hubo una fiesta en mi casa. Y uno de los amigos de mi novio, alguien le dijo que era pelirroja y a mí, como albina, me dijo: “Ustedes son inferiores, genéticamente inferiores”. Y como que lo decía en broma, pero yo decía: “Pero ¿qué te pasa?”. Qué feo. La neta sí lo he pensado. Sí tenemos problemas de vista y lo que quieras, pero ya  no es una supervivencia animal en esta sociedad, ya podemos trascender todo eso. Muy loco, ¿no?

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Pintura de castas novohispana de autor anónimo, con pareja y niño albino . Cortesía Morton Subastas.

–Hablaba con Kenya Márquez sobre la paradoja en torno a los albinos o los afrodescendientes respecto a políticas públicas: ustedes son muy notorios y notables, pero en cuanto a políticas públicas son invisibles. Si usted llega a cualquier lugar todo mundo la ve, pero al mismo tiempo no hay políticas públicas que la reconozcan de entrada. Usted nació en un ámbito social muy diferente al de una persona como su personaje en Asfixia, Alma, me refiero en cuanto a desigualdad. ¿Cómo ha sido para usted este tema de las políticas públicas en relación con su condición?

–Que nos protejan. Vivimos en un país que desafortunadamente se guía mucho por los colores de la piel, y aplicamos juicios con esos colores. Por ejemplo, a Azul, lo que le pasa, no es que digan: “Ay, es la güerita”. No, la odian porque es güera, a pesar de que está en su mismo nivel social, la odian. Eso es algo que ya está muy metido en el discurso social y que hay que comenzar a cambiar. Otra cosa es, por ejemplo, el bloqueador solar. El bloqueador es carísimo. Yo no me imagino vivir sin bloqueador, me la pasaría ampollada. Y justamente en África se puede ver cómo las pieles de muchos niños albinos están ya marcadas por el sol. Como somos invisibles y hay muchísima discriminación, hay bullying en las escuelas, a todos nos dijeron los mismos insultos, pues sí podríamos aprender a educar a los niños para que respeten a sus compañeros albinos, por ejemplo. O hay tan poca educación, que hay muchos mitos, como que los albinos son hijos de incestos, o que los albinos son hijos de infidelidades. Hay albinos en comunidades chiquitititas, que nos tocó ver en persona, que sus papás los encerraban en sus casas durante años, por vergüenza. Todo eso, todo eso se podría resolver con educación. Ahorita hay varias asociaciones, Piel de Luna, Albino Latino… Justamente Ruby Vizcarra, la que estuvo conmigo en el video de Café Tacvba, tiene esta asociación de Albino Latino, y son como 40 albinos mexicanos, latinoamericanos; se juntan, platican, tienen como sesiones grupales, pero también se encargan de difundir información para que la gente deje a un lado estos mitos ya.

–Después de su experiencia de vida y de participar en Asfixia, donde justamente uno de los enfoques es esta discriminación hacia los albinos, aunque también hacia los enfermos, hacia los morenos, hacia los pobres, quisiera pedirle que usted me diera su propia definición de lo que es la discriminación en México.

–Uff. La discriminación en México es el miedo a la otredad. Olvidar que el otro es humano, poner mil etiquetas antes de llegar a ver que el otro es un humano. Ya sea por color o por estrato social, nos compramos muchos cuentos de la colonización, del capitalismo, del neoliberalismo. Nos contaron una historia y la discriminación es creerse esa historia colonial. Es no cuestionarse, no querer romper creencias, no querer acercarse al otro, olvidar la empatía, lo contrario a ser empático. Yo creo que es más miedo que ignorancia.

–¿Cómo se podría revertir la discriminación? Usted en Asfixia profundizó mucho al acercarse a las presas, a las mujeres que viven en barrios como La Merced o Tepito. ¿Cómo se podría revertir esta situación? Usted que es psicóloga profesional.

–Híjole, algo que no está en nuestras manos, pero que tiene que suceder ya, es que la brecha  económica se cierre tantito, porque no es posible tanta desigualdad. No es posible que la gente cultive valores cuando hay una injusticia social tan grande. Y que todos no tengan salarios y condiciones justas. Eso quizás es algo que va más allá de lo que como población podemos hacer, pero eso sería para mí lo más grande. Lo otro sería campañas, específicamente hablando de las mujeres en la cárcel; como sociedad tenemos que exigir que el sistema penitenciario cambie de raíz, que se deje de castigar a las personas por crímenes de sus parejas, porque muchas personas ahí están por crímenes de sus parejas. Que se voltee a ver otro tipo de justicia, la justicia restaurativa, el modelo restaurativo de justicia que se enfoca más en pagar los daños, en compensar, que en castigar nada más, castigar, castigar, castigar; luego la gente sale de la cárcel y no tiene ninguna asociación a la cual acercarse; hay algunas, está Reinserta, pero son muy pocas las asociaciones encargadas de ayudar a las personas que acaban de salir de la cárcel, a volver a ser parte de un tejido social del que ya no se sienten parte seguramente. Híjole, entre que tenemos que exigir como población, que también la ley se tiene que poner las pilas, porque el sistema penitenciario claramente no funciona. Y en cuanto a discriminación, el mexicano tiene que apropiarse con orgullo de ser moreno; tiene que dejarse de comprar el cuento de la belleza blanca, y tiene que estar muy orgulloso del color de piel que tiene. Es muy importante que volteemos a ver a los pueblos indígenas y que empecemos a copiar sus modelos de economía, de agricultura, de todo. No tiene mucho que ver, pero tiene todo que ver: necesitamos una revolución alimenticia, necesitamos que la gente comience a hacerse responsable de sus alimentos, como era antes; de que por comunidades aprendamos a sembrar, que dejemos de ver al agricultor como el “mugroso”. Sentirnos orgullosos de que México es un pueblo que está en contacto con su tierra y ya dejar de estarle comprando tortilla a Estados Unidos, por favor ¿qué es eso? Son muchas cosas que tenemos que hacer, pero el mexicano tiene que empezar a buscar una manera de sentirse orgulloso por ser mexicano. Empezando por ahí.

– Bueno, ahora vemos ese racismo con el asilo que dio México a Evo Morales.

–Totalmente, totalmente.

–¿Qué es lo que usted escribe en Instagram? ¿Qué es lo que le motiva a escribir?

–¿Mi escritura? A mí me gusta mucho escribir sobre lo místico, sobre lo humano, sobre el universo, sobre si hay vida después de la muerte, qué pasa cuando morimos; lo que nos conecta como seres humanos, más allá de nombre, raza, edad, lo que sea, qué nos hace a todo ser humano toda esta energía que nos conecta cuando nos dejamos conectarnos. Todo eso. Escribo mucho sobre la empatía, escribo mucho sobre cómo serían los viajes astrales si yo los hiciera, ja, ja, ja. Ese tipo de cosas.

–¿Quiénes son sus escritores favoritos? Platíqueme esa parte de usted como aficionada.
Mi autor favorito, hombre, es Milan Kundera. Y mi autora favorita mujer se llama Clarice Lispector.

–El próximo año es su centenario de Clarice Lispector.
–Sí, ella es mi favorita. Mi estilo de escritura a mí me gustaría que fuera como el suyo, superexistencial y sobre las relaciones, qué ser. Me encanta.

–¿El cine le gusta? ¿Quiénes son sus actores, directores?
–Yorgos Lanthimos, me encanta. Ari Aster, aunque es nuevo, me encantan sus dos películas; hace cine de terror, una se llama Hereditary y la otra Midsommer, están preciosas sus películas, bueno, a mí me parecen preciosas. David Lynch me gusta muchísimo. Pues esos, yo creo. De mexicanos, me gusta Luis Estrada, la verdad, me encanta su crítica social tan descarada y tan fuerte que tiene. No es que sea mi favorito —cuando soy fan, soy muy fan—, pero ahora el cine emergente de mujeres me encanta el estilo de Eva Villaseñor, ella hace todos su procesos, agarra cualquier cámara y hace sus películas y me encanta la poesía que tiene en ellas. Por decir algunos.

–¿Hacia dónde va su carrera como actriz? ¿La va a mantener?

–Sí, esa es la tirada. Ya hice otra película, protagonizada por Tenoch Huerta y dirigida por Bernardo Arellano; se llama La noche de Franco. Todavía no se ha estrenado, la filmamos en mayo. Mi personaje es una médium. Es una película como de ciencia ficción, en un mundo posapocalíptico en donde la contaminación ya no deja que la luz del sol nos llegue y hay criaturas muy extrañas. Tenoch Huerta llega a este hotel en busca de pistas que le digan dónde está su hermana, y yo soy una médium que lo va a ayudar a encontrar a su hermana, junto con esta actriz increíble que se llama Ariane Pellicer, hija de Pilar Pellicer. Fue un rodaje súper divertido, espero que la película esté igual de padre. Ya andaremos viendo. Y justo estoy tomando talleres de actuación, con Mónica del Carmen. Ahí, a ver, esperemos.

–Estoy yo fascinado con esta generación de mujeres cineastas nacidas en los 70 y 80, como Kenya Márquez, que están haciendo cosas maravillosas, rompiendo todos los clichés. ¿Cón qué directores le gustaría actuar? ¿Con qué actores? A escala mundial.
–Újole, a ver. Déjeme ver. Primero ¿seguirá vivo, aparte? Ja, ja, ja. Con David Cronenberg, es otro de mis directores favoritos.

Sí, sí sigue vivo.
–Uy, pues qué bueno, porque con él me encantaría. Uy, con David Lynch también me encantaría trabajar también. Con mujeres, pues con Juliette Binoche, actuar con ella, sería mi sueño hecho realidad. Con actores mexicanos me gustaría actuar con José Meléndez,  con Andrés Delgado y con Ofelia Botello, ella sería una mujer con la que me gustaría actuar. Y volver a trabajar con Mónica del Carmen. Ahorita estoy escribiendo un guion y quiero volver a actuar con ella.

–Usted tiene una figura muy atlética. ¿Hace algún deporte?
-Sí, hago yoga. Llevo como cuatro años y lo que me da esta conciencia sobre mi cuerpo. A veces yo soy una persona que a veces pienso mucho, bueno, ya no tanto porque ahora medito, pero como que me daba mucha ansiedad pensar tanto. Y el yoga me ha ayudado a ser más consciente de mi cuerpo entero, no nada más de mi cabeza y de recordarme respirar, de cómo respirar, nos regresa al momento presente, y podemos enfrentar lo que sea, lo que sea, lo que sea. Hay que tomar el control de la conciencia.

–¿Cuál es su concepto de belleza?
–A mí la belleza me parece igual a la seguridad. Ahora que hay tantas personas trans en México, a mí me encanta la gente trans, porque ha sufrido tanto que ya tiene esta seguridad tan fuerte. Y a mí se me hacen bellísimos, por ejemplo. Creo que va por ahí. Cuando veo a alguien, aunque no tenga los rasgos que nos han hecho pensar que son bellos, cuando veo que es una persona segura, que te ve a los ojos, y que habla padrísimo, y que sabe quién es y que no la puedes tirar con comentarios de odio, eso es lo que a mí se me hace bien bello. La gente que no tiene miedo. La gente cuyo propio cuerpo, su corporalidad, te dice que ellos mismos se aman y que con eso es suficiente. Para mí eso es la belleza.

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