Connect with us

Nación

Un año después, el Zócalo no volvió a rugir

Foto: Especial

El escenario era el mismo que el de hace un año, cuando culminó una lucha de dos sexenios hacia Palacio Nacional, y que hace 7 meses, cuando asumió la Presidencia de la República. La gente volvió a llenar la Plaza de la Constitución, volvió a haber música, fiesta, pancartas, banderas. Todos los ingredientes estaban ahí, pero el Zócalo no rugió como lo hace siempre que Andrés Manuel López Obrador toma el micrófono.

A las cinco de la tarde en punto, López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller emergieron de Palacio Nacional para que el presidente rindiera su segundo informe de labores a un semestre y un mes de haber llegado al recinto. Fecha que usaron para conmemorar, también, la que denominaron como la ‘Victoria del Pueblo’ en las elecciones del 2018. Surgieron las porras, el ‘no estás solo’ y el ‘es un honor estar con Obrador’, pero faltaba algo. La fuerza, la rabia de otras veces.

Camino al escenario encontraron a un hombre que logró sortear el operativo de seguridad y las barricadas, como aquel ciclista que evadió patrullas escoltas para emparejarse al Jetta presidencial el 1 de diciembre. Como siempre, López Obrador le atendió, lo escuchó, recibió sus papeles. Tras esto, por fin se encontraron con las más de 85 mil personas congregadas en el Zócalo. Un aullido de bienvenida, pero no el rugido de euforia desmedida que solo él puede causar. La gente seguía con la pólvora mojada de la llovizna previa al mensaje, seguramente.

Flanqueado por Claudia Sheinbaum y Porfirio Muñoz Ledo, la primera desaparecida bajo su sombra y el segundo engrandecido por su rebeldía, López Obrador inició. La joya de la corona de su sexenio: “ya no se tolera la corrupción desde la Presidencia de la República”. Aplausos, porras, insultos a los reporteros chayoteros, todo como siempre. Todo en orden, pero no había rugido. La repetición ha hecho el discurso algo común, la gente espera no menos que eso. Ya llegará.

Sigue el informe. En 7 meses, López Obrador combatió el huachicol, la corrupción y el fraude son delitos graves, se canceló la condonación de impuestos a grandes contribuyentes, desapareció el Estado Mayor Presidencial y sus elementos ahora cuidan al pueblo porque ‘al presidente lo cuida la gente’. Una ronda de aplausos. La lista de medidas de austeridad para eliminar los lujos y excentricidades de gobiernos anteriores mantiene la atención del público, pero no hay rugido.

Los programas del bienestar, la marca de la casa, tampoco hace el truco. Hay a quienes aún no les llegan, el mismo López Obrador lo reconoce, una vez se complete la entrega será un carnaval solo mencionarlos. Incluso, alguien lo interrumpe, “espérame un momentito, ya te atiendo”, le dice desde su escenario. Mientras tanto, no hay rugido. También niega cualquier asomó de crisis económica o desplome de empleos.

Aprovecha para agradecer a los empresarios, a los machuchones, por apoyarle y por estar presentes. Más por compromiso se escucha un aplauso para los 3 presentes: Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Miguel Rincón, su compadre. También, y “de todo corazón, desde el Zócalo, desde el corazón político, económico y cultural de México”, agradece la lealtad de las Fuerzas Armadas. Hay reconciliación y reconocimiento, pero no hay rugido.

Frente al presidente hay varias filas semivacías, reservadas para gobernadores y los más grandes empresarios del país. Casi todos lo desairaron. Mandatarios de Morena solo acudieron Cuitláhuac García, Rutilio Escandón y Cuauhtémoc Blanco, ninguno con una gestión que presumir hasta el momento, y el electo Jaime Bonilla. De la oposición, solo Alfredo del Mazo y Alejandro Murat pusieron el pecho por el PRI.

El discurso sigue. Aplausos por aquí al hablar de megaproyectos o de las cifras multimillonarias que destina al pueblo. Algunos abucheos cuando alude a los corruptos, menciona al régimen neoliberal y se defiende del ‘sabotaje legal’ que le hacen sus detractores. Todo dentro del protocolo, todo como se esperaba, la gente no se ha cansado de López Obrador, de su presencia, de su pensamiento y su idea. Pero no hay rugido, el pueblo no ruge como lo hizo durante 12 años.

Llega el clímax, el refrendar promesas, el lanzar gritos de guerra y consignas de cambio. La gente lo sigue porque, un año después, Andrés Manuel sigue siendo Andrés Manuel. Pero no hay rugido, no hasta que hay una andanada de abucheos para los conservadores cuando reconoce, tocando madera, que un día pueden volver. El público se enardece y, en un segundo, pasan a la euforia. “Lo acabo de escribir, les invito, aunque falta, a celebrar como nunca el 15 de septiembre el Grito de la Independencia.” La gente celebra que habrá otro mitin, el próximo, como los 122 que ha hecho como presidente. Pero no hubo rugido.

También en LaHoguera:

Publicidad


Síguenos en Facebook

Publicidad

Síguenos en Twitter

Recomendaciones