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‘Roma’: una mirada sobre marginación

‘Roma’: una mirada sobre marginación

Mari es una empleada remunerada del hogar, tiene 28 años trabajando para la misma familia, realiza una jornada laboral de 8 a 8, aunque dice, depende del día. Es empleada de planta. No ha visto Roma y en general no ve películas porque no le da tiempo, trabaja mucho, tampoco tiene prestaciones y le da una gran satisfacción haber visto crecer a los “niños” y hacer bien su trabajo.

Roma, Cuarón y Cleo nos han dado la oportunidad de hablar de las trabajadoras remuneradas del hogar. En el país, se calcula que hay 2.3 millones de personas que se dedican a trabajos remunerados del hogar, siendo el 91% realizado por mujeres. El 98% de ellas no tienen acceso a salud y el 44% ganan entre 1 y 2 salarios mínimos.

Leonardo Olivos, maestro adscrito al programa de investigación feminista y consultado por La Hoguera, explica que la virtud de la película radica en primer lugar en la visibilización del trabajo del hogar, que principalmente es hecho por mujeres. En el caso de Cleo se presentan la marginación, la subordinación por su condición étnica, de clase y de género. “La articulación hace que se den estas Cleos que realizan actividades que son fundamentales para la reproducción y que en ese sentido son tan fundamentales, que Cuarón reconoce su propia posibilidad de ser a través de los cuidados que el personaje le dio”.

En segundo lugar, considera que visibiliza la condición de los trabajos del hogar con obligaciones y responsabilidades más que con derechos. Trabajos que generan bienes y servicios que son fundamentales para la vida humana y que no llegan a ser reconocidos como trabajo, no solo por estar en la esfera íntima o personal, donde no hay ningún tipo de regulación estatal, sino también por la generación de vínculos afectivos; donde se dice que son “como si fueran de la familia”, pero hay escenas muy claras, en donde Sofía, la madre, coloca a Cleo “en el lugar que le corresponde”.

En conclusión, piensa que la virtud principal es el retrato de la realidad, a través de las relaciones de poder de los espacios íntimos que no son sujetos de regulación por parte de ninguna autoridad y, en último término, del retrato de las injusticias de los trabajos del hogar, que no son reconocidos como trabajo.

“La primera que se despierta y la última que se duerme”.

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