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Nación

Porros hieren a estudiantes en la explanada de Rectoría en CU

Foto: Unam Global

El 20 de agosto una alumna del CCH Oriente en la delegación Iztapalapa fue secuestrada. Ese mismo día, los padres de la joven recibieron una llamada por parte de los captores. Pedían 5 millones de pesos para liberarla. No obstante, los padres no pudieron juntar la cantidad. Al día siguiente, un cuerpo desnudo y calcinado fue encontrado a la altura del bar “La Gema”. Era la chica, originaria del municipio de Los Reyes-La Paz.

Este fue el preludio para más violencia, cuando sus compañeros de la UNAM, solidarios, emprendieron una marcha que salió del CCH Azcapotzalco a Ciudad Universitaria. Al llegar a la explanada de la Torre de Rectoría fueron atacados por varios “porros” mientras leían un pliego petitorio. La protesta derivó en hechos de sangre cuando los estudiantes fueron agredidos con armas punzo cortantes y bombas Molotov. El saldo fue de 14 heridos, entre ellos dos de gravedad.

Una vez acabada la violencia, los porros salieron corriendo. Uno de los testigos de la manifestación señaló que los agresores fueron alrededor de 60, pero este número aún no ha sido confirmado. “A mí me cayó una bomba Molotov a escasos dos metros, y esas madres se expanden”.

Según los cchacheros presentes, uno de los chicos heridos perdió parte de su oreja producto de un corte. El estudiante fue llevado a la ambulancia y sus amigos buscaron el cartílago tras la conmoción: lo pusieron en un recipiente y, como pudieron, consiguieron hielo para conservarlo.

Unos minutos después, la explanada casi se vació completamente. Algunos reporteros fotografiaban y una mancha de sangre aún permanecía en las baldosas que apenas la dejaban ver por la luz del sol.

Allí algunos de los chicos que presenciaron el ataque explicaron que ellos estaban a la altura de la Biblioteca Central cuando oyeron los disturbios; corrieron escaleras arriba hacia la explanada de Rectoría y vieron a los sujetos encapuchados, y el fuego que se expandía producto de las bombas. En las escaleras laterales de la explanada, en dirección a la Facultad de Arquitectura, aún había una botella de cerveza con gasolina que no pudo detonar y dejó apenas una pequeña parte de escalera chamuscada.

En uno de los miradores del lugar dos chicos con la cara descubierta, apenas unos adolescentes, pintaron unos grafitis mientras alumnos de Filosofía y Letras les gritaban: “¡Compañeros, compañeros, esa no es la solución!”

Aquí estuvo la banda, escribieron sobre la pequeña barda.

Tras terminar el acto vandálico, se dirigieron a la Facultad de Filosofía y Letras donde escaparon por el estacionamiento. En los pasillos aledaños, aún había testigos que narraron cómo desde los jardines cercanos a la Biblioteca Central varias decenas de personas aventaron proyectiles, piedras, bombas Molotov, vidrios hasta impactar a los estudiantes que intentaban protegerse en la explanada de la Torre de Rectoría.

Pese a que la lluvia amenazaba con estropear la concentración de estudiantes, decenas de ccheacheros y universitarios de filos se reunieron en el Jardín Rosario Castellanos. Allí se organizaron para proponer acciones conjuntas entre distintas facultades para responder a la violencia acaecida hacía menos de dos horas. Tras varias deliberaciones, se pactó que habría una reunión de universitarios el miércoles a la 13 horas en la Facultad de Economía, así como que se realizarían diferentes asambleas en cada facultad para determinar más acciones. Entre las propuestas que quedaron pendientes, antes de que cayera la lluvia, fue exigir la renuncia del rector, Enrique Graue, y la toma de las instalaciones de la Dirección General del CCH, que se encuentran también en Ciudad Universitaria.

Durante la asamblea, amigos de los heridos hablaron. Dos compañeros se encontraban en urgencias. Un chico en la Clínica 8 de la Ciudad de México estaba siendo atendido por apuñalamiento. Otra chica, también herida, estaba siendo atendida en los servicios médicos de la Universidad, cerca de la Facultad de Arquitectura.

También se habló del joven que perdió parte de la oreja, y que la encargada de Estudios Latinoamericanos estaba acompañando a uno de los jóvenes gravemente heridos. Los jóvenes se quejaron de que el servicio de seguridad de la UNAM no reaccionó ante uno de los ataques más violentos vividos dentro de Ciudad Universitaria en los últimos años.

Cuando inició la lluvia, los universitarios salieron por la única entrada hacia la facultad disponible desde el patio. Allí, mientras marchaban, gritaron: “¿Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina?” Poco después, la concentración política siguió en los pasillos de la Facultad. Esa tarde, frente a la autoridad universitaria, adolescentes eran apuñalados y se protegían de las botellas que volaban hacia ellos. Y aparecía el fuego y la sangre, que por igual se regaban por las baldosas de la explanada. Muchos de los presentes, con miedo, solo esperaban los sonidos lejanos de las ambulancias que ya venían a ayudar.

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