Especiales
La pesadilla de vivir en el oriente del Edomex (relato)
Una fila de unas 100 personas impacta la vista en medio de la oscuridad de las 5:05 de la mañana. La parada luce repleta de personas ansiosas por poder abordar una de las camionetas formadas que tiene como ruta Chalco – Metro boulevard Puerto Aéreo, una estación ubicada en la calzada Ignacio Zaragoza, en la Ciudad de México.
Avanzo poco a poco en la fila, una, dos, tres, camionetas, las tradicionales Urban o Sprinter. Logro subirme. Me toca lo que no quería, una Urban, un transporte para 15 pasajeros en el que se viaja hacinado, tres bancas para cuatro personas y una más para tres. La mayoría son hombres, adultos de entre 40 y 50 años, solo uno se ve entre los 30. Hay cuatro mujeres y una adolescente que viaja con su padre, de inmediato se queda dormida.
Los primeros 17 kilómetros transcurren sin contratiempos, mientras cuatro ven sus celulares, tres están alerta al camino, los demás duermen para completar el sueño inconcluso de despertarse a las 4:00 de la mañana. La camioneta alcanza una velocidad fluida rápida para llegar al Eje 10, en los límites del municipio de Valle de Chalco, del Estado de México, con las alcaldías Tláhuac e Iztapalapa. Ahí empieza el caos.
Ya empieza a amanecer. Se ve claridad, pero aún no el sol. La circulación se vuelve a vuelta de rueda, a veces se detiene por completo. Se ven las luces traseras rojas de los automóviles de adelante, a la derecha, la construcción inconclusa con maquinaria, excavaciones que aún no terminan por cerrar, se observa material disperso en los casi dos carriles acotados desde el inicio de la construcción del Trolebús elevado Chalco – Santa Martha, en el ya lejano enero de 2022. 20 minutos y apenas se han avanzado unos dos kilómetros. La gente se empieza a poner ansiosa.
Unos se mueven. Despiertan, ven en qué punto del trayecto están y vuelven a dormir. La camioneta se detiene abruptamente porque estuvo a punto de pegarle a un auto particular que se metió a su carril, parece que iba a tomar una salida y casi se le pasa. En una de las bancas del costado, el hombre joven empieza a recargarse, dormido, de una de las mujeres, está se mueve para evitar cargar el cuerpo pesado del dormido, se incorpora, pero apenas unos segundos después vuelve a lo mismo, hasta que harta, la mujer le exige que ya “se deje de recargar, que no es el único que tiene sueño”. Todos observan la escena que ya es algo habitual, de todos los días, si no es el recargarse sí lo es la pelea por los espacios para sentarse.
Seguimos avanzando, ya han pasado 10 minutos más y apenas estamos en la parada de “La Virgen”, ahí desciende uno de los pasajeros. Parece que se dirige a la Central de Abastos y allí sale un camión con ese destino. Continuamos la marcha lenta, muy lenta, entre los tres carriles y dos cercados con vallas para evitar accidentes por las obras del Trolebús que ya se han hecho eternas, que por cierto, en todo el trayecto no ha pasado ni un solo camión del Trolebús, transporte que se esperaba solucionara el congestionamiento vial de la zona. Se ha vuelto peor.
40 minutos después de iniciado el tráfico desde la gasolinera G-500, finalmente llegamos a la parada de La Bodega Aurrerá de Los Reyes, en el municipio de La Paz. Se bajan tres personas: la adolescente y su padre y un hombre más. Lo que pareciera una señal de que todo irá rápido a partir de aquí, al recorrer en apenas un minuto todo el puente de la Concordia, pero solo es una impresión efímera porque bajando el puente, al inicio de la avenida Ignacio Zaragoza el pesado tráfico se ve aún más denso. Así es. Aunque afortunadamente solo por unos metros. Pasamos la estación Acatitla del metro de la Línea A y la circulación fluye. Aún hay esperanza de llegar a tiempo al trabajo.
Sin embargo, nos encontramos con el siguiente punto conflictivo de tráfico, antes de llegar al metro Guelatao. El reloj avanza y las personas con las que comparto espacio en esta camioneta del transporte público se empiezan a desesperar, mueven sus pies, ven su celular y vociferan expresiones de “¡chingao, otra vez!”. Esperan a llegar a la estación para descender y tomar el metro férreo como una vía alterna.
Mientras tanto, los demás continuamos queriendo llegar a la línea 1 del metro para ir hasta diferentes puntos del centro y el poniente de la Ciudad de México. El tráfico es lento, pero avanza. En la siguiente parada, en metro Tepalcates, se bajan tres personas más. Ya solo quedamos cuatro. Seguimos. Otra vez en el denso tráfico de Canal de San Juan y de antes de pasar Churubusco. Estamos a unos minutos de alcanzar nuestros destinos para dejar el primero de nuestros transportes. Dos piden la bajada en “El Caballito”, una parada que atravesando la calzada Ignacio Zaragoza permite llegar caminando a la estación Puebla de la Línea 9 del metro.
Finalmente los dos que quedamos bajamos unos metros después, en la estación Zaragoza, la primera a la que se puede abordar de la Línea 1. Que aunque es lenta desde su renovación —que por cierto aún no la concluyen desde hace más de tres años—, es el medio más viable para llegar al centro y poniente de la capital. Han pasado 2 horas y 16 minutos desde que abordamos. Y aún falta el trayecto en el metro.
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