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A la luz de #MeToo, Monica Lewinsky revisa su relación con Bill Clinton

Foto: Twitter/MónicaLewinsky

Por Georgina Bello

«Intentaron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas”, concluyó la entrevista que Mónica Lewinsky concedió a ‘Vanity Fair’, en la que, 20 años después, revisa su “tórrido romance” con el entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton, apoyándose en los movimientos Time’s Up y #MeToo.

En 1995 una joven de 22 años llamada Monica Lewinsky acababa de terminar la carrera de psicología en el Clark & Lewis College, entraba como becaria a la Casa Blanca, durante el mandato de Bill Clinton, para después ser contratada como funcionaria de la oficina de asuntos legislativos, cargo que le permitió tener acceso inmediato con el mandatario de la potencia mundial.

Monica Lewinsky a los 22 años junto a Bill Clinton, cuando ella comenzaba como becaria de la Casa Blanca.

20 años después, la también diseñadora de 44 años, impulsada por los recientes movimientos en contra del acoso sexual, se da tiempo para hablar con  ‘Vanity Fair’ y contar su “verdad” sobre la relación y escándalo al lado del presidente Clinton, ahora de 71 años.

Lewinsky ha decidido hablar y dar su versión de los hechos en los que fue empleada como un arma por parte de la fiscalía y de los medios de comunicación en 1998, año en explotó la bomba y se diera a conocer que Clinton había mantenido una relación extramarital (sentimental y sexual) con una de sus becarias, Mónica, de 24 años.

Lo hizo en primera. Recordó cómo esos hechos cambiaron su vida: «entre hechos y opiniones, noticias y cotilleos, vidas privadas y juicios morales públicos. Internet era ya tal fuerza motriz del flujo informativo que, cuando el Comité Judicial de la Cámara de Representantes decidió publicar online los ‘hallazgos’ por el fiscal especial Kenneth Starr (dos días después de que los hubiese entregado), significó (para mí) que cada adulto con un módem podía leer mis conversaciones privadas, mis pensamientos personales (sacados de mi ordenador) y, peor, mi vida sexual», detalló Lewinsky.

La ex becaria de ahora 44 años habla del infame Informe Starr, conseguido cuando «un grupo de agentes del FBI (Starr no estaba presente) me arrinconó en un cuarto del Pentágono a mis 24 años y me dijeron que afrontaba 27 años de prisión si no cooperaba». Que «amenazaron con imputar a mi madre (si no les contaba las confidencias privadas que le había hecho), que dejaron caer que investigarían la carrera como médico de mi padre, y hasta interrogaron a mi tía, con la que estaba cenando [la noche que el FBI fue por Lewinsky]».

Cuando aparecían 125 artículos sobre el tema, solo en los 10 primeros días.

Y eso solo desató que los medios de comunicación en ese entonces se alimentarán de “fuentes anónimas y rumores online que surgían a diario, todos falsos o sin trascendencia”, arrastrando a la opinión pública la figura de una joven que mantuvo una relación con un hombre que además de ser casado, era el presidente de una potencia.

La relación que mantuvo con Bill Clinton asegura que fue consentida… pero: “era mi jefe. Era el hombre más poderoso del planeta. Era 27 años mayor que yo, con suficiente experiencia vital para saber que aquello no estaba bien. Que estaba en la cumbre de su carrera mientras yo ocupaba mi primer puesto al salir de la universidad”.

20 años después. Lewinsky afirma que, aunque la relación fuese consentida, el entonces mandatario utilizó un “increíble abuso de autoridad y de poder”.

Lo peor llegó después, ya que la historia se había convertido de dominio público, suceso en el cual nunca le dejan dar su opinión ni su versión de los hechos, pues legalmente no lo tenía permitido: “en todos los talk shows” solo se contaba con la opinión de los medios y la del presidente, pero no el de Lewinsky.

“No tenía permitido hablar legalmente, ni contaba con apoyos ni tenía forma de contar mi historia o defenderme… hoy cualquier mujer puede hacer al compartir su historia al etiquetarla con #MeToo y recibir de inmediato la bienvenida en la tribu. (…) Las redes de apoyo en Internet eran algo que no existía entonces. El poder, en aquel caso, todavía estaba en manos del presidente, del Congreso, de los fiscales y de la prensa”.

La hoy diseñadora, recuerda como a sus 24 años, y tan solo con un trabajo dentro de su hoja de vida, todo estaba en contra de ella al grado de sentirse: “Públicamente sola. Abandonada. Sin apoyos, ni mucho menos el de la figura principal [Clinton]”.

 

 “…Era mi jefe. Era el hombre más poderoso del planeta. Era 27 años mayor que yo, con suficiente experiencia vital para saber que aquello no estaba bien…»

Si bien, algo tiene muy claro Lewinsky es que en ningún momento fue víctima de abusos sexuales algo que defiende desde el principio. Pero sí fue múltiples veces víctima de abusos de poder, tanto antes y durante como después de su relación con Clinton. Sometida a una “luz de gas” infinita por parte de todos los que habían colocado a una joven de 24 años en el ojo público, sin voz pública asegura Lewinsky.

Hoy en día la historia es totalmente diferente: «Tenemos una enorme deuda de gratitud con las heroínas de #MeToo y Time’s Up. Porque sus movimientos lo dicen todo sobre las perniciosas conspiraciones del silencio que durante tanto tiempo han protegido a los hombres poderosos cuando de abusos de poder, acoso y abusos sexuales se trata».

Lewinsky recuerda y termina la conversación con ‘Vanity Fair’ con un proverbio mexicano: «Intentaron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas», haciendo referencia a la fuerza que se ha conseguido gracias a los movimientos en contra del acoso sexual.

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