Cultura
‘El Cascanueces’ no tiene un solo compás que no valga la pena: López Reynoso
El Cascanueces, el ballet de Piotr Tchaikovski que todas las compañías del mundo presentan esta temporada, se mantiene vigente porque es una partitura muy difícil que de principio a fin vale la pena, afirma Iván López Reynoso, por segunda vez en su carrera director concertador en esta coreografía, ahora con la Compañía Nacional de Danza (CND) encabezada por Elisa Carrillo y Cuauhtémoc Nájera.
“El Cascanueces es una partitura que, de principio a fin, no tiene un solo compás que no valga la pena. Es música escénica y eso hay que tomarlo en cuenta, porque no es simplemente una partitura estrictamente musical sino que está cumpliendo un propósito dramatúrgico y narrativo. Y es ahí donde la partitura es particularmente brillante, porque es muy descriptiva, muy colorida, llena de melodías hermosas todo el tiempo”, explica el próximo titular asociado de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.
“La orquesta, más que un instrumento, es una paleta de colores, está constantemente dibujando las atmósferas, los copos de nieve se están escuchando en la orquesta, se escuchan los ratones, el ejército, todas estas texturas que Tchaikovski plasma en esta partitura. Justo eso hace que la partitura, además de hermosa de principio a fin, tenga mucho éxito: es extremadamente colorida, descriptiva, llamativa y accesible”, agrega el maestro López Reynoso sobre el ballet con el que ya tuvo un primer acercamiento en diciembre de 2015 al frente de la Filarmónica de Jalisco y el Ballet de Jalisco en el teatro Degollado.
Ahora dirigirá a la Orquesta del Teatro de Bellas Artes (OTBA) para la decimoctava producción en el Auditorio Nacional del cuento navideño de Ernst Theodore.Amadeus Hoffmann, que se presenta en vivo con 150 artistas en escena, en ocho funciones a partir de este miércoles 18 de diciembre y hasta el sábado 23. La historia se ambienta en el siglo XIX en la Rusia zarista en la que vivió Tchaikovski y relata la historia de Clara, a quien su padrino, el juguetero Drosselmeyer, le regala en Navidad un misterioso y mágico cascanueces que cobra vida y la lleva a conocer un mundo extraordinario.
Con coreografía de Nina Novak, basada en la original de Marius Petipa y Lev Ivanov, la puesta en escena será protagonizada por 70 bailarines de la CND encabezados por los primeros bailarines Blanca Ríos y Argenis Montalvo, bajo la dirección artística de la premio Benois de la Danse 2019 y el Petipa Heritage Fund 2019, Elisa Carrillo, y el maestro Nájera; y por alumnos de la Academia de la Danza Mexicana y la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, en papeles de los hermanos Clara y Fritz, soldados, ratones, bombones y angelitos.
El Cascanueces se presentará los días 18 y 19 de diciembre a las 20:00 horas, 20, 21 y 22 de diciembre a las 17:00 y 20:30 horas en el Auditorio Nacional.
En entrevista, López Reynoso explica por qué es tan popular esta obra estrenada justo el 18 de diciembre de 1892, en el teatro Mariinsky de San Petersburgo, que desde 2001 se presenta en el Auditorio Nacional cada inicio del invierno y hasta hoy lleva 188 funciones con 850 mil espectadores.
“Me da muchísimo entusiasmo poder realizar esta primera colaboración con la Compañía Nacional de Danza en la producción más esperada del año, que es el tradicional El Cascanueces. Además es una producción reciente, que ha tenido mucho éxito y se hace con un mínimo de ocho funciones, siempre bien recibidas y bien esperadas. Y me da mucho gusto que será como yo cierre este 2019, que ha sido muy intenso, lleno de muchos contrastes, y tener esta oportunidad de compartir con OTBA”, señala.
–¿Cómo ha sido su experiencia dirigiendo ballet?
–Es la segunda vez. La primera fue en Guadalajara en 2015, justo El Cascanueces, con la Filarmónica y el Ballet de Jalisco. En ese momento fue nuevo, muy distinto, ya tenía mucha experiencia con la ópera pero poca con el ballet, y resultó una experiencia muy agradable, muy enriquecedora, y ahora me da mucho gusto volver a tener la oportunidad de enfrentarme a esta magnífica partitura.
–¿Cómo es el trabajo de usted, al frente de una orquesta, con bailarines?
–El director está un poco en función de la fisionomía, de la coreografía, de la corporalidad del bailarín, cada uno tiene necesidades distintas. Además, ellos necesitan ensayar todos los días y lo hacen con una pista, que tiene ciertas velocidades establecidas, dependiendo también del tipo de coreografía, son muchos factores los que intervienen ahí. Así que el director está ahí, justamente tratando de coordinar y de poner al mejor servicio del bailarín el acompañamiento y la música.
–¿Qué cambios para usted representa estar al frente de una orquesta en un espectáculo de ballet, una ópera o un concierto sinfónico?
–Sí, son ramas muy distintas, el director tiene que ponerse al servicio del trabajo en equipo, no es ya para nada una figura ni despótica ni tirana. Cuando está en un concierto sinfónico tiene su visión de la obra, su manera de interpretarla, está meramente la orquesta trabajando con él, no hay necesidades ni vocales ni de ningún bailarín, ni de algún cantante, es la música puramente. A la hora de hacer ópera o ballet estamos acompañando a un solista, el director tiene un concepto musical, lo comparte con el solista, pero al final de cuentas el cantante, igual que el bailarín, tiene una fisionomía, un instrumento, y tenemos que ponernos al servicio de ese solista, que por eso es llamado solista, porque es el motor, el hilo conductor, está dando la pauta al resto del equipo. Y ahí es donde el director tiene una función ya más de conciliador, de moderador, llegar a un acuerdo con los solistas, tal vez sobre las velocidades, el estilo interpretativo, que en un concierto sinfónico meramente no existen.
–El Cascanueces es el ballet para que jóvenes empiecen sus carreras como bailarines, en el caso de la música, ¿esta partitura de Tchaikovski puede ser un equivalente para atraer a jóvenes?
–Son casos distintos. La manera en que se involucran los niños y los jóvenes en las puestas en escena de El Cascanueces son momentos muy específicos, las batallas, la fiesta, tal vez. Desde luego es un ballet que permite la convivencia de generaciones. Pero la música de Tchaikovski no es nada fácil, desde luego no creo que sea una partitura adecuada para empezar a involucrarme en el mundo orquestal, es una partitura difícil de tocar, se necesita realmente una orquesta con altos niveles profesionales. Hay mucho repertorio ideal para jóvenes orquestas y músicos. Es un trayecto también ir aprendiendo a interpretar diferentes estilos y poco a poco ir desarrollando una conciencia interpretativa musical, que es lo más importante cuando eres joven; las capacidades técnicas, esto sin duda, desarrollar los niveles técnicos de tu instrumento, pero también empezar a conocer los diferentes estilos y cómo abordar a los diferentes compositores, es un trabajo desde una conjunción a fuego muy lento.
López Reynoso cierra el año con gran intensidad al dirigir en la primera quincena de diciembre dos conciertos del programa regular y dos más navideños con la Orquesta Sinfónica Nacional, con la que no trabajaba en los últimos tres años por su apretada agenda, que incluyó este año una gira por Zapopan, Los Ángeles, Monterrey y Guanajuato, en el contexto del Cervantino, con Javier Camarena. Y en enero próximo asume la dirección asociada de la Ofunam, que durante el año celebrará a Beethoven por su 250 aniversario, interpretando las nueve sinfonías más obras mexicanas encargadas.
–¿Qué es lo más difícil dirigir una orquesta para concierto sinfónico o especializada en ópera o ballet, por ejemplo?
–No debería haber una diferencia. Eso es lo que verdaderamente debería ser. Las orquestas, todas, deberían ser capaces de tocar ópera, ballet, música sinfónica, contemporánea, antigua, porque al final somos intérpretes y nos tenemos que poner al servicio de la música. Sin embargo, aquí hay orquestas que tocan poca ópera, o sinfónico, pero no debería haber una separación. Y todos los músicos deberíamos ser capaces de interpretar la música que nos pongan en frente. Pero eso depende también de la preparación, de las características de cada agrupación, hay orquestas que tal vez tiene un sonido más adecuado para el repertorio contemporáneo, o un sonido más adecuado para el clasisismo. Yo ahora trabajé con la Orquesta Sinfónica Nacional y estoy muy sorprendido porque estamos haciendo en el mismo programa dos estilos absolutamente contrastantes, como la Danzas Sinfónicas de Rachmaninov, que es el post romanticismo a todo lo que da, es muy intenso, lleno de emociones, muy intensa música, y el Concierto para piano en Re mayor de Haydn, que tocamos con una delicadeza, una sutileza y una transparencia. Y eso es la magia de nuestra profesión: encontrarle a cada compositor un sonido diferente.
–Regresó a dirigir a la Sinfónica Nacional, ¿cómo se sintió en este cierre de año con ella?
–Desde el primer ensayo fue reencontrarme con un muy bueno y viejo amigo, porque la OSN tiene mucha disposición, muchas ganas de hacer buena música, con mucha atmósfera, con buena disciplina. Fue un reencuentro muy esperado. Tenemos una química muy especial la Sinfónica Nacional y yo, me atrevo a decirlo y confirmarlo esta semana tras los ensayos, nos la pasamos muy bien en los ensayos, disfrutamos mucho hacer música juntos,, trabajar juntos, encontrar estas emociones, sensaciones, estos estados de ánimo. Ha sido un reencuentro muy afortunado después de no haber estado en tres años sin dirigirla, no porque no haya querido ni porque no se me haya invitado, sí se me invitó y sí había querido venir, desafortunadamente mi agenda estuvo muy saturada los años anteriores y fue apenas ahora que pudimos concretar esta invitación. Fueron dos semanas consecutivas efectivamente, los conciertos del 6 y 8 de diciembre, y los esperadísimos conciertos populares navideños con el solistas del ensamble del Inbal, con música del oratorio de Navidad de Bach, el Mesías de Händel, villancicos tradicionales, obras nuevas, un par de arreglos nuevos, estrenos, recopilaciones de villancicos.
–Justo con estos conciertos en Bellas Artes y El Cascanueces en el Auditorio Nacional este mes dirigirá frente a tres públicos muy diferentes. ¿Cuál es su público favorito?
–Para mí el público ideal es el que va al teatro sin prejuicios,, dispuesto a pasarla bien, a disfrutarlo, a conectar con nosotros. Ya sea navideño, ya sea sinfónico, ballet, ópera, a mí me gusta mucho percibir que el público está realmente entregado y colaborando, porque el público es parte importantísima de un concierto, y a veces se nos olvida eso: que nos debemos al público nosotros como artistas, es la única razón por la que hacemos música, no para nosotros, si no yo me quedaría en la sala de mi casa. Hacemos música para la gente que va al teatro, compra un boleto y que quiere sentir emociones con nosotros. Y para mí ese es el compromiso más fuerte y ese mi público favorito: el que va al teatro con todos los sentidos abiertos y las emociones al límite, dispuesto a sentir y vibrar con nosotros.
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