Cultura
“Al ballet hay que acoplarlo a la cultura e idiosincrasia de un pueblo”: Viengsay Valdés
Por José Juan de Ávila y Ana Laura Santana Plascencia
Viengsay Valdés vuelve a México después de más de una década cuando participó en la gala “Gigantes de la Danza” en el Auditorio Nacional, pero ahora no sólo como primera bailarina en Giselle, sino como flamante subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba (BNC), al que llegó en 1994.
Apenas repuesta de presentar esta coreografía en la reapertura del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, aconseja a los mexicanos que para convertir al ballet en un tesoro patrimonial, como ocurre en Cuba o Rusia, el secreto está en imprimirle a la técnica universal de ese arte “un carácter de país, acoplarlo a las características culturales y la idiosincrasia de un pueblo”.
Hija de diplomáticos y subdirectora del BNC desde enero pasado, Valdés acepta responder desde su natal La Habana (1976) las preguntas de la entrevista, mientras prepara la gira por México con la compañía catalogada “Patrimonio Cultural Nacional” de Cuba y que dirige desde 1948 su fundadora y prima ballerina assoluta, la mítica y casi centenaria Alicia Alonso (1920).
El BNC presentará Giselle el viernes 27 de septiembre, a las 20:30 horas, en el Auditorio Nacional, con el mismo elenco que en el Gran Teatro habanero, encabezado por Viengsay Valdés en el protagónico y Dani Hernández.
La gira continuará en Guadalajara, Monterrey y Aguascalientes con esa coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot, que puso a Cuba en el mapa mundial de la danza y que el Ballet del Teatro de Bellas Artes de México incorporó en 1976 a su repertorio.
Desde marzo de 2004 que se presentó en dos funciones en el Teatro de la Ciudad (hoy Esperanza Iris), el Ballet Nacional de Cuba no había vuelto como compañía a México. En aquel entonces, que incluyó una gira por Chiapas, Jalisco y San Luis Potosí, no interpretó un ballet completo, sino coreografías como En las sombras de un vals, de la misma Alicia Alonso, Suite Generis, de Alberto Méndez, y piezas de El lago de los cisnes y Carmen.
El BNC fue fundado en 1948 por Alicia Alonso y en 1950 se creó la Escuela Nacional de Ballet Alicia Alonso, anexa a la compañía, cuya línea artística, según sus estatutos, “parte del respeto a la tradición romántica y clásica, estimulando al mismo tiempo el trabajo creativo de coreógrafos que seguían una línea de búsquedas en lo nacional y contemporáneo”. El 19 de junio de 2018, el gobierno cubano declaró a esa institución por decreto “Patrimonio Cultural de la Nación”.
—¿Por qué eligió Giselle para volver a presentarse en México?
—Porque es un símbolo hermoso para mi compañía, justo la obra con la cual Alicia Alonso atrajo las miradas del mundo entero cuando era apenas una joven de poca experiencia escénica. Los críticos durante décadas le escribieron bellos artículos, cartas privadas y hasta poemas que dan cuenta de la plenitud artística de la prima ballerina assoluta cubana en esa obra cumbre del Romanticismo. En Cuba, se volvió una tradición bailar Giselle con el mayor apego posible al estilo y la atmósfera de encanto de esa pieza. Como dato curioso le cuento que Giselle es la obra más antigua vigente en el repertorio del Ballet Bolshoi, de Rusia, y sin duda es uno de los títulos de mayor éxito del Ballet Nacional de Cuba. La versión coreográfica y la interpretación personal de Alicia Alonso recibieron, en 1966, el Grand Prix de la Ville de Paris, en Francia.
—Giselle es un ballet de mucho misterio sobre su origen y mitologías internas, sobre su tragedia; no es nada feliz. ¿Por qué cree que se mantiene como uno de los más populares?
—Porque los misterios nunca dejan de atraer, en ninguna época. La idea de que el amor puede ser más poderoso que la muerte y la fuerza de la bondad y la posibilidad del perdón, nos conquista el corazón a todos, no importa el siglo o lo avanzada que pueda ser la sociedad. La esencia de los conflictos humanos y las necesidades son las mismas, en todas partes.
—Las Willis quieren hacer bailar a Albrecht hasta la muerte, eso parecería juntar dos conceptos antitéticos: baile y muerte. ¿Qué piensa de este desenlace tan brutal?
– El tema del amor imposible y la muerte fueron favoritos de la mayoría de las creaciones románticas, fueran literarias, danzarias o de cualquier manifestación del arte. Los temas fantásticos e historias sobrenaturales aparecieron en múltiples obras como medios para evadir la realidad y soñar lo inalcanzable. Los románticos se interesaron por los llamados “aspectos oscuros”, eso que ahora denominamos misterios de la existencia, y derrocharon nostalgia por los tiempos pasados y las culturas lejanas. A la vez, desbordaron pasión por las noches, los amaneceres, las viejas ruinas, lo mítico (…) ¿Quiénes son las wilis? Según el propio Heinrich Heine, son bailarinas espectrales, espíritus de jóvenes que murieron antes del matrimonio y que, en la medianoche, emergen de sus tumbas y se organizan en bandas, para buscar venganza en los hombres. Se trata de mujeres engañadas en la plenitud de sus vidas, que se levantan aún hermosas, con sus vestidos de boda y sus coronas de flores, para bailar a la luz de la luna.
“Tampoco creo que el desenlace de Giselle sea brutal pues ella muere, por el impacto del engaño, pero salva a su amado, a Albrecht. La compasión y el amor son más fuertes en ella que el deseo de venganza. Incluso muerta, lucha por salvar al duque y lo logra. Todas las versiones coreográficas actuales terminan con Albrecht sobre la escena vivo. Pero la primera puesta de 1841 es aún más cruda, en realidad, más aterrizada. De acuerdo con Théophile Gautier (escribió él en el libreto original), Albrecht y Giselle no volverán a verse en este mundo. Él se arrodilla donde Giselle ha desaparecido, recoge algunas flores, las aprieta contra su pecho, y se va con la cabeza apoyada en el hombro de la bella Bathilde, que lo perdona y lo consuela”.
—Usted ha hecho interpretaciones muy celebradas de Giselle. ¿En qué momento este ballet se vincula tan fuerte al BNC, a la maestra Alicia Alonso y a usted?
—A la maestra Alicia Alonso desde el 2 de noviembre de 1943, cuando asumió el papel de Giselle en sustitución de la célebre bailarina inglesa Alicia Márkova, quien había enfermado poco antes de la presentación. A partir de este debut, la carrera de Alonso emprendió un continuo ascenso y después de fundar el BNC, en 1948, junto a Alberto y Fernando Alonso, comenzó a trabajar en una versión coreográfica lo más apegada posible al espíritu romántico original. Los reconocimientos internacionales hablan por sí solos del resultado.
“Giselle deviene una pieza clave para cualquier bailarina cubana deseosa de alcanzar el más alto rango artístico dentro de la compañía, el de primera figura. Como yo tenía muy clara mi meta, comencé a trabajarlo desde muy joven y he ido madurando con el personaje, pues los años ayudan a entender mejor el proceso dramático del personaje. Veo también esta obra como una oportunidad de mostrar versatilidad y de ampliar el espectro teatral de cualquier bailarina”.
—En su nuevo encargo como subdirectora artística, ¿qué perfil busca imprimirle al BNC? ¿Cuál quiere que sea su aportación?
—Primero dar continuidad a la tradición y respetar el legado histórico de los fundadores de nuestra escuela cubana de ballet y el BNC; rescatar parte del repertorio que tenemos con obras de coreógrafos cubanos y creaciones hechas para nuestra compañía. Además, incorporar colaboraciones con maestros y coreógrafos que aporten a nuestros bailarines experiencias y conocimientos. Todo eso sin perder nuestra esencia. Hay mucho por hacer pero estoy plenamente entregada, a la vez que continuo bailando.
—¿De qué manera ha integrado la gimnasia a su carrera como bailarina? ¿Es recomendable?
—Practiqué gimnasia de niña y me sirvió muchísimo para desarrollar capacidades físicas muy necesarias en el ballet. Sí lo creo recomendable pues ayuda a desplegar al máximo la elasticidad, los saltos y otras habilidades imprescindibles; entrena la coordinación y la resistencia. Yo diría que incluso ambas disciplinas se complementan. Para las gimnastas el ballet les aporta elegancia, fluidez de movimiento, teatralidad.
—En Cuba tienen un gran ballet nacional y grandes bailarines; en México tenemos figuras internacionales como Elisa Carrillo, Isaac Hernández, Braulio Álvarez o Jaime Vargas, pero nunca hemos desarrollado una compañía de la tradición y trascendencia que han conseguido en Cuba. ¿Qué nos recomendaría? ¿Cuál es el secreto para que el ballet se convierta en un tesoro patrimonial de un país y un orgullo de Estado?
—El secreto está en imprimirle a la técnica del ballet, que es universal, el carácter del país. Acoplar esa base técnica, común en el mundo entero, a las características culturales y la idiosincrasia de un pueblo. Eso hicieron los fundadores del ballet cubano y de ahí el éxito de la escuela cubana de ballet, que incluso toma en cuenta científicamente las características físicas de los hombres y mujeres cubanos. La historia explica con lógica el lugar que ocupa el ballet dentro de la cultura patrimonial de Cuba y los teatros llenos dan cuenta del aprecio que el pueblo cubano tiene por este arte, con el que se siente plenamente identificado. La labor de difundir este arte por todo el país fue fundamental para su entendimiento y apreciación.
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