Cultura
“Hoy se desechan a los cantantes de ópera por empujarlos a repertorios antes de tiempo”: Diego Torre
El internacional tenor mexicano Diego Torre vuelve al Palacio de Bellas Artes para interpretar a otro personaje de Giacomo Puccini: el bandido Dick Johnson/Ramírez en el nuevo montaje de La Fanciulla del West que repone Sergio Vela después de que en 2017 sólo pudo realizarse una sola función y se cancelaron tres por los terremotos de septiembre.
Se siente en plenitud de facultades para este papel que interpreta por primera vez en su carrera que ha tratado de no llevar con prisas, porque desde el principio tuvo consciencia de que la prefiere longeva a meteórica: “Ahora a los cantantes de ópera se les desecha”.
Torre nació en 1979 en Iztapalapa y pasó toda su infancia y adolescencia en la casa familiar de la Unidad Vicente Guerrero. Llegó por azar a la ópera, cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, una carrera que no había contemplado para su destino. Desde 2011 canta con Opera Australia, en la Sydney Opera House, donde se siente en casa.
El pasado jueves 26 de septiembre rompió la maldición que desde antes de su estreno en Nueva York en 1910 parecía cernirse sobre la obra de Puccini con México, donde sólo ha podido verse en un siglo hasta ahora en tres funciones (y se esperan otras tres esta temporada): su estreno el martes 24 de febrero de 1920 en el teatro Arbeu y el domingo 17 de septiembre de 2017 en Bellas Artes, antecedente del montaje que ahora se puede gozar.
La víspera del reestreno, Torre charla generosamente sobre su papel de Dick Johnson/Ramírez, con un elenco internacional con la californiana Elizabeth Blancke Biggs, como Minnie, y al barítono moldavo Roman Ialcic como el sheriff Jack Rance.
“Es mi debut en este rol, es muy interesante, en el sentido de que llega la propuesta en un momento en que me encuentro en plenas condiciones para el papel, para abordarlo, para llenar dramáticamente y vocalmente el personaje. No puedo pensar en un punto mejor que este momento para abordar este rol”, explica Torre, cuyo papel más recurrente ha sido otro de Puccini, Rodolfo, en La Bohéme, ópera por la que se mudo a Australia hace unos años.
–¿A qué condiciones se refiere?
–Ya es un tenor de características dramáticamente un poco más fuerte, con más volumen, con más proyección vocal. La orquestación que Puccini plantea es ya más densa que lo que nos tenía acostumbrados, se siente ya una influencia alemana, como de Strauss, y francesa, como de Debussy, ya se siente. Se escuchan muchos pasajes melódicos ahí, juega mucho con contratiempos, con un trabajo de un ensemble de 15 personas donde todos tenemos que ensamblar porque de otra manera se vuelve muy complicada la resolución musical.
El tenor destaca que las características vocales son las de una voz con gran proyección, con una expresividad que rebase la barrera armónica de esa orquestación, que tiene que cortar el sonido de la orquesta, la cortina armónica, para que pase hacia el público.
“Hay pasájes muy intensos musicalmente y la voz tiene que ir por encima de esta orquesta. Entonces son condiciones vocales un poquito fuera de lo común, porque requieren cierto volumen, cierto peso en particular de la voz, y obviamente también debe estar a la misma altura de la colega femenina que hace a Minnie, deben empatar las voces para poder ir juntos sobre estas mismas condiciones”, añade el tenor sobre su papel de Dick Johnson.
–La Fanciulla del West paradójicamente a estos requerimientos técnicos para los cantantes es una ópera de las menos populares de Puccini. ¿A qué lo atribuye?
–Algo particular en esta obra es que el final es feliz. La trama no fue tan profunda, no muy rebuscada, no muy elaborada, y yo creo que a esto se debe que no haya sido popularizada. Pero musicalmente hablando es increíble, muestra la genialidad, todo el desarrollo musical y madurez musical que Puccini viene teniendo. Sobre todo fue eso, no tiene un drama tan profundo como pudiera haber sido Madama Butterfly o La Bohéme, que son historias con muchos perfiles, que se entraman, se enlazan, que hay una historia realmente fuerte, que se desarrolla que crea un clímax, un final, un desenlace dramático. Y yo creo que es más o menos esto, por lo que no sea tan popularizada, pero musicalmente, repito, es grandioso.
–Tampoco tiene arias que se queden en el público en general, salvo, por ejemplo, la final de Dick Johnson/Ramírez, Ch’ella mi creda libero e lontano….
–El tenor tiene dos arias: una ocurre en el segundo acto y la segunda, Ch’ella mi creda libero e lontano (Que ella me crea libre y lejos) ocurre en el segundo acto. Pero para mí, personalmente, el aria del segundo acto es mucho más profunda porque describe realmente al personaje que estoy interpretando, describe las razones por las cuáles él es así en ese momento. Y también marca el parámetro donde la gente se da cuenta de lo que va cambiando, cómo va enderezando el camino por haber conocido a Minnie, y a rasgos más grandes: cómo a través del amor viene esta redención, esta elección hacia el camino correcto. Sin embargo, la gente, de lo que recuerda en esta ópera, con lo que se queda en esta ópera al final es con la última aria, y a mí en lo personal no se me hace como lo más climático posible, pero es como el público lo recibe.
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–Habla de esta comunión con Minnie. ¿Y cómo ha sido en esa puesta en escena, con la dirección, Elisabeth Blancke-Biggs, con Roman Ialcic o el director Marcello Mottadelli y Vela?.
–Debemos recordar que es una producción que se repone de hace dos años, que lamentablemente no pudo cerrar el ciclo por los sismos. Dicho esto, llego a una producción donde está más madura, se conserva la mayoría del equipo y de los cantantes, sólo cambian los tres principales, pero los demás ya estaban integrados, ya habían trabajado en conjunto y eso se entiende, y eso se ve. La química, conforme más trabaja uno una ópera, se siente y se ve esta química. Entonces todos mis colegas lo muestran. Yo llego a un proyecto que ya está casi redondo el paquete y que obviamente nosotros, mis dos colegas Roman y Elisabeth, llegamos a un proyecto casi armado, es más fácil acoplarnos, es más fácil acoplarnos tres personas que toda la compañía. Y realmente ha sido fabuloso. La producción de Vela es muy bonita, muy interesante, con un juego de luces también precioso, una idea del Viejo Oeste que él quiere tomar y presentar al público muy muy bonita. No me puedo quejar, caí en una producción bastante bien pensada, planteada, bien dirigida, musicalmente por el maestro Mottadelli, que ha puesto toda su sapiencia, todo su conocimiento en pro de la música. Después de un periodo largo de ensayos, hemos redondeado muy bien el proyecto y el público lo va a notar y va a salir muy satisfecho.
–La directora del INBAL, Lucina Jiménez, acaba de reconocer hace un rato en una conferencia de prensa, que México es una potencia mundial en talento vocal.
–Reafirmo el comentario. México es una gran cantera de cantantes, realmente no creo que exista otro país del mundo que dé tantos y tantos cantantes, con un potencial grandísimo para trabajar, son voces muy bellas. Por ejemplo, en esta puesta en escena, el ensamble que conforman mis compañeros de 15 personas, cada uno podría hacer una carrera internacional individual porque la calidad del instrumento es indiscutible, y eso nada más es una muestra, porque si juntásemos todas las voces en el país, sería estratosférico el número. Realmente México ya es famoso por esta producción tan masiva de voces de muy buena calidad.
El tenor mexicano dejó México después de su presentación en Bellas Artes como Cavaradossi en Tosca, en el montaje de Alonso Escalante, estuvo la Ópera de Los Ángeles como Don José en Carmen y luego se mudó a Nueva York y en Europa grabó Masaniello, o la muda de Portici, ópera en cinco actos del compositor francés Daniel-François Auber,
¿Cómo ha sido su experiencia en Australia?
Después de casi siete años de estar viviendo en Nueva York, conozco al director artístico que cambió mi vida, fue el parteaguas de mi carrera, Lyndon Terracini, director artístico de Opera Australia. Lo conozco haciendo una audición y casi inmediatamente después de que me escuchó, me hizo la invitación a cantar por tres meses allá La Bohéme, cosa que se dio, fueron 23 Bohémes las que canté en ese periodo. Y a partir de ahí se generó una amistad y una relación de trabajo soñada para mí y por muchos compañeros, una relación donde por primera vez siento un gran apoyo no solo de amistad sino de interés vocal y artístico de parte de este señor, que me permite madurar mi instrumento.
“Uno de los grandes problemas que tenemos en las voces actualmente es la manera anticipada de poner a los cantantes en el repertorio habitual, no se les da el proceso natural de madurar la voz, y por lo mismo se acorta la duración de la carrera. en mi caso yo tuve la oportunidad de conocer a este señor, que me permitió paulatinamente ir creciendo con mi repertorio, creciendo con mi edad, con mi tipo de voz, justamente cantando ese repertorio que quizás no era para el tipo de voz, pero era el indicado para la edad, y de esta manera permitir la evolución del instrumento. Ha sido un trabajo realmente magnífico, que la gente que ha estado más allegada a mi carrera lo ha notado”, explica el tenor mexicano.
Prueba de ello, señala que hace año y medio se presentó una prueba idónea del resultado de este proceso.
“En cinco días canté prácticamente cinco óperas. Yo no conozco gente que lo esté haciendo. Yo canto un martes Aída; miércoles, desde las 10 am hasta 7 pm, ensayo Lucia de Lammermoor, y la gente que me conoce ya sabe que yo no marco, yo estoy cantando todo el tiempo, canté todo el día esta ópera. Llego a su pobre casa y a las 7 30 me están llamando y me dicen que vaya al teatro porque se enfermó el tenor y cantó Rigoletto. Van tres. Jueves descanso, viernes cantó Lucia, sábado Aida de nuevo. Esta resistencia vocal, de abordar incluso diferentes estilos, porque las óperas no están compuestas de la misma forma, simplemente, aunque se ve titánico, no lo fue realmente en el desgaste personal, por esta condición que yo he generado tan inteligente y bajo la guía de Lyndon. Ha sido un parteaguas, gracias a él me he permitido hacer un gran repertorio, llegar a mis casi 40 años con una salud vocal realmente increíble y estoy muy confiando en lo que viene”.
–En Australia ¿qué reto y dificultades tuvo con un público más frío?
–Australia, siempre lo seguiré diciendo, ha sido un sueño, todo ha sido realmente perfecto, nunca me hicieron sentir ninguna dificultad de ningún tipo. Sí, es cierto, todo el público en Australia, la minoría es fijo, pero la mayoría es totalmente internacional, tenemos la fortuna que la casa de ópera está construida sobre el mar y enfrente está un puerto donde llegan todos los cruceros del mundo. Entonces, la primera cosa que hace toda la gente que baja de esos barcos es ir a la casa de ópera. Así cada función es un público nuevo, es multicultural. Y desde la primera vez que canté ahí, hasta ahora, realmente ha sido un público fabuloso, es un público que abraza el arte y realmente disfruta las producciones de altísima calidad que se hacen allá. Y yo debo ser muy sincero, nunca he sentido ninguna dificultad estando ahí, me han hecho sentir desde el primer día que llegué me han hecho sentir como en casa, es una sociedad, como repito, allá no existe el racismo, al contrario se enaltece la diversidad. Y en el caso de la ópera es lo mismo, es una de las mejores compañías de las que podría hablar, te hacen sentir realmente como familia, te ayudan, te apoyan en todo, es maravilloso estar allá. Y el público también, te responde a lo que uno genera. Y si las condiciones de trabajo son favorables, si los cantantes, los artistas están contentos, realmente en la mejor disposición de dar lo mejor de sí, todo eso crea una atmósfera positiva de trabajo y al final el público lo recibe y aplaude y se la pasa muy bien.
Torre señala que en un futuro cercano quiere continuar con su línea de canto que ha venido trazándose: el repertorio de tenor lírico, lírico spinto, que empieza a abordar un poquito sin quedarse demasiado tiempo ahí.
“Desde que inicio la carrera fui muy consciente de mis objetivos: yo quiero una carrera longeva, no me interesa realmente que sea meteórica y de oro y demás, sino que sea longeva, que me permita vivir con mi familia tranquilamente y el mayor tiempo posible. La planificación de la carrera ha sido muy consciente. Y he abordado los roles justo en el momento correcto. Siento que no me he equivocado y quiero continuar así. Hay mucho repertorio italiano, digamos del clásico italiano, que todavía no toco y que quisiera abordar. De los objetivos principales, continuar con la línea de las óperas de Verdi, del joven Verdi que me gustaría abordar, Los lombardos, Ernani, más adelante La fuerza del destino, Otelo, claro. Pero completar este ciclo, me gustaría abordar la ópera francesa también. Yo estoy consciente de mi instrumento vocal, sé o creo saber hacia dónde va a ir, y por eso quiero ganarle el tiempo a eso, quiero aprovechar este momento porque se me hace primordial, si no lo hago ahorita no lo voy a hacer después”.
–¿Y Wagner?
“Hay una inquietud por Wagner, sé que muchos no estarán de acuerdo conmigo –empezando por Lyndon que respeto y quiero muchísimo- pero tengo una inquietud por Wagner, me siento atraído por él, no tan fuerte esta atracción ahorita, que me ha permitido concentrarme en lo mío y nomás dejarlo afuera, pero tengo una inquietud por Wagner. Yo creo que si hay una ópera que quisiera cantar en mi carrera es Sigfrido y estoy consciente de las complejidades vocales, artísticas que requiere el personaje de toda la resistencia vocal que debo adquirir para eso, de la cual inconscientemente o conscientemente, pero no públicamente, estoy trabajando, o desarrollando esta resistencia vocal para eso.
Con seguridad, Diego Torre apunta que ese personaje de Wagner sí puede decir ahorita que quiere cantarlo y espera hacerlo.
“Sí puedo y tengo las condiciones de hacerlo. Sin embargo, no quiero correr, no quiero ganarle, no quiero apresurar las cosas, hay muchísimo repertorio que yo quisiera cantar antes de abordar a Wagner, citando un consejo que me dio una maestra cantante de ópera que me dio Carol Vaness, que a su vez fue dicha por John Vickers, el tenor canadiense, heroico, dramatico: ‘Ten cuidado a la hora de abordar Wagner porque una vez que pisas ya no hay vuelta atrás’. Y es cierto, es cierto, realmente no quisiera yo anticipar mi entrada a un repertorio más pesado porque me ha costado convencer al público en general, a los directivos, de mis capacidades que se están demostrando ahora, que puedo hacer, del repertorio lírico”, expone Torre, cuyo papel en La Bohéme es el segundo que más ha hecho.
“Yo estaba muy consciente de mi salud vocal, de cómo quería que fuese tratado mi instrumento, que no me importó esto. Y tuve enemistades fuertes con los maestros de canto, con los pianistas repasadores, por lo mismo, porque ellos realmente no ven más allá de sus propios intereses, no ven realmente que una persona tiene derecho a estar en este negocio el mayor tiempo posible, que hoy en día se desechan a los cantantes y es por lo mismo porque los empujan antes de tiempo. Entonces, yo por mucho tiempo estuve peleando para ganarme este respeto, que respetaran la voluntad de mi instrumento, la edad de mi instrumento y que bueno afortunadamente lo he logrado. Entonces, una vez ganado esto, quiero mantenerme justamente en este repertorio mientras la salud vocal me lo esté permitiendo, o las condiciones vocales me lo están permitiendo. Y después, con una mayor madurez, pues abordar papeles más dramáticos, Otelo estábamos hablando, Strauss, por qué no estar abordando a los alemanes. Wagner, no se diga, espero que mi incursión en Wagner, por ejemplo, con un Lohengrin, que es lírico realmente el personaje, todavía se puede cantar dentro de esta gama del repertorio italiano, pues por qué no hacerlo pronto. Esas son mis metas, mi manera de pensar, soy un amante del canto, quisiera cantar todo, todas las propuestas son bien recibidas, y no me importa si son consonantes o disonantes las óperas, contemporáneas, estoy al servicio de la música.
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