Nación
Sin abrazos: la despedida de familiares fallecidos en tiempos de Covid-19
La pandemia del Covid-19 cambió muchas cosas, entre ellas la forma en que nos despedimos de nuestros familiares fallecidos, así como los abrazos que se tenían con amigos, durante y después de los funerales.
Cuando una persona fallece por Covid-19 en un hospital, un familiar identifica el cuerpo a través de un vidrio, después de este doloroso paso entran los empleados de la funeraria contratada para depositar a la persona fallecida embolsada en un ataúd, y de ahí directamente al crematorio o al cementerio.
“Ninguna persona está elaborando un duelo normal porque no vemos el cuerpo, con excepción de quien lo identificó, no nos permiten despedirnos; porque hasta incluso, en muchos casos, no dan información puntual de cómo va nuestro familiar solamente dicen, su familiar no lo logró, lo íbamos a intubar, pero ya no alcanzó” comenta Luz María Hernández, psicóloga tanatóloga, para La Hoguera.
Desde el primer caso del nuevo coronavirus en el país, se prohibieron las aglomeraciones. Esto incluye a los cementerios, lugares donde solo 10 miembros de la persona fallecida pueden ir a sepultarlo, cosa que se hace estrictamente bajo protocolos sanitarios, es decir con sana distancia y sin contacto entre ellos.
Luz María Hernández señala que el abrazo es la muestra de afecto más importante de que uno se pueda imaginar, inclusive más que el beso ya que no solo sirve para confortar a los otros, sino para confortarse a sí mismo.
“Cuando viene el abrazo, toco la espalda del otro y en ese momento que yo la toco es como si me tocara mi propia espalda porque el otro está agarrando mi espalda y cada uno se está confortando del dolor” dice la especialista, agregando que “el abrazo es esencial en una pérdida para acompañar a la persona que está pasando por momentos difíciles no solamente cuando muere alguien”, por lo que si no se dan los abrazos o no se sienten las manos de las otras personas en la espalda de los deudos, no hay algo que les diga que los están acompañando.
Ante esta situación, donde la persona no se siente reconfortada, las emociones se quedan estacionadas, en este caso, la tristeza o depresión.
Rituales después de la muerte, cancelados
La psicóloga tanatóloga destaca que los rituales funerarios, como el rezo durante el velatorio y los “nueve días” después, en una sociedad católica mayoritariamente, así como los rituales propios de cada creencia de las personas, más que ayudar al ayudar a los difuntos, sirven principalmente a los familiares.
Los rezos, las comidas, el levantamiento de la cruz, afirma, son una forma de dormir el dolor, un proceso de sanación. “Pero ahorita no se están haciendo estos rituales. Entonces en el momento que no les están dando permiso de ir y velar a su familiar, es como si el familiar o amigo fallecido se hubiera ido de viaje”, comenta para el medio, enfatizando que ello puede causar una sensación de que en cualquier momento le veremos entrar por una puerta, en el trabajo o en la escuela por no haber visto el cuerpo.
Muchos dolientes se estancan en un “duelo pausado” dado que la sociedad mexicana está acostumbrada a despedir a sus muertos; sin embargo, ante la imposibilidad, este duelo se convierte en un “duelo patológico” que puede causar, además de problemas emocionales, problemas de salud. Es gente que está enojada, triste o deprimida.
Lo ideal es pedir ayuda profesional para que se le acompañe poco a poco a pasar su duelo dado que es algo que se tiene que vivir para llegar al paso de aceptación.
Para aliviar esta carga, Luz María Hernández, menciona que se recomienda a la familia que convivía con el difunto que lleven un ritual de despedida. “Si tengo que pedir perdón lo hago, si me tengo que reconciliar con esa persona lo hago, a eso se llama la elaboración del duelo”, explicó la entrevistada, aconsejando como segundo paso hablar con personas de cosas agradables de esa persona “hablar de recuerdos, de las enseñanzas que les dejó”.
En cuanto a las personas que no les gusta hablar, una opción válida es hacer una carta.
Por otro lado, los familiares o amigos cercanos que no vieron el cuerpo o el entierro, podrían desarrollar conductas posteriores a la pérdida, que dependerán de la carga emocional que se tenía con la persona fallecida.
“A lo mejor antes de que se enfermara, él y yo estábamos enojados. Lo que podrían generar son estados de pánico, o ansiedades muy graves”, finaliza.
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