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Nación

Meade cambia de tacos, a un año de perder la presidencia

Foto: José Juan de Ávila

Dicen que en México la relación con el taquero de confianza es sagrada. Nos une un vínculo que sobrepasa la coyuntura electoral, la crisis económica y hasta la vicisitud del matrimonio. Hay quienes lo comprenden y defienden este lazo, pero hay otros que a la mínima provocación cambian de aire, como Meade.

Era 27 de febrero, año electoral. José Antonio Meade se acercaba más peligrosamente al medio siglo de existencia que a la presidencia. Pero en sus 49 inviernos celebró compartiendo al pleno de la red social su top 49 de Cosas que no sabías sobre mí.

Un detalladísimo listado que incluyó su nostalgia por el Atari, su fanatismo potteriano y, cómo no, su gusto compartido por el beisbol y los Diablos Rojos con el presidenciable que ya entonces encabezaba las encuestas.

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Hoy lo que nos atañe son sus gustos culinarios, porque además de despreciar uno de los infaltables de la cocina mexicana, la cebolla, Meade confesó que donde ‘de a deveras’ le gusta echar taco es en el 34 de Quevedo, donde desde 1971, fecha infame de halconazos, se encuentra El Rincón de la Lechuza.

Por ahí se le vio infraganti en repetidas ocasiones, dándose gusto en las mesitas de Chimalistac, barrio al sur de la capital donde, asegura, se crió.

En cierta ocasión, echábase el ex candidato priísta unos buenos tacos de bistec junto a la consorte de la familia Meade Cuevas, Juana, cuando fue interpelado por una simpatizante del futuro presidente: a vítores morenistas y obradorazos despidió a Pepe Toño de ni más ni menos que de su taquería predilecta.

¿Habrá sido por esa mala jugada con tintes casi proféticos que nuestro candidato tricolor se nos ‘mudó con el vecino’? Porque de partido cualquiera: no pocos ejemplos brinda el gabinete pejista, que ha sido albergue de ex perredistas férreos que le sacaron a la contienda en alianza con el PAN, pero, recordemos, el vínculo dorado con nuestro taquero no se puede romper ni con todo el peso de la política ¿…o si?

El pasado lunes 1 de julio se cumplió un año del descalabro que mandó al PRI al tercer peldaño de la vida política de México, y esta tarde de domingo algún samaritano de las redes le hizo el milagrito a la opinión pública de capturar el momento en el que Meade asiste gustoso a los tacos El Califa, concurrida sucursal emplazada estratégicamente en el cruce de Insurgentes y Miguel Ángel de Quevedo, a una distancia de entre 45 segundos y un minuto a pie de la taquería más próxima ¿Adivinamos cuál?

Foto: José Juan de Ávila

¿Por qué el recién nombrado director no ejecutivo independiente del Consejo de Administración de HSBC prefirió los taquitos de la competencia? ¿Qué pecados le imputará al chef de El Rincón de la Lechuza para evitar ese minuto de caminata? ¿Será que ahora que cobra en libras esterlinas se olvidará de sus 49 cosas que ahora le sabemos, y le sabemos muy bien?

¿O será que el jefe Diego ‘le echó la sal’ asistiendo a su cumpleaños 49, el mismo día que reafirmó su amor por El Rincón de la Lechuza, ante la airada expectación del afluente priísta? ¿O a lo mejor sintió ‘pasos en la azotea’ en los veinticinco luctuosos del heredero de Salinas, quien degustaba tacos en la sucursal de San Cosme de El Califa, y prefirió no salir del barrio natal? O quizá simplemente el cambio se deba a que había 25% de descuento en tacos por el cuarto de siglo de El Califa.

Esta y otras tantas preguntas, mejor responderlas sin la boca llena. Buen provecho.

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