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Cultura

La crítica literaria recupera espacios

La crítica se reunió
Fuente: La Hoguera

De patito feo de la literatura mexicana, la crítica literaria emprende ahora la recuperación de los espacios que tradicionalmente ocupó en suplementos culturales, revistas y libros; además, se consolida en editoriales independientes, redes sociales o blogs, con una generación de escritores nacidos la mayoría a finales de los setenta del siglo pasado en la “búsqueda permanente de pensar la literatura”.

A principios de 2016, diez escritores jóvenes participaron en Crítica y Rencor, un volumen de ensayos de la editorial independiente Cuadrivio, para exponer sus concepciones sobre la crítica. Participaron Luis Bugarini (1978), Alejandro Badillo (1977), Geney Beltrán Félix (1976), Gabriela Damián Miravete (1979), Guillermo Espinosa Estrada (1978), Miguel Ángel Hernández Acosta (1978), Eduardo Huchín Sosa (1979), Mónica Nepote (1970), Jezreel Salazar (1976) y Ricardo Sevilla (1974).

A partir de entrevistas con algunos de ellos a propósito de la aparición del libro de ensayos, hurgamos en sus visiones de la literatura. Algunos redefinen el papel del crítico, otros cuestionan a los “caciques” o “papas” de la crítica en México, unos más exploran géneros y subgéneros desdeñados y hay quien reprueba “la incontinencia” por publicar libros de baja calidad o que las secciones culturales de los diarios estén -a su juicio- a las órdenes de los grandes consorcios editoriales de reciente conformación.

En las entrevistas telefónicas sostenidas el año pasado, también hay quien lanza apuestas “proféticas” sobre autores y obras que confía en que sobrevivan a las mesas de novedades para quedar como referentes de las letras mexicanas actuales.

CRIATURA MITOLÓGICA

Huchín Sosa sostiene que los autores de esta “antología” tienen intereses diversos, pero todos piensan que es posible y necesario poner a discusión la crítica tomando como eje algunos de esos aspectos.

Nada habla mejor de cierto momento de la crítica en el país que esa multiplicidad de preocupaciones”, señala el colaborador de Letras Libres, para quien el crítico ideal es una “criatura mitológica que nadie ha visto todavía”.

Me parece más deseable mejorar las distintas prácticas críticas que existen, del trabajo académico a la reseña periodística, y no centrarnos en cómo debería ser un crítico”, recomienda.

La crítica revela cierto estado de tensión entre la tradición y la novedad, entre los libros que aparecen y el contexto en el que lo hacen. Es decir, muestra siempre una crisis y la crisis es lo único seguro que tenemos generación tras generación. Qué importa si la literatura mexicana está ahora mismo llena de vigor, medianamente alicaída o de plano agonizante, la crítica deja ver el estado de conflicto permanente que la hace posible”, agrega Huchín Sosa.

Bugarini, Beltrán Félix, Damián Miravete y Sevilla coinciden en que la multiplicidad de discursos en la crítica enriquece la literatura mexicana, aunque de alguna manera cada uno sí perfila a su crítico.

Para Sevilla, ex dictaminador del Fondo de Cultura Económica (FCE) y articulista, “el crítico debe tender a asumir un papel incluso de verdugo y abrazar ese papel sin temor; además, tiene que ser un profeta, no mesías, que apueste por ciertas voces, ciertas obras, aunque en ello se le vaya el prestigio”.

Reprueba que los suplementos culturales de los diarios, al menos en la última década, “ya se acercan más a los órganos informativos de ciertas editoriales”, que se basan en “amiguismos y compadrazgos”.

VISIONES HEGEMÓNICAS

Bugarini y Damián Miravete plantean en sendas entrevistas la necesidad de romper con las visiones hegemónicas en la crítica y ponen nombre a quienes a su juicio hacen lecturas parciales de la literatura.

Al igual que Beltrán Félix, Bugarini dice que ha hecho llamados a jóvenes escritores para que practiquen la crítica y señala que el internet ha contribuido a la “democratización del discurso” crítico.

He hecho llamados para que se hagan legiones de críticos (…) Lo ideal sería que no hubiera ‘papas’; si estás fuera de las capillas, de las obras que ellos señalan, estás fuera del discurso. Nadie puede leerlo todo, y la proliferación de críticos y la multiplicidad de discursos enriquecen la literatura mexicana”, dice Bugarini, quien señala como ejemplos de “papas” a Christopher Domínguez y a Evodio Escalante.

La referencia próxima es Christopher Domínguez, aunque del lado de la academia podría estar Evodio Escalante. No hacen malas contribuciones, pero también, por vicios del periodismo o de ciertas editoriales, los colocan a ellos en figuras verticales, y sus lecturas son parciales”, abunda el narrador.}

Damián Miravete, narradora de literatura fantástica, refrenda en entrevista ese juicio, también expuesto en su ensayo en Crítica y rencor. Alega que tanto Domínguez como, en el plano internacional Harold Bloom, hacen crítica literaria “desde una posición de privilegio” y emiten juicios muy seguros de estar en lo correcto, pero con perspectiva limitada sobre lo que hay que leer y lo que no entra en su canon, y con una visión “de hombres, blancos, heterosexuales, de cierta posición económica y educación”.

Reprueba el desdén de ese tipo de críticos hacia los subgéneros, como ciencia ficción o las literaturas fantástica, infantil o juvenil en México, que a su juicio son más innovadores que la prosa “tradicional”.

Sevilla, en cambio, tacha de “ocurrencia” la condena a los cacicazgos literarios. “Generalmente quienes hacen esos comentarios suelen ser aquellos autores a quienes no les gusta lo que el crítico comenta”.

Geney Beltrán Félix, autor de novelas como Cualquier cadáver o Cartas ajenas, propone como ideal que hubiera un amplio número de críticos -equivalente al de autores- dedicados de manera constante a la revisión de la producción literaria contemporánea en México, y no sólo a las obras canónicas.

Para mí lo ideal es manejar ambos registros. El hecho de que el crítico se ocupe de las obras canónicas no le impediría también ser uno de los confiables en la revisión de la escena contemporánea.

No está obligado ningún crítico a escribir sobre todos los libros y todos los autores, pero muchas veces cierran posibilidades, evaden oportunidades de ampliar el diálogo, y en general el tipo de reseña que a mí me parece más valiosa es aquélla que por supuesto hace una revisión exigente de la producción contemporánea, pero haciendo evidentes los parámetros desde los cuales uno lee, porque ciertamente todos los críticos somos falibles, pero eso no nos impide ejercer el juicio”, sostiene Beltrán Félix.

El narrador y estudioso de la literatura mexicana, al igual que Bugarini, Damián Miravete y Sevilla, lamenta el cierre de espacios en diarios para el ejercicio de la crítica e incluso para la reseña literaria. También, destaca la labor crítica de literatos como Guillermo Sheridan, Antonio Saborit, Christopher Domínguez, Evodio Escalante, y entre los de su generación Rogelio Guedea e Ignacio Sánchez Prado.

Sobre su contribución en Crítica y rencor, en el que recurre a contar una anécdota personal para exponer sus argumentos, señala que para él era importante hacer un ejercicio introspectivo sobre lo que está detrás del temperamento crítico, así como su voluntad de establecer un diálogo con los lectores.

El crítico no es un árbitro definitivo, infalible ni autoritario, es alguien que está abocado a presentar argumentos, y éstos pueden dar pie a una conversación, a ese espacio en el cual el autor se siente interpelado y participa en ese desarrollo de los argumentos. Esto es lo que me parece valioso de la crítica”, añadió el recién nombrado coordinador nacional de Literatura del INBA. 

RELEVOS GENERACIONALES

Sobre si hay relevos generacionales de escritores, a partir de las muertes de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, o del alejamiento por su edad de la producción literaria de Fernando del Paso o Sergio Pitol, Beltrán Félix acota que actuamos como si a estos literatos se les hubiera visto siempre como “escritores irrefutables, como figuras absolutas, de un reconocimiento innegable”.

Quizás a Pacheco y a Monsiváis, por ejemplo, se les veía hace 30 años como nosotros vemos ahora a Juan Villoro, a Enrique Serna o a Fabio Morábito, quienes tienen una obra y una trayectoria muy importante, pero que como no han llegado a la vejez, no se les da el mismo lugar.

También ocurre que en México hay una convivencia de escritores de edades muy diversas (…) Hay una pluralidad muy grande, y en ese escenario es donde ha disminuido desde hace algunas décadas la profesión de crítica; probablemente si hubiera muchos más críticos dedicados a la revisión constante de la literatura contemporánea, tendríamos una visión mucho más clara en la potencia de autores que están llegando apenas a los 60 años (…) Es lamentable que los escritores en México tengan que esperar a llegar a los 80 años para que se les considere instituciones irrebatibles”, expone el narrador y ensayista.

Sugiere seguir la obra de escritores de la generación previa a la suya, como Esther Seligson, Villoro, Serna, Daniel Sada o Morábito, o más recientes como Eduardo Antonio Parra, Verónica Murguía, Mario González Suárez, Yuri Herrera o el pintor Guillermo Arreola.

Sobre el mismo tema, Bugarini considera que de ninguna manera se puede estar hablando de una orfandad literaria, tras la muerte de Fuentes, Pacheco o Monsiváis, pero aunque considera que la generación anterior a la suya ha dado obras de mucha consideración, con autores como Eloy Urroz, Pedro Ángel Palau o Álvaro Uribe, él no ha encontrado desde entonces una obra que llegue a niveles como Terra Nostra, de Fuentes, o Palinuro de México, de Del Paso, que tome el lenguaje como una herramienta de construcción ontológica, aunque considera precipitado un juicio definitivo al respecto.

Se está publicando mucha literatura de entretenimiento, la verdad es que en el momento actual hay mucha experimentación, hay muchos estornudos impresos, que resultan simpáticos, pero de la generación de los 70 no me he encontrado con una tentativa formal que sea capaz de ponernos -como decía Juan Goytisolo- en esa experiencia del autor que tiene la obligación de devolver el lenguaje distinto de cómo lo recibe, yo creo que hay que darle tiempo, creo que es un poco precipitado”, acota.

APUESTAS PROFÉTICAS

Damián Miravete recomienda también seguir a Verónica Murguía, con su novela Loba, a Alberto Chimal, a Rafael Villegas, a Karen Chacek, Libia Brenda Castro, Óscar Luviano, a la narradora gráfica Alejandra Espino, o a las escritoras de obras para niños y jóvenes, la poetisa Martha Riva Palacio Obón, y la narradora Ana Romero. O a críticas como Elisa Corona Aguilar o Magali Velasco.

Por su parte, Ricardo Sevilla apuesta por Julián Herbert como cabeza literaria de su generación, un autor “camaleónico” que lo mismo escribe “con gran acierto” poesía, narrativa, ensayo y crítica “fiera”.

Es un autor en el que yo pondría mi profecía. Su novela, Canción de tumba, me parece que el día de mañana dejará este lodo de lo que hemos enviado al anaquel de novedades, para ser una de las obras que nos represente como generación”, dice Sevilla, quien también recomienda seguir a Luis Bugarini, con su trilogía Europa, a Antonio Ortuño, con El buscador de cabezas.

Sobre por qué estos escritores no han llegado a un público más amplio, Sevilla cita a Gabriel Zaid, y dice que “ya no nos interesa tanto la lectura, sino conocer al autor, tomarnos unos tragos con él, que nos regale unas palmadas. Entonces, el día que esas obras sean sacadas del anaquel seguramente irán a dar al mierdero de obras que ahí se están pudriendo, pero otras no, como la de Herbert o la de Ortuño”.

-Eso de tomarse un trago con el autor parece aludir a Xavier Velasco -se le pregunta a Sevilla.

-Una responsabilidad como crítico es no deslegitimar una obra sin antes haberla leído. Yo intenté leer a Xavier Velasco y precisamente me da la impresión de que es uno de los representantes del fárrago que abunda en este momento y creo que su obra no sobrevivirá al juicio del tiempo.

-Pero Carlos Fuentes, en alguna Feria del Libro, dijo que Velasco y Jorge Volpi encabezaban el relevo de su generación. Lo puso en ese nivel Fuentes.

– Sí, Fuentes cada fin de semana le pasaba la estafeta a un autor, lo dijo sobre Palau y Volpi también, eso era una de las tantas profecías fallidas de Fuentes – responde Sevilla.

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