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Incendiario

El oscuro guiño de Alito a la cúpula militar

Foto: Cuartoscuro

El PRI apenas logró algo de capital político en las elecciones de Coahuila e Hidalgo y Alito Moreno ya lo tuvo que sacrificar al instruir a la bancada tricolor en San Lázaro a promover un punto de acuerdo para que sea el gobierno mexicano el que costee los gastos de la defensa del general Salvador Cienfuegos en Estados Unidos. Una maniobra que, ante el grueso de la población, es cuando menos torpe, pero para la herida cúpula militar es un oscuro guiño de apoyo.

Si algo tiene Alito Moreno a su favor es que, en efecto, es priista y conoce los rincones del PRI no solo como partido, sino como una estructura paralela al Estado. De enseñarle eso se encargaron sus maestros, como Manlio Fabio Beltrones. Seguramente, una de tantas lecciones que el sonorense le dio al campechano, a quien acicalaba como un futuro presidencial, fue sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la historia y presente del tricolor.

Al fin y al cabo, el PRI, por muy neoliberalizado que esté, no deja de ser un partido fundado por la cúpula militar que llegó a balazos al poder tras la Revolución. El Ejército, ese ‘pueblo uniformado’ fue el cuarto sector del partido, oficialmente, hasta 1946, junto al obrero, al campesino y al popular. Aún hoy, uno de los siete organismos políticos del PRI es la Asociación Nacional de Militares Retirados, encabezada por el mayor Andrés Ignacio Morales García.

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Aunque el presidente López Obrador se ha esmerado en limpiarle la cara al Ejército, comenzando por romper la cadena de ‘dedazos’ en la designación de secretarios de la Defensa al desechar la terna presentada por el propio general Cienfuegos, esa cúpula militar que reinó paralelamente a la presidencia imperial, Krauze dixit, sigue estando ahí. Herida y humillada tras la captura de su otrora líder por las autoridades estadounidenses, pero está ahí.

Apenas se confirmó la captura de Cienfuegos, altos priistas como los senadores Eruviel Ávila o Miguel Ángel Osorio Chong salieron a reconocerle como un militar de todos sus respetos, aun a costa de sus propias figuras políticas. Una reacción muy diferente a la que tuvieron, digamos, el clan Calderón-Zavala y el PAN tras la detención de Genaro García Luna. Y eso se explica porque el panismo no comparte con la policía el mismo vínculo que el priismo con el Ejército.

Es por eso que el guiño lanzado por el PRI de Alito resulta tan oscuro como intrigante. Aunque signifique condenarse públicamente a ser señalado de cínico y sacrifique su poco capital político en un punto de acuerdo que a duras penas llegará al pleno, mucho menos será aprobado, el mandamás tricolor busca hacerle saber a esos debilitados caudillos militares que el partido les sigue respaldando. Que el PRI, y solo el PRI, buscará la manera en que les siga haciendo justicia la Revolución.

De entre los muchos frentes de batalla que el presidente López Obrador gusta de abrir día con día desde su atril mañanero, este debería ocupar un lugar de máxima prioridad. Al fin y al cabo, es el PRI endulzándole el oído al mismo Ejército al que le ha confiado la seguridad pública, la construcción de infraestructura estratégica, la administración de las entradas terrestres y marítimas del país. Vamos, hasta la distribución del bienestar en el territorio les encomendó.

Ya se sabe que esa cúpula militar no está feliz, feliz, feliz. Lo dejó claro cristalino hace exactamente un año el general en retiro Carlos Gaytán Ochoa, exsubsecretario de la Defensa de Felipe Calderón, con un lúgubre y contestatario discurso ante el general secretario Luis Cresencio Sandoval. Mismo que desató las alarmas del lopezobradorismo, cuyos principales ideólogos aprovecharon para advertir sobre el, según ellos, inminente golpe de Estado.

Bueno, pues hoy, un año después de la ‘imprudencia’ de Gaytán Ochoa, como la calificó el propio López Obrador, y cuando esa cúpula militar parece más derrotada que nunca por sus propios excesos y abusos, llega un sonriente Alito a tratar de hacer sonreír a la decapitada cabeza de la serpiente. Lo que resta por saber es si López Obrador se atreverá a limpiar las Fuerzas Armadas, dejándoles ver a sus ojos que este gobierno no está con ellas, o si buscará protegerlas del escrutinio público y tratará de que el PRI se coma ese chile sin tortillas.

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