Cultura
Batallón de San Patricio, irlandeses que lucharon por México
Un 17 de marzo, fechado hacia la segunda mitad del siglo V, un predicador cristiano de nombre Patricio, fallecía de causas naturales en algún lugar de Irlanda. A pesar de que el año exacto es hasta el momento desconocido, el cual oscila entre el 461 y el 493 de nuestra era, lo cierto es que el deceso de Patricio arrastró consigo un culto casi fanático en torno a la que actualmente es la figura más representativa de la religiosidad de las personas de origen irlandés.
La Iglesia Católica nunca lo ha reconocido de manera oficial, pero esto no impidió que la cultura popular fechara su muerte como la consagración de quien llevara el cristianismo a la isla como el santo patrono de los irlandeses.
En la actualidad, el día de San Patricio cuenta con la participación anual de millones de personas de origen irlandés alrededor del mundo, y países como Francia, España, Estados Unidos y Canadá lo conmemoran a lo largo de cinco días durante la tercera semana de marzo.
México también es uno de los países que conmemoran con particular ahínco esta fecha del santoral católico, más allá del simbolismo religioso que ello implica. Particularmente son los habitantes de la Ciudad de México quienes conservan esta tradición llegada del otro lado del Océano Atlántico por medio de desfiles y festivales de música y danza. Pero es un acontecimiento histórico la clave para comprender el fervor que genera entre los mexicanos la llegada de esta fecha.
El 20 de agosto de 1847, el convento de Santa María de Churubusco (hoy Museo Nacional de las Intervenciones), fue atacado por tropas invasoras del ejército estadounidense. El convento fue defendido por al menos mil 300 efectivos del bando mexicano que, no obstante, no pudieron frenar la carrera expansionista norteamericana y su superioridad numérica. Entonces ¿Por qué es tan recordada aquella afrenta?
Entre las tropas defensoras se encontraba el Batallón de San Patricio, unidad militar integrada por no menos de 600 inmigrantes católicos europeos, principalmente alemanes e irlandeses, que se habían establecido en Estados Unidos desde principios del siglo XIX y que llegaron a formar parte de sus filas durante el periodo histórico conocido como la Intervención estadounidense en México, ocurrida entre 1846 y 1848 (cuyo resultado fue la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano en favor de nuestro vecino del norte).
Comandados por un desertor del ejército estadounidense originario del condado irlandés de Galway, John O’Reilly, los llamados «San Patricios» abandonaron las huestes norteamericanas y se unieron a la causa mexicana a raíz de tres motivos principales: el supuesto maltrato de que eran víctimas por parte de los otros miembros de las tropas enviadas desde Washington, la segregación religiosa a la que fueron arrojados por la mayoría protestante del ejército invasor, y su animadversión hacia lo que consideraban un «acto injusto» por parte de los uniformados estadounidenses.
Siempre empuñando el estandarte del arpa dorada sobre el fondo verde, y bajo el lema «Erin Go Bragh» (del antiguo gaélico irlandés «Irlanda por siempre»), el Batallón de San Patricio libró su primera contienda bélica por México el 21 de septiembre de 1848 en Monterrey, Nuevo León, de la que salieron mal librados. A pesar de la derrota, los infantes fueron de inmediato reclutados oficialmente por el presidente Antonio López de Santa Anna, quien los condecoró con la Cruz de Honor de la Angostura.
Un mes más tarde, el 20 de agosto, finalizó la trayectoria de «Los colorados valientes», como se les conocía entre los soldados mexicanos, con la caída del convento de Churubusco. Acto seguido, los desertores fueron apresados por el mando militar estadounidense, bajo las órdenes del general David Emanuel Twiggs, y procesados por los delitos de deserción y alta traición, además de haber causado importantes bajas norteamericanas durante algunos de los combates clave para su avance. Marcados con hierro al rojo vivo en la frente con la letra «D», con la que se identificaba a los desertores, fueron azotados y posteriormente condenados a la pena máxima por ahorcamiento, hecho que se efectuó el 13 de septiembre de 1847 en la localidad de San Jacinto, ubicada en lo que hoy es el barrio de San Ángel.
A la muerte del comandante de los «colorados» (llamados así por su característico cabello rojizo), John O’Reilly, acaecida en 1850, fue sepultado en Veracruz. Ese mismo año, el batallón fue oficialmente disuelto.
A la fecha existen innumerables ejemplos del ardor con que se recuerda a la incursión del Batallón de San Patricio en favor de México, como la placa conmemorativa ubicada en una de las plazas del paseo Santa Lucía en Monterrey, el nombre del Batallón grabado con letras de oro en la sala principal de la Cámara de Diputados, e inclusive en el plano urbano de la capital, que rinde tributo propio con el nombre de calles como Mártires Irlandeses, Irlanda, Héroes del 47 y 20 de agosto, todas ellas próximas al Museo Nacional de las Intervenciones.
En 2016 y 2017, la Ciudad de México fue testigo del primer desfile dedicado al patriarca irlandés, el San Patricio Fest Parade, que incluyó nutridas jornadas artísticas y culturales de música, danza y muestras gastronómicas, donde participó la embajada de Irlanda, diversas delegaciones diplomáticas, y academias de Irish Dance.
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