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Cultura

38 Foro Internacional de la Cineteca – ‘Ana, mi amor’: Lo peor del amor cuando termina…

Especial

La vida, esa fugitiva permanente, se entreteje en medio de los recuerdos más dulces y las tristezas más desoladoras. Y el amor se mueve también en esas líneas, que con el tiempo se van desdibujando para quedarse a medio camino entre lo que en realidad fue y lo que recordamos que pasó. Este carácter pasajero está impreso en Ana, mi amor, cuarto largometraje del director rumano Calin Peter Netzer.

El filme es el íntimo retrato de los años de relación entre Toma (Mircea Postelnicu) y Ana (Diana Cavallioti), desde que se conocen en la universidad, hasta que terminan tomando distintos caminos por divergencias fundamentales que se vuelven decisivas. Ella padece fuertes ataques de depresión y ansiedad, y él no se separa de su lado nunca; ambos, poco a poco, se van aislando en ellos mismos, hasta que, luego de formar una vida, esta se acaba y precisan mudarse a otra. Es la crónica de su auge y caída, de sus camas compartidas a sus habitaciones vacías; de su primera juventud, hasta su floreciente adultez.

Desde un (supuesto) presente que transcurre en el diván de un psicoanalista se presenta un relato fragmentado, con continuos saltos temporales que ocurren de manera brusca y sin aviso, mostrando diversas etapas de la relación. Este recurso, al que el espectador se acostumbra fácilmente dada la naturalidad con que ocurre, contribuye a resaltar el carácter transitorio de su vida juntos, y al mismo tiempo sitúa en una vaguedad temporal cada estadio. Al mismo tiempo son jóvenes, conociéndose charlando de Nietzsche y su lectura sobre la moralidad cristiana esclava; son adultos y Ana está esperando un bebé; Toma está en el diván, explorando sus recuerdos; Ana se encerró en el departamento donde viven y no se ha levantado ni para ir al baño. Cada escena transcurre ahora y ayer, fue pasado y es presente.

Si bien presentar la evolución de una pareja no es un tema nada novedoso, cada escena se presenta desde un afán analítico digno de resaltar. La mirada fílmica se centra en su intimidad, estableciendo incluso paralelos de condición dicotómica que dialogan en franca contradicción; en un momento dado, se concentra en sus cuerpos cuando tienen sexo, entregados al deseo y el arrebato carnal; más tarde, cargando años, arrugas y calvicie, esos mismos cuerpos son de dos personas en la ducha, una casi inmóvil por un ataque de depresión, con las piernas escurriendo de suciedad, y el otro limpiándola afanosamente. Dos caras de una misma realidad.

Esto resalta el universo cerrado que se constituye en ambos. En su mundo no entra nadie, por omisión y convicción. Los cuidados a los que se ve entregado Toma le absorben demasiado como para hacer algo más, y los ataques que sufre Ana la enclaustran en su propio cuerpo y mente, incapacitándola para establecer cualquier otro lazo. En su mundo particular solo hay espacio para ellos dos. De la misma manera, hay en la película una continua sensación de vaguedad interpretativa, sobretodo desde que empiezan a introducirse las escenas de Toma con el psicoanalista. Netzer otorga pequeños detalles que establecen juegos de significado entre los saltos temporales, mayoritariamente hacia el final de la cinta; esto imprime al filme una progresión interesante, pues comienza estableciéndose como un juego de espejos realista, y termina con ciertas pinceladas de onirismo que culminan en la introducción, justo en el clímax, de una escena con toques de imprecisión. No del todo bien ejecutada, pero si, cuando menos, curiosa, y que siembra la intención de revalorar lo que se ha visto.

El nuevo trabajo de Calin Peter Netzer es un filme que prescinde de lecturas morales, al menos explícitas. Oscila entre lo descarnado y lo contenido, pero jamás juzga a sus personajes; si acaso, los muestra como dos personas que complementan sus necesidades, tal vez disfrazándolas de amor. Aunque no se den cuenta de ello hasta que pasaron por una vida juntos. Poco a poco se va filtrando en el relato una confrontación con preguntas de planteamiento válido pero de respuesta difícil. ¿Toma se entrega a los cuidados por un afán inconsciente de controlar a Ana? ¿Ella, con los años, le debe gratitud eterna por sus desvelos? No todo es tan sencillo.

Si la película abre con una disertación sobre Nietzsche, cierra también referenciando aquella frase suya donde afirma que no hay hechos, sino solo interpretaciones. Ana, mi amor, es una historia fragmentada, de finales ambigüos y remembranzas agridulces, que se revelan situadas en la frontera entre lo veraz y lo verosímil.

 

Dirección: Calin Peter Netzer. Reparto: Mircea Postelnicu, Diana Cavallioti, Carmen Tanase, Vasile Muraru, Adrian Titieni y Tania Popa. País: Rumanía. Año: Duración: 127 min. Guion: Calin Peter Netzer, Cezar Paul Badescu y Lulia Lumanare. Fotografía: Andrei Butica

38 Foro Internacional de la Cineteca: ‘Ayer maravilla fui’. (2017, Gabriel Mariño)

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