Cultura
38 Foro Internacional de Cine de la Cineteca: ‘Cuervos’. (Koparnen, 2017, Jens Assur)
El insoportable peso de la herencia
Un paisaje invernal, solitario y sórdido, delinea el escenario en el que Cuervos (Korparna, 2017), película sueca, debut del fotógrafo Jens Assur, toma lugar para contar la historia de una familia, en general, y de un padre y de un hijo en particular, que se encuentran enfrascados en una dinámica repleta de soledad y silencio, marcada, además, por expectativas que no marchan al mismo horario.
Suecia, años 70. En un pequeño pueblo alejado de los principales centros de desarrollo del país, vive una pequeña familia encabezada por Agnes (Reine Brynolfsson), sus dos hijos entre los que destaca Klas (Jacob Nordström) y su esposa, Gärd (Maria Heiskanen).
El primero es un hombre obsesionado con la exigente vida del campo, y espera que Klas tome la batuta de la granja tal como lo hicieron su padre y su abuelo antes que él. Sin embargo, su hijo no tiene ningún interés en ello, pues prefiere dedicarse a la observación de aves. Este choque entre expectativas novedosas y legado generacional, produce en el padre una paranoia creciente e implosiva, que alcanza a toda su familia, en especial su hijo, estableciendo una convivencia lúgubre y pesada, que terminará por crear profundas cicatrices.
Cuervos es un filme profundamente visual. Teniendo en cuenta que su director es fotógrafo profesional, hay un cuidado y una predominancia innegable de la imagen; los colores, la iluminación y los encuadres resultan elocuentes por sí solos, y logran hablar de los personajes más de lo que ellos mismos atinan a decir con palabras.
En este sentido, las aves constituyen un recurso visual elevado a leitmotiv que continuamente recalca su condición simbólica; los cuervos, signo de la pesadumbre, ligados a Agnes, aparecen continuamente, posándose en algún lado o simplemente como parte del paisaje. Por su lado, la afición del hijo a observar aves, resulta diametralmente opuesta; son sus anhelos de libertad y de vuelo encarnados. Las parvadas que aparecen recurrentemente durante la película, nos indican que Klas quiere alas para volar. Solo que no las sabe usar. Y nadie le ha enseñado cómo.
Ante esto, la dimensión visual se funde con la discursiva de una forma poderosa; la imagen otorga el relato. Los diálogos, en contrasentido, son puntuales y escasos; la película se apoya en el silencio. Los personajes se expresan verbalmente solo en escenas donde es estrictamente necesario. Así, el habla complementa esos espacios que las imágenes no logran representar, otorgando una mezcla muy bien ejecutada de ambos aspectos, pero conservando la supremacía del silencio y la imagen.
Dicho silencio surge del ostracismo social en el que se encuentra inmersa esta familia. El padre, marcado por un mutismo que grita, solo rompe tal cuando tiene algún reproche, o algún reclamo, o un ataque de ira. Solo en algunos momentos, para expresar la depresión que lo embarga. Ha acallado tanto su voz, que ya no escucha ninguna.
Klas, por otro lado, es callado porque hereda esa incapacidad comunicativa que embarga a su núcleo, a pesar de tener anhelos y deseos bien delineados. La madre, Gärd, que se refugia en una insípida relación extramarital, tampoco tiene mucho qué decir; no por falta de contenido, sino porque sabe que no existe un interlocutor viable. Sabe que no hay oídos para sus palabras.
Todos estos elementos se concatenan para perfilar el entorno físico y sobretodo psicológico de los personajes, especialmente la tensa relación entre Klas y Agnes; uno se sumerge cada vez más en una expectativa insatisfecha: el que la herencia familiar pase a manos de su hijo. Para el otro, esa pesada carga se presenta como una red en la que sus alas de ave nueva se estancan; en la que se despluma e, inhabilitado para seguir huyendo, lentamente pierde la vida.
La película comienza y cierra con un pájaro muerto atrapado en una red. Al mismo tiempo, numerosas aves (cuervos) vuelan en varios encuadres. Estos motivos visuales, contradictorios, reflejan con soltura el conflicto presentado: las ganas de volar y la incapacidad de hacerlo. No obstante, la quietud y la soledad se presentan, a través de los paisajes abiertos y cubiertos de nieve, como la condición sine qua non para la existencia en ese lugar. A pesar de poseer alas, padre e hijo parecen estar condenados a cargar con el insoportable peso de la herencia; a padecerlo y a transmitirlo.
El primer filme de Jens Assur es una grata pieza realizada con precisión, esmero y cuidado. Su ritmo pausado nunca pierde el interés, sobre todo por la narrativa llevada con pulso de artesano. La fotografía es espléndida, y su trama, una exploración psicológica de personajes que, por bien ejecutada, termina deslumbrando a pesar de su sencillez de recursos. No se la pierdan.
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