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Cultura

Sergio Ramírez, de la estirpe de Rubén Darío

Sergio Ramírez, de la estirpe de Rubén Darío
Fotografía especial

Pocos personajes embonan la política y la literatura y las llevan juntas hasta las últimas consecuencias. Sergio Ramírez Mercado es como Vargas Llosa o Churchill; para él una cosa no anula la otra. Sin embargo, su pasión eje es el beisbol, parecida a la pasión de Galeano por el futbol y a la de Cortázar por el box:

“En 1947, a mis cinco años, la gente se agolpaba frente a la casa del vecino en Masatepe, quien había sacado su receptor de radio Philips a la acera, puesto a todo volumen sobre una silleta, y todo el mundo escuchaba con unción religiosa la transmisión desde Cartagena del juego entre Nicaragua y Colombia, Décima Serie Mundial, para gritar en algarabía cuando metíamos un hit, y quejarse en desconsuelo cuando nos metían una carrera”.

Él siempre ha sido un escritor nostálgico; sus recuerdos tienen que ver con la vivencia más profunda de una vida vivida en los barrios coloridos de una realidad latinoamericana. Allí está el contraste, el del niño que corre por patios de tierra junto a sus amigos, y el vicepresidente que protesta en el Congreso y que de verdad piensa en algún día gobernar la nación.

Su mamá lo describía como “muy trabajador”, iba y venía en el estudio mientras hacía alguna labor con poca paga y con eso le compraba algo a quien le dio la vida. La disciplina siempre fue su filosofía. Por eso decidió estudiar leyes y graduarse como abogado.

Lo mismo le da a Ramírez escribir sobre su niñez que sobre el pasado político del continente, para él ambos son importantes.

En un artículo de hace unos años publicó un pequeño análisis sobre Gaspar de Francia, el dictador de Paraguay que para los habitantes del país llegó a ser casi omnipotente, “El doctor Francia había convertido al Paraguay en un sepulcro cerrado para quienes vivían en su territorio, sin mendigos ni ladrones ni asesinos, pero también sin enemigos del Estado”.

Ese es otro elemento de él, su historia de lucha contra una dictadura, la de Anastasio Somoza. Ramírez fundó revistas de izquierda y de corte experimental para apoyar el movimiento y la alternancia del poder. Deseó ser presidente, y tras perder, decidió abandonar el juego para dedicarse más a la escritura, que había sido olvidada por su carrera política. Ya en el retiro, de manos de Peña Nieto recibió el Premio Internacional Carlos Fuentes, por su obra literaria.

Ramírez es uno de los intelectuales chapados a la antigua. Hizo todo, también periodismo. En su página oficial, se encuentra un artículo dedicado a la asunción del líder supremo a Corea del Norte. Al escritor le pareció más una pesadilla moderna que un pasaje democrático: “El nuevo dios Kim Jong-un, tercero de la dinastía divina, obeso e inexperto, ya tendrá su hagiografía también. Una nueva estrella en el firmamento en anuncio de su nacimiento, un arcoíris triple. Y sus estatuas doradas por doquier”. Ramírez se burló de las mismas construcciones de todos los regímenes totalitarios, de la derecha a la izquierda. Al igual que con Franco, la gente salió a las calles para llorar la partida de Kim Jong-I, quien los oprimió por décadas.

Desde su novela La fugitiva hasta su Mis días como rector, Ramírez siempre ha sido un escritor apegado a su pueblo, y sobre todo orgulloso de pertenecer a lo que él llama » una estirpe» de escritores nicaragüenses que empezaron a tener visibilidad con su gran clásico nacional, Rubén Darío.

Cuando uno lee la lista de su bibliografía empieza a captar que no ha sido un escritor al que los medios culturales le hayan tenido un seguimiento particular o un “culto” fuera de su país, donde es amado como escritor pero cuestionado por su pasado político.

Si bien sus novelas más famosas son publicadas por Alfaguara y Cal y Arena, sus artículos, cuentos e incluso ensayos son reunidos por ediciones difíciles de conseguir en universidades desperdigadas por México, Guatemala y Honduras. Sin embargo, su calibre se alcanza a ver con las amistades. En su bibliografía aparece, por ejemplo, un prólogo de Mario Benedetti para su edición de cuentos completos del 97. El uruguayo le habla al nicaragüense como los más profundos amigos.

Hoy Sergio Ramírez recibió el premio Cervantes. Lo recibió como otros escritores dedicados a denunciar las dictaduras lo hicieron, entre ellos Augusto Roa Bastos y Vargas Llosa. Y como ellos, formará parte de un clásico de un canon de la literatura de izquierda en Latinoamérica, ¿has leído algo de él?

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