Cultura
Una entrevista olvidada con el Cervantes Sergio Ramírez
El Ministerio de Cultura español y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) al fin descubrieron la literatura centroamericana y, en particular, nicaragüense. Sergio Ramírez (1945), autor de casi medio centenar de obras, entre novela, cuento y ensayo, amaneció con la noticia de que la gran tradición literaria que inauguró Rubén Darío hace más de un siglo cuajó en él con el mayor reconocimiento en el idioma del Quijote.
Justo 13 años atrás Sergio Ramírez estuvo de visita en Ciudad de México, mientras el gobierno de Vicente Fox buscaba el desafuero del principal candidato histórico de la izquierda a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador; y, de manera paralela en Nicaragua, un congreso dominado por el ex presidente Arnoldo Alemán y el sandinismo de Daniel Ortega intentaban desaforar al jefe de Estado, Enrique Bolaños. También entonces, los países sudamericanos empezaban a ser gobernados por políticos y líderes de izquierda.
El 8 de noviembre de 2004, Sergio Ramírez concedía una entrevista a este reportero, en la que advertía a la izquierda que debía ser capaz de gobernar con eficiencia y con respeto al sistema institucional; demostrar que podía gobernar en paz, con cordura y racionalidad como a juicio del ex vicepresidente nicaragüense hacía Luis Inacio Lula da Silva en Brasil.
La entrevista tuvo sus trompicones para su publicación. A pesar del momento político para México, y América Latina en general, el director de aquel diario donde trabajaba se preguntaba quién chingados era Sergio Ramírez y quién lo conocía en México. Al final, el texto salió desplegado en la portada de Cultura, a cargo de Julio Aguilar, hoy editor de Cultura de El Universal, gracias a la defensa que hizo de ella Marco Gonsen, editor de aquel diario y actualmente responsable de la edición de Excélsior. En la siguiente página se publicaba otra entrevista del mismo seudoreportero con otro desconocido, Juan José Millás.
Ya no gobierna la izquierda en Argentina, Brasil, Paraguay y está en crisis en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Chile, que el próximo 19 de noviembre celebra elecciones con el ex presidente Sebastián Piñera (derecha) como puntero en las encuestas para relevar en La Moneda a la socialista Michelle Bachelet, salpicada por su hijo de un caso de corrupción.
Hoy Sergio Ramírez es premio Cervantes y López Obrador sigue siendo el principal aspirante, por tercera vez, a la Presidencia, en medio de una campaña de denostación y golpeteo del PRI y el PAN como la que hubo en aquel 2004. La izquierda está en crisis en toda América Latina: en México, dividida: una parte con López Obrador y la otra, la que entonces postulaba al tabasqueño, el PRD, en amasiato con la derecha. En Nicaragua, el gobierno familiar de Daniel Ortega, del que se alejaron Sergio Ramírez y el poeta Ernesto Cardenal, hace pedazos al sandinismo que depuso al dictador Anastasio Somoza en 1979.
La entrevista de entonces a Sergio Ramírez, en ocasión de la publicación de su novela Mil y una muertes, tiene mucho de profecía y mucho de actualidad. La foto del escritor es de Alfredo Pelcastre, compañero de entrevistas culturales de aquella época. Como en aquel entonces seguro nadie la leyó porque nadie conocía a Sergio Ramírez, según el director del aquel diario ahora inexistente, ni mucho menos al seudoperiodista que lo entrevistó, aquí la reproduzco por si algo de valor alguien le encuentra.
ENTREVISTA (martes 9 de noviembre de 2004)
“La izquierda debe tener cordura”
Por José Juan de Ávila
A Sergio Ramírez le costó mucho que lo citen como escritor y no como político o ex vicepresidente de Nicaragua; sin embargo, no rehúye analizar el temor en América Latina hacia la izquierda, el uso de los desafueros como arma política para anular rivales y la tragedia de su país, donde a los 25 de años de la revolución sandinista en la que él participó, el desastre perdura, como lo retrata en su novela Mil y una muertes (Alfaguara), en la que narra la vida del fotógrafo nicaragüense José María Castellón.
En entrevista, el escritor advierte que si prospera el uso del Poder Judicial contra el presidente nicaragüense Enrique Bolaños o el jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, esto será un gran fracaso de la democracia. Una democracia que, sostiene, sí existe actualmente en México, y marca la diferencia de cuando viajó como vicepresidente: reunirse con Cuauhtémoc Cárdenas, entonces candidato presidencial, le costó que el candidato oficial, el priísta Carlos Salinas, y el presidente Miguel de la Madrid se enfurecieran y le cancelaran sendas citas.
Cuando apareció el año pasado Sombras nada más, usted adelantó que su siguiente novela sería una gran historia de amor, ¿dónde quedó el amor en Mil y una muertes?
Está pendiente esa novela (al final la publicó hasta 2011 y se llama La fugitiva), cuando uno empieza a escribir un libro de repente hay otro que le reclama el espacio y lo obliga a sacarlo y posponerlo. Yo tenía esta historia (Mil y una muertes) y debía terminar de contarla porque ya había un proceso de investigación avanzado, y cuando me sentí que estaba suficientemente empapado de los temas que quería tocar, que tenía la información asimilada, entonces seguí adelante con la novela. Lo que me pasó con esta novela fue que no encontraba la estructura que debía tener y de repente la encontré y supe que estaba listo para escribirla. Las claves de la narración es lo que a veces más se complica. A mí me apasiona hallar desafíos nuevos en un libro, no andar por los caminos ya contados, sin buscar nuevas formas de expresión, no sólo de lenguaje sino de estructura. Yo tenía que narrar en dos voces, y en primera persona. No es algo sencillo de resolver. Tenía que narrar mi propia voz y la del personaje del fotógrafo Castellón, sin comunicarse nunca. Sólo se encuentran al final.
Usted, como el escritor Sergio Ramírez, también es un personaje central, al menos en sus dos últimas novelas, ¿hay alguna necesidad de reinventarse, de hacerse ficción?
Eso se debe a de dónde parte esta novela: parte de un episodio que cuento que me ocurrió en el Parque Lasinski (Polonia). Yo me escapé de la vigilancia y me extravié. Comienzo a contar a partir de este hecho real y, por lo tanto, es ineludible que yo sea el personaje. No sería tan atractivo que alguien, el narrador se extravió en el parque, ¿qué andaba haciendo allí? Yo sí tenía una razón de estar, yo estaba en una visita oficial. Mi siguiente extravío también es real, en los alrededores de París, cuando encuentro de pronto esta dacha de Turgueniev. Estas son las marcas que me indicaban el camino para buscar a Castellón. Yo buscando a mi personaje.
Los personajes de su novela tratan muy duro a Nicaragua, ¿no le parece?
Es una Nicaragua que está por hacerse. ¿Y qué es lo que resulta para mí esa Nicaragua que fue moldeada en el siglo XIX? Que resultó algo defectuoso, algo que no es armónico, esa visión contraria entre la Nicaragua del Pacífico y la del Caribe. La visión utópica, mesiánica de que el Canal vendría a resolver todos los problemas del país, un sueño no cumplido, hoy en día se sigue hablando en Nicaragua del Canal como una gran panacea. El país va por un lado y la idea del Canal va por otro. El padre del personaje va a Europa para que reconozca a este país chiquitico, inexistente. Ésta ha sido la historia del país, que no es muy país, bastante parecida a la de toda la latinoamericana porque cada país tiene sus propios mitos, sus propias utopías realmente no cumplidas, y sus propios dramas.
El final de su novela muestra cómo su personaje encuentra en este siglo a Nicaragua, incluso la metáfora del cerdo es muy fuerte. Con el repunte ayer (lunes 8 de noviembre de 2004) de los sandinistas en las elecciones municipales va a causar polémica este final.
Es obvio. El cerdo es un punto de referencia constante en la novela, en la búsqueda de George Sand, Rubén Darío, el barco lleno de cerdos y pasajeros que va de Mallorca y Barcelona. Y al final esta fotografía que vi tras el huracán Mitch: en un terreno desolado había el cadáver de un niño y un cerdo negro que se viene acercando al niño. Muy parecido a la foto del niño agonizando en África y que vienen aterrizando unos buitres (la imagen que cita Sergio Ramírez es de la hambruna en Sudán y le valió el Pullitzer en 1993 y el suicidio en 1994 al fotógrafo Kevin Carter). Esa foto me impresionó mucho, sabía que yo tenía que terminar con esa imagen: que es un cerdo de desesperanza, no hay Canal en Nicaragua, no hay emporio marino en León, no es la segunda Constantinopla en el Pacífico, sino que es una ciudad destruida por la reciente guerra civil que derrocó a Somoza. Entonces, esa triste, dura realidad es insoslayable. El paisaje del país no ha cambiado. El regreso del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional, de Ortega) en las elecciones municipales es una cosa ajena a eso. Si Daniel Ortega vuelve al poder será por otras razones, no por un proyecto revolucionario como el que alimentamos nosotros con nuestras esperanzas y sueños en 1979. Volverá como un caudillo y dudo que conquiste los votos suficientes.
¿Qué opina de los triunfos de la izquierda en América Latina?
Es la primera consecuencia visible de la maduración de los criterios electorales de los votantes y un fortalecimiento de los espacios democráticos. Es una gran ganancia, porque hasta ahora había un gran temor de votar a la izquierda. Sucedió muchas veces con Lula. La gente tiene esta aprehensión de que la izquierda signifique desorden, expropiaciones, nacionalizaciones, y el votante obviamente tiende a buscar la estabilidad. En Brasil se superaron esos miedos y Lula pudo ser elegido. Se superaron ahora en Uruguay. En fin, hay un cambio de visión del electorado que a mí me parece que va en beneficio de la democracia. Ahora la izquierda tiene que demostrar que sí es capaz de gobernar con eficiencia y con respeto al mismo sistema institucional. Venía en el taxi hablando con el chofer que era anti PRD, y me decía que el problema con López Obrador es que iba a nacionalizar los bancos, las empresas. Entonces, esos son los grandes prejuicios que hay contra la izquierda y que aun el votante más humilde no quiere ver, el votante persigue la estabilidad, persigue el orden, que no haya grandes disturbios; entonces vencer esos criterios significa el éxito de la izquierda y demostrar que puede gobernar en paz y con cordura y racionalidad como lo está haciendo Lula en Brasil.
En Nicaragua se está pidiendo el desafuero del presidente Enrique Bolaños, a quien usted ha dado su apoyo; un caso similar ocurre en México con López Obrador. ¿Qué opina de estos procesos?
Yo no estaría en contra de que procesaran a Bolaños por delitos como haber utilizado fondos del Estado para financiar las campañas del Partido Liberal, si yo no supiera que se trata de una maniobra política en su contra urdida tanto por Daniel Ortega como por (Arnoldo) Alemán para limitar su presidencia y con ello demostrar que esta tercera vía que Bolaños ha intentado es un fracaso y que hay que volver al reducto y al redil de los dos antiguos partidos que han existido: el FSLN y el Partido Liberal. Me parece que el hecho de que Bolaños termine su presidencia en paz sería un fortalecimiento de la democracia. Si a Bolaños lo tumban por estas ambiciones desmedidas y por estas maniobras del poder político, va a ser un retroceso para Nicaragua.
¿Y en el caso de López Obrador…?
Me huele mucho a maniobra política para impedir que un candidato a la Presidencia que tiene un enorme respaldo y arrastre popular, como lo muestran las encuestas, no se presente como candidato. Me parece que es algo que está muy a la vista.
¿Se está utilizando al Poder Judicial como arma política en ambos casos?
De México yo no puedo opinar, pero en Nicaragua sí: el Poder Judicial está controlado por Daniel Ortega y por Arnoldo Alemán. Me parece que es un gran fracaso para la democracia que el Poder Judicial esté sometido al poder político de los caudillos. Es absurdo.
¿De qué tratará su próxima novela, su gran historia de amor?
Es la historia de Yolanda Oreamuno (la escritora que vivió de 1906-1956 y que en su novela La fugitiva se llama Amanda Solano), una costarricense que murió abandonada y exiliada en México. Su tumba en un panteón en México estaba marcada por un número nada más. Fue una mujer muy bella, muy inteligente, muy fuera de su tiempo, que desafío a toda la sociedad provinciana en Costa Rica con su vida sexual, con sus ideas y su cultura. Y tuvo que ir al exilio. Y esa es la historia que quiero narrar, de sus amores, de su vida.
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