Opinión
Un profesor en tiempos de pandemia
8:30 am enciendo la computadora para iniciar labores, solo, frente a la pantalla, pero conectado con cientos de personas con las que coincido para desahogar labores académicas, asistir a conferencias, mesas y reuniones virtuales. Aún se bromea y se recuerdan viejos tiempos en los que podíamos estar juntos de manera presencial. No ha sido fácil para nadie, es una situación completamente nueva, seguramente es más difícil para quien está fuera, aquí adentro, hay que robarle tiempo al tiempo para hacer además las cosas de casa y atender a los niños y adultos mayores, para quien los tiene.
Una vez situado en la mesa de trabajo, hay que organizar el día, la agenda la marcan en gran medida los eventos virtuales a los que uno se haya comprometido. Entre uno y otro evento, hay que redactar escritos de toda índole, responder correos electrónicos, sacar algunas fichas de trabajo de libros previamente seleccionados, atender llamadas, y otras menudencias.
Pero lo más disruptivo de este tiempo de crisis en la academia, es la demanda de cursos y otros menesteres videograbados que como profesor debe uno compartir con audiencias de todo género.
Más allá de todas las complicaciones que supone tener dispositivos adecuados y la correcta banda ancha -lo que implicó para algunos invertir en mejorar su tecnología disponible- está el hecho de enfrentarse a los procesos de comunicación. Antes quizá, la elección del programa o plataforma para hacerlo, aunque existen un sinfín de tutoriales donde te sugieren distintos recursos: zoom, jitsi, google, skype; hasta whatsapp; no es sencillo operarlas ya en la práctica; luego están las académicas como blackboard; lo ideal es que alguien más lo haga y te manden la liga, pero eso no siempre es posible. Luego la dificultad de pasarlo a plataformas con más amplio espectro de divulgación como youtube. En muchos de los casos hay que darse de alta, registrarse y hasta pagar, depende qué es lo que se busca; y como siempre habrá uno que cuidarse de no ser víctima de delitos cibernéticos.
Finalmente se tiene ya dispuesto todo para comenzar a grabar o transmitir, y surgen nuevos retos: el espacio adecuado, un fondo que no distraiga, un encuadre que permita comunicar mejor, aislarse de los ruidos de casa, de la calle y de los vecinos; lo más interesante de este proceso es que nos volvimos más conscientes de nuestra fragilidad y menos soberbios, en la pantalla aparecemos tal y como estamos, ansiosos, cansados, nerviosos, estresados, preocupados; y las interferencias son cada vez más comunes y menos graves, Ya no nos extraña si se pierde un poco la imagen o el audio; es normal; retrasos en la señal o congelamientos; seguramente en un futuro la tecnología eliminará estas trabas.
Y sabemos que en el auditorio habrá personas deseosas de conectarse que no lo lograrán, que tendrán dificultades insoslayables porque dependemos de esos recursos tecnológicos que requieren infraestructura y dinero. Debiéramos ser lo suficientemente empáticos con aquellas y aquellos que están intentando acceder a nuestro trabajo de manera remota; la compartición del conocimiento se vuelve más compleja porque ahora somos más conscientes de que involucra emociones, nos alcanzó la revolución de la inteligencia emocional, que paradójico, justo ahora que estamos tan distantes. Este es el dilema tecnológico, nos encerramos para abrirnos al mundo, a un mundo virtual, como lo habría planteado la ciencia ficción, conectados a una realidad que no es cercana y a la vez extraña.
Por otro lado, la línea entre lo público y lo privado se desdibuja en las transmisiones, ahí estamos en la sala de nuestra casa, quizá cientos o miles verán esa imagen; el torso compuesto, pero nadie imaginaría que estamos en bermudas y chanclas, tal vez la canasta con la ropa a penas lavada a un lado y los trastes aún sucios de la comida que acabamos de ingerir pero no hemos tenido tiempo de ordenar; nada de eso estará en la toma pero tal vez en nuestra visión sí, y en la cabeza, así como otras ideas, el horario en el que traerán la compra del supermercado y la conexión de nuestro hijo a su clase virtual; cuando se comparten dispositivos entre los miembros de una familia, la organización debe ser perfecta para no perder detalles de las sesiones por internet.
Otras muchas cuestiones nos abruman, en especial el futuro próximo, las cuentas, nuestros amigos y familiares y los riesgos de infectarse; según el ánimo, se escuchan las noticias sobre los avances del virus y un mar de sugerencias para evitar contagiarse.
El miedo sirve para alertar los sentidos, hay que superarlo, de otro modo, paraliza.
Pero en el momento en que hay algo importante que decirle a alguien más a través de la red, nos preparamos, física y mentalmente; creamos el ambiente ideal, ajustamos la luz, controlamos en la medida de lo posible los ruidos, y entonces comunicamos; y en este acto, cuando se hace conscientemente, hay un enorme ejercicio de ética y responsabilidad social, estamos aportando a esa tan especial sociedad del conocimiento una pequeña pieza del gran rompecabezas que hoy se va formando para las generaciones actuales y las futuras.
Las instituciones educativas han tenido que innovar en la marcha. El futuro nos alcanzó. Siempre estábamos hablando de la educación a distancia y un día ya no era más una opción, debía hacerse realidad. Este tipo de didáctica llegó para quedarse y habrá que aprender rápidamente para mejorar los procesos educativos y maximizar los recursos.
En la Escuela Judicial Electoral del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, por ejemplo, logramos superar los retos implicados en la dispersión de los recursos humanos. Desde casa se implementaron las medidas necesarias para atender la demanda de cursos, materiales e información que los miles de usuarios comenzaron a solicitar para poderse actualizar aprovechando los días de confinamiento, utilizamos Meet de Google que es una aplicación segura y muy completa. Entonces se planteó un círculo virtuoso porque la demanda supone a muchas personas interesadas en ocupar su tiempo, en prepararse y mejorar sus conocimientos, a nosotros nos impulsa a compartir y mejorar las maneras de transmitir lo que conocemos, de ese modo, todos aprendemos.
5 consejos para videograbar contenidos a compartir en redes sociales y plataformas digitales:
- Cuida tu encuadre: que el fondo, la ropa y el peinado no distraigan. Colócate en el centro de la pantalla, de modo que tu pecho quede abajo (plano medio) y deja un poco de espacio hacia arriba.
- Cuida la luz y los reflejos: la luz debe venir de frente y no estar detrás, utiliza luz artificial para evitar sombras, cuida lentes y anteojos que reflejen la pantalla del dispositivo. No utilices ropa del mismo color y tono que el fondo, busca el contraste.
- Cuida el sonido: busca un lugar cerrado donde se puedan evitar ruidos externos, baja el volumen de aplicaciones de tu dispositivo, verifica que no haya eco, si es una sala de conferencias virtuales sugiere a todos que apaguen su micrófono.
- Cuida el mensaje: elabora un guion o escaleta (con bullets) en el que sintetices lo que dirás, ensaya un par de veces antes de grabar y mide el tiempo que tardas en decirlo. Puedes utilizar programas que funcionan como apuntadores o teleprompters, intenta enviar mensajes que reconforten y favorezcan la compartición de ideas.
- Cuida el énfasis: recuerda que el auditorio tiene distintas posturas, que hay muchas emociones encontradas en la virtualidad, que el tiempo en las redes funciona de modo distinto, el impacto es más directo y exige mayor atención. Los usos horarios afectan también las transmisiones. Ten paciencia, siempre hay alguien interesado en lo que buscas decir y más tarde podría toparse con el material que compartiste y aprovecharlo.
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