Cultura
El Santanero de la Morelos
Desde diez años atrás, la Navidad comienza en noviembre para don Leobardo Hernández. Desempolva a lo largo de un mes sus recuerdos embodegados, una colección en cajas clasificadas, y hace con ellos en una pequeña habitación de su casa, un museo dedicado a la Navidad y al personaje de la temporada: Santaclós.
Al menos 120 figuras de Papá Noel, animadas y de pilas, además de un nacimiento completo, integran la colección del Santanero, como llaman a don Leobardo en su barrio, la colonia Morelos, en el corazón de Tepito, y aun en algunos más lejanos como La Merced o Candelaria. Hay motociclistas, rockeros, jazzistas, equilibristas, fotógrafos e incluso un Santaclós que perrea al ritmo del reggaetón.
Lo que inició como un gusto personal por Santaclós se ha vuelto una tradición y todo un ritual en su familia, pues cada año don Leobardo dedica un mes entero a adaptar ese espacio de su casa para montar las más de 200 piezas, entre santacloses, villas navideñas y figuras del nacimiento: una ofrenda de afecto, además, para su esposa, la señora Maura; su madre, doña Alberta, e hijos.
“Yo recuerdo las navidades de años atrás, mi esposa y yo no teníamos dinero para comprar juguetes a nuestros hijos. Ponía un árbol chiquito para ellos y nada más. No había dinero y teníamos que vender cositas para que nuestros hijos pudieran tener algo”, recuerda don Leobardo.
Curiosamente a don Leobardo no le dicen Santanero por proclamarse custodio de Santaclós, sino por su parecido al músico Pepe Bustos, de la Sonora Santanera. Pero Santaclós se ganó su sitio en su vida.
Católico devoto, asegura que el montaje de la colección de santas, así como poner el nacimiento, muestra su fe y devoción por Jesús. Gracias a él, dice, desde hace 30 años tiene un negocio de comida afuera de su casa, sobre la calle Carpintería, que le ha permitido salir de las dificultades económicas y continuar preservando las tradiciones navideñas. Cuenta que esto es la única herencia para sus nietos.
Cada Santaclós del Santanero tiene una historia. Algunos han sido comprados y otros regalados por aquellos curiosos que buscan contemplar por unos momentos este mini museo dedicado a tan famoso personaje.
“Tengo 73 años. Ya no recuerdo con certeza la historia de cada uno de los Santacloses. Pero todos tienen un valor incalculable para mí. He comprado algunos en las chácharas, otros me los regaló mi esposa o personas que viene a visitar la colección. Por estas fechas me preguntan ‘¿Ya puso su nacimiento? ¿Sus muñecos de Santaclós?’, les digo que sí y ya se vienen a ver”, cuenta Santanero.
Don Leobardo dice que cuando ya no esté le gustaría que sus hijos continuaran con la tradición y sigan enriqueciéndola. “A mí no me gusta que me ayuden a poner todo esto. Me gusta que me dejen solo porque yo sé cómo se hace, pero cuando ya no esté quisiera que mis hijos siguieran. Es más, cuando me muera me gustaría que me echen a la tumba unas cuantas figuras de Santaclós para que me acompañen”.
El comerciante de la Morelos quiere trascender así su culto al personaje inspirado en el obispo turco del siglo IV, Nicolás de Bari, al que el cristianismo dedicó su principal templo en Apulia, Italia.
A don Leo no le molesta que le pidan visitar su casa para apreciar las decenas de figuras navideñas, al contrario, explica, las tradiciones son para compartir. Jóvenes del barrio como Ariel y su tío César Darío disfrutan visitar la colección cada temporada.
También, inmutable e inamovible, frente a los santacloses y el nacimiento se levanta una escultura en yeso, de poco mas de un metro, del Divino Niño Jesús, figura que representa a Jesucristo durante la infancia. A él don Leobardo le atribuye haber salvado a su esposa de una apendicitis.
“Cada 30 de abril le hago su misa y vienen más de 300 personas, entre ellas niños, a quienes les regalo juguetes. Soy un hombre muy devoto. Desde hace 35 años tengo mi negocio de migas, enchiladas y quesadillas, y gracias a él (El Divino Niño Jesús) me ha ido muy bien”, narra.
Santanero se describe a sí mismo no sólo por su gran fe, también por su pasión por atesorar recuerdos de la infancia, pues en la misma habitación hay de forma permanente una vitrina que resguarda un sinfín de figuras coleccionables en miniatura de diversos personajes de series y películas animadas. A ellos ya nadie los toca, todo el año se exhiben.
Sólo a las figuras navideñas, religiosamente don Leobardo, custudio de Santaclós, les retira una a una las pilas, las envuelve con cariño y las devuelve con delicadeza a sus cajas después del 6 de enero, mientras le dice a cada Santaclós a lo largo de la semana que dura esa faena: “Hasta el próximo año”.
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