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De lujos y drogas a la muerte; el “Pirata de Culiacán”, uno de tantos…
La noche del lunes, a las 23 horas aproximadamente, al menos dos sujetos irrumpieron en el bar “Menta2 Cántaros”, en Tlaquepaque, Jalisco. El objetivo, ahora evidente: Juan Luis Lagunas Rosales, mejor conocido como “El Pirata de Culiacán”.
18 balazos marcaron el fin de la vida de “El Pirata de Culiacán”, un joven de 17 años que alcanzó la fama en redes sociales, a través de su estilo extravagante y una vida llena “aparentemente” de lujos, mujeres y alcohol.
La Fiscalía de Jalisco lo confirmó, el asesinato de Lagunas Rosales se trató de una agresión directa, en la que también resultó herido el dueño del bar, quien murió horas después.
De acuerdo con versiones periodísticas, “El Pirata” usó al dueño de “Menta2 Cántaros”, de 25 años de edad, como escudo en un intento para evitar que lo mataran, sin embargo, testigos declararon que los sicarios dispararon a quemarropa contra la cabeza del menor.
“Así quedó nomás”…
Hasta ahora no hay detenidos por el asesinato de “El Pirata” y aunque hay varias líneas de investigación, las autoridades informaron que una de ellas está relacionada con un video, en el Lagunas Rosales, semanas antes de su muerte, arremetió contra Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, quien se presume es el líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación. En evidente estado de ebriedad, “El Pirata de Culiacán” fue captado mientras aseguraba: “A mí el Mencho me pela la verga”.
Aún no hay causas oficiales sobre el asesinato del joven, sin embargo, las reacciones en redes y la atención de los medios se ha centrado en esa grabación, la cual fue interrumpida por los acompañantes de “El Pirata”, en cuanto este insultó al líder narcotraficante.
“Así no más quedó”, era una de las frases emblemáticas de Laguna Rosales, quien con faltas de ortografía se regodeaba de una vida llena de excesos, en las que el alcohol siempre estuvo presente, convirtiéndose así en un modelo de réplica o admiración para algunos jóvenes sinaloenses.
“El Pirata” obtuvo fama y miles de seguidores en Facebook, Twitter e Instagram por algo en peculiar: compartía fotos y videos en las que aparecía con mujeres, celebridades de la región, autos lujosos y se exhibía mientras consumía drogas y alcohol.
El ocaso de una vida acelerada
“El Pirata de Culiacán” nació en Navolato, Sinaloa, entidad de la que también es originario Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”.
En sus videos, Laguna Rosales contaba que su padre y madre lo abandonaron durante su infancia. Su abuela fue quien lo crió, hasta hace tres años, cuando en 2014 abandonó el primer grado de secundaria y se fue a buscar trabajo en Culiacán.
En tierras sinaloenses, “El Pirata” con 14 años “sobrevivía” lavando coches, tiempo después, en 2016 la fama le llegaría con las redes sociales, en donde de tener una fotografía con 100 “likes”, se convertiría en influencer.
Mujeres, publicaciones con carga sexual, alcohol, drogas, autos lujosos, animales exóticos e incluso instantáneas en las que posaba con supuestos militares y policías llevaron a Juan Luis a acaparar las reacciones de la sociedad.
El estilo de vida que “presumía” atraería la atención de personajes y bandas, como La Ventaja y Los Titanes de Durango, quienes mostrarían interés en él, por el impacto que generaba.
Luego de su asesinato, los restos de “El Pirata de Culiacán” permanecieron en la morgue durante tres días, ahí no hubo amigos, admiradores o seguidores que le aplaudieran “la última borrachera”. La Fiscalía General de Jalisco entregó el cuerpo a una tía, que fue quien lo reclamó y acreditó su parentesco.
Así quedó marcado el ocaso de “El Pirata”, quien supuestamente tenía la idea de alejarse del alcohol.
De acuerdo con reportes periodísticos, “El Pirata” ganaba entre 30 mil y 50 mil pesos por presentarse en bares, lugares en los que su presencia atraía clientes, al igual que en grabaciones de corridos, en los que las visitas aumentaban con su participación.
Con la secundaria inconclusa, José Luis a los 17 años tenía ingresos más altos que los de un joven promedio, sin embargo, en una entrevista para un canal de Los Ángeles, “El Pirata” declaró que en tres años se veía “dejando el pisto; ya dejando el alcohol atrás”, así respondió cuando le preguntaron cómo se visualizaba a futuro.
Por su parte, Beto Sierra, promotor de música regional, compartió a través de Twitter un mensaje: “No fue 1 ni 2 las veces que platicamos que ya te calmaras que dejaras el alcohol andabas viviendo la vida muy acelerado… pero nunca hiciste caso y no te juzgo solo tú sabes lo que hacías”, afirma quien trabajó y convivió con “El Pirata de Culiacán”.
“Cualquiera pudo haberlo matado, pues insultaba a muchos por igual”, declaró a medios el fiscal de Jalisco. Los insultos que lanzaba en redes sociales podrían haber marcado su fin.
Narcocultura: de los excesos y las drogas, a la muerte
A menos de una semana del asesinato de “El Pirata” su cuenta de Facebook dejó de estar disponible, por lo que como parte de “su legado” queda el perfil de Twitter e Instagram, redes en las que se haría popular, sin embargo, la misma fama que se creó con “likes” e interacciones quedará sepultada en la red.
Juan Luis Lagunas Rosales no destacó por su labor, vivía de la mofa y “diversión” que producían sus excentricidades y las borracheras consumiendo Buchanans acompañado de “amigos” y mujeres de cuerpos esculturales.
El número de personas que aplaudía su “vida” da muestra del discurso que consume la sociedad: un millón de “me gusta” en Facebook, más de 37 mil seguidores en Twitter y 327 “followers” en Instagram forman parte del público al que “El Pirata” dirigía su “show”.
El asesinato de Lagunas Rosales ha acaparado el interés mediático, no por la aportación del personaje, sino por el impacto que generaba, además de que el hecho se convirtió en muestra de la narcocultura que está presente en México.
Los narcotraficantes tienen un santo: Jesús Malverde, y el mundo del trasiego de drogas se plasma en narcocorridos, series y novelas; en las redes sociales, presuntos narcoJuniors comparten la vida que “gozan” en medio de drogas, lujos, armas de fuego y fajos de billetes.
La sociedad mexicana se ha habituado a publicaciones de este tipo, mientras que la narcocultura forma parte de la vida “cotidiana”, tal como sucedió con “El Pirata de Culiacán”.
“El Pirata de Culiacán”, uno de tantos menores a los que el narcotráfico ha “impactado”
El violento asesinato de “El Pirata de Culiacán” ha conmocionado a los que antes se reían con sus transmisiones en estado etílico, empero, el narcotráfico no sólo ha interferido en el estilo de vida de un menor de edad.
La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) señala que la pobreza es uno de los principales factores para que los mexicanos menores de edad se involucren con el narcotráfico.
Datos obtenidos por la REDIM apuntan que desde el 2007, las autoridades que combaten la delincuencia organizada, han detenido a 4 mil mexicanos de entre 7 y 19 años de edad, por ello el INEGI, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la REDIM han destacado la “nueva generación” del narcotráfico.
De acuerdo con el informe “Infancia y conflicto armado en México”, de la REDIM, los niños más pequeños, de entre 7 y 11 años de edad, son utilizados como informadores, mientras que a partir de los 12 se dedican a cuidar las casas de seguridad.
Los que tienen 16 años en adelante se ocupan del traslado de la droga y llevan a cabo las tareas más violentas, como secuestros y asesinatos, por lo que todos portan armas.
A diez años de que inició la “guerra contra el narcotráfico”, en el sexenio del presidente panista Felipe Calderón”, la violencia en toda la República estalló.
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