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Incendiario

La tercera de Porfirio o: la confirmación de un fracaso multigeneracional

Foto: Cuartoscuro

Aunque aún no se consuma, la latente posibilidad de que Porfirio Muñoz Ledo arranque su tercera presidencia de un partido político nacional deja de manifiesto dos cosas: que es una bestia de política mexicana, que sólo decirlo es una obviedad, y el que actualmente experimentamos un fracaso multigeneracional. El cual ha dejado las arcas sin cuadros nuevos que puedan salirle al quite a las generaciones que llevan décadas afilando sus dientes.

Basta con hacer memoria hasta 1997, cuando la oposición puso en marcha el fin de la hegemonía del PRI al conformar un bloque que logró arrebatarle por primera vez la presidencia de San Lázaro. Cómo no, el encargado de dicha misión sería el mismo Muñoz Ledo, en ese entonces diputado del PRD y quien, recordando cómo rompió el halo de divinidad presidencial al interpelar a Miguel de la Madrid en 1988, le marcó y remarcó la división de poderes a un debilitado Ernesto Zedillo.

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Bueno pues resulta que esa gesta no habría sido posible sin los resultados cosechados por el PAN y el PRD en las elecciones del 97, mismas que fueron fruto de la labor de sus dirigentes. En 1996, el Sol Azteca quedó en manos de Andrés Manuel López Obrador, vuelto una figura nacional tras el ‘Éxodo por la Democracia’ del 91. Mientras que, ese mismo año, asumiría el liderazgo de Acción Nacional el caballito de batallas de los discípulos de Carlos Castillo Peraza: Felipe Calderón.

Desde ese entonces y hasta hoy, podemos rastrear a estos dos bloques en los principales momentos políticos y electorales del país. Incluso la presidencia de Enrique Peña Nieto tuvo tintes como su amasiato con Calderón; personificado en la figura de José Antonio Meade; y el retorno de Rosario Robles tras la jugarreta contra López Obrador en 2004. Además de que fue la manifestación máxima de lo que pasa cuando tratas de sustituir a los cuadros políticos por fuerza y billetes.

Porque, a final de cuentas, esa es la lección más fuerte que nos deja el que Porfirio, a sus elegantes 87 años de edad, haya tomado por asalto el proceso interno de Morena, puesto en jaque a sus contrincantes y se posicionara como el rival a vencer, el que no había alguien que le saliera al ruedo. Las jóvenes promesas del partido oficial demostraron una falta de oficio y sagacidad que sólo les dio para, en el mejor de los casos, hacer berrinche en Twitter.

¿Qué esperaban de un expresidente del PRI de los 70 sino que supiera dar madruguetes y armar cargadas? ¿Qué le pedían a un expresidente del PRD de los 90 sino que manejara la grilla y las manifestaciones? Los contendientes de Porfirio pecaron de ingenuos, de arrogantes o, en algunos casos, de ambas. Terminando por demostrar que, en estos treinta años de la bipolaridad AMLO-FCH, no ha surgido alguien que se pueda medir de tú a tú con su estirpe.

Es un grave augurio el que nos devela esta contienda interna de Morena, en donde la nueva generación de la política brilla por su ausencia o por su ineficiencia. Porque, si así está la primera fuerza nacional, esa que en la antesala de su victoria se llevó cuanta figura pudo de todas las demás, ¿qué tiene para ofrecer la oposición? La cual simplemente no reacciona de la masacre que fueron las elecciones del 2018 y ya se enfila para una nueva en 2021.

En caso de que Porfirio se consagre presidente de Morena, ¿cómo lo enfrentarán sus pares de la oposición? ¿Alguien ve a Marko Cortés superándolo en un debate? ¿A Alejandro Moreno ganándole una partida de ajedrez político? ¿A Clemente Castañeda rebasándolo por la izquierda como él jura y asegura que sucede? Ya ni sentido queda en traer a colación al PRD, donde Los Chuchos siguen reinando, así sea abrazados de Gabriel Quadri y Beatriz Pagés

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