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Metrópoli

La noche de los mariachis asesinos en Garibaldi

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Foto: Miguel Ángel Teposteco/ Twitter.

En un video en tonalidades verdosas de las cámaras del C5 de la Ciudad de México se observa cómo tres motociclistas llegan a la calle Honduras, cerca de la Plaza Garibaldi, y esperan a que tres mariachis se suban para huir de una escena del crimen. Es 14 de septiembre y los charros de la Unión de Tepito acaban de asesinar a tres personas y acaban de herir de muerte a otras tres. Entre ellas, dos de las dueñas del local, que morirán días después en el hospital.

Entre los muertos en el local, cuatro personas, y otras 2 que perecieron en el hospital, el crimen ya cobró seis víctimas fatales. Una de las mujeres heridas era pareja del líder de la Anti Union, pequeño cártel enemigo de la Unión de Tepito. Estaban en un local vendiendo cerveza cuando se les acercaron tres mariachis. Uno traía un estuche de raqueta de tenis del cual sacó un arma larga. Los otros también dispararon más de 50 veces y salieron corriendo.

La mujer era la viuda de “Víctor Barajas”, quien murió hace meses y que lideraba la Anti Union. Los sicarios dispararon y destrozaron con las balas de grueso calibre sillas, paredes, mesas y piel. Lo que queda hoy son fragmentos de lo que había en el local, algunas manchas de sangre y una bota negra que permanece encerrada en el perímetro marcado por las cintas policiacas de “No pasar”.

Ese 14 de septiembre la Plaza estaba a reventar: faltaban unas horas para el 15 de septiembre, el Grito de Independencia estaba cerca y todos, nacionales y extranjeros, festejaban en los locales cercanos.

Los testigos narran la escena de la siguiente manera: es de noche y los mariachis están en el “mismo lugar de siempre”. Tocan para los extranjeros y cantan canciones de Pedro Infante y José Alfredo Jiménez, quien tiene una estatua a unos metros de la Plaza y de la escena del crimen. Un mariachi trae un arpa y otro un guitarrón. Tocan y de un momento a otro se escuchan los tiros que hacen a todos agacharse. En unos minutos, el lugar está lleno de patrullas y ambulancias.

Otros que estuvieron presentes son precavidos con el tema: “Ya sabe cómo son las cosas, pa’ qué le digo, yo mejor ni me meto en problemas”.

Uno me cuenta que estaba en uno de los bares, a unos pasos de Honduras. Desde donde estamos parados se puede ver el local que permanece cerrado, y si uno se acerca más se pueden ver las manchas de sangre. Él repite lo de muchos que parecen declarar con miedo: “Pensamos que eran cuetes, yo estaba adentro (del local), trabajando”.

El lugar que concentra más mariachis es el Tenampa. Algunos franceses graban y sonríen ante los músicos que cantan; pero las calles cercanas están vacías y muchos de los puestos, desiertos. “Pues es obvio, ha bajado la venta”, me dice una señora que vende quesadillas a dos locales del lugar de ataque de los “mariachis sicarios”. ¿Qué tanto ha bajado? “Si antes era un 100 por ciento, ahora como un 20 por ciento viene”. Y es cierto, lanzo la misma pregunta a los locales vecinos, y solo hay algunos que tienen clientes. Fieles que viven cerca y que escucharon los balazos “desde lejos joven, pero mire, ¿para qué quiere saber?” Y todos los comerciantes admiten: no le hizo bien la mala publicidad a la Plaza.

Uno de los hombres que atiende una de las barras del local al lado de la escena del crimen me pide que no hable mal de Garibaldi. “Por eso la gente deja de venir, porque hablan de lo feo. Por eso hay poca gente”.

¿Por dónde huyeron? Pregunto. Los sicarios dispararon, uno de ellos gritó “por lo que hiciste”, retrocedieron y ya los esperaban las motos que los sacaron por el callejón Garibaldi. Éstas cruzaron las calles del centro y aunque fueron seguidas por una calle del C4 que se encontraba en la calle República de Perú. Testigos observaron que las motocicletas ya esperaban a los homicidas en la Plaza Montero.

Los mariachis seguidos por la justicia

Se cree que el ataque estaba dirigido contra Jorge Flores Concha, “El Tortas”, actual líder de la Anti Unión tras la muerte de Barajas. No obstante, él pudo escapar cuando iniciaron los disparos.

El jefe de Gobierno interino de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, dijo a la prensa que ya se tienen identificados a los agresores y la presunta ubicación en donde se esconden de la justicia.

“Tenemos posible ubicación de las personas, ahorita estamos en la zona de ubicación haciendo los operativos correspondientes”, aclaró el 17 de septiembre frente al edificio del Congreso capitalino. “Van a ver ustedes a los grupos de localización por parte de la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría”.

Los policías dicen que no ande por aquí de noche, “ya ves cómo están las cosas”. Me recomiendan venir de día, porque la tensión está en el aire. Un hombre que vende telas me dice que no tiene nada que decirme sobre el asunto, “¿qué tal si me meto en problemas?” Me exclama que aunque supiera algo no me lo diría.

Uno de los mariachis me comenta que desde que ocurrió el “incidente” la Plaza está vacía. Hay locales cerrados y a muchos de los que presenciaron la matanza los cambiaron de turno.

También hay más elementos de seguridad. Están de refuerzo, me dicen, “ya vio lo que pasó”. Pregunto al líder de sector que está presente, “no tengo nada que decir”, señala en tono cortante.

¿Quién quiere hablar de ese escape espectacular que recorrió los diarios de habla hispana? Los vecinos dicen que ellos no. Pareció de película, solo que en la vida real, existe el miedo a que algo nuevo y más violento pueda pasar.

 

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