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Incendiario

Faltan tres años

Fotos: Cuartoscuro

Parece paradójico que, teniendo al presidente más popular y poderoso de este siglo, la carrera de sucesión presidencial inició apenas concluyó la elección de medio mandato. Sin embargo, las dudas se aclaran cuando vemos que es el mismo presidente quien ha impulsado el tema de manera pública, en un esfuerzo, hasta el momento fructífero, de poner los reflectores sobre lo que él quiere, al mismo tiempo que hace sudar a aliados y adversarios por igual.

Normalmente, el inicio de la carrera de sucesión marca el cierre del gobierno en turno, da banderazo para que arranquen los reacomodos internos y para que quienes ostentan cargos se preparen para ir desalojando sus oficinas. Pero este no es un sexenio normal y, en su intento de reorientar el debate público, ahora apuesta por concentrar la atención en una discusión futurista que se desarrolla hoy, pero tendrá efectos hasta dentro de tres años.

Es verdad que el debate de la sucesión ha sido recurrente desde que inició el gobierno de López Obrador, como lo ha sido con todas las administraciones, como pasó con Felipe Calderón cuando Juan Camilo Mouriño era presidenciable o Luis Videgaray durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Ya sabemos como quedaron esos dos altos perfiles y la manera en la que se terminó por escribir la historia.

Al menos desde marzo pasado, cuando presumió en la mañanera que su movimiento ya cuenta con ‘relevo generacional’ para continuar una vez concluya su mandato, López Obrador ha ido incrementando el tiempo que dedica a hablar del tema. Incluso dándose el lujo de destapar a los presidenciables de su frente, que fuera de Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum solo él se cree que son presidenciables, y a los presidenciables de la paupérrima oposición.

El resultado ha sido bastante favorecedor para él. Poco se habla de que ya se viene la tercera ola de la pandemia, del rotundo fracaso del regreso a clases presenciales, de la marejada de violencia que acumuló masacres en varias partes de la República en unas cuantas semanas o de la situación económica en general. No, ahora los twitts, los videos, las columnas, las notas, las declaraciones, los debates, todo se centra en quién será el próximo inquilino de Palacio Nacional.

Es interesante que el propio López Obrador haya decidido apostar por esta narrativa. Siendo que, como resultado, ha quedado en segundo lugar la consulta popular del próximo 1 de agosto, un ejercicio que él mismo planteó en transición y que hasta solicitó formalmente. Ya no hablemos de la revocación de mandato. Entre la popularidad que mantiene el presidente y el miedo que le entró a la oposición de volverlo a enfrentar en las urnas, esa idea se ha ido difuminando.

Pero ese no es el único efecto que ha causado el adelantar tiempos. Bien que mal, los actores involucrados ya reaccionan a los destapes de López Obrador. Quien ahora tiene un asiento privilegiado para ver como actúan sus adversarios y aliados por igual, lo que le permitirá dominar, aún más, el tablero político a la hora de tomar decisiones trascendentales que pudieran afectar la sucesión.

Desde que López Obrador destapó a los tapados inició este fenómeno de que, acto en el que se presenta Claudia Sheinbaum, acto en donde es ovacionada como “PRESIDENTA”. A esto sumamos sus recientes movimientos en el gabinete, donde conserva a Alfonso Suárez del Real cerca, pero también le abre la puerta a Martí Batres, uno de los radicales de Morena y fiero adversario de Ricardo Monreal al interior de la bancada de senadores.

Todos vimos el destape de Marcelo Ebrard, pero es interesante saber el cómo se dio. Primero, una reunión con sus operadores en Ocoyoacac de la que recibió pitazo uno de los columnistas estrella de El Universal. El tema llegó a la mañanera, donde el canciller confirmó sus aspiraciones, y horas más tarde, dio entrevista exclusiva a una excandidata de Morena idolatrada por las bases del partido. Curiosamente, la señorita no vive en la CDMX, pero por suerte venía pasando, seguro.

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El tercero en discordia es Ricardo Monreal. Quien usó su columna en Milenio para negar que López Obrador lo omitiera de su lista de presidenciables, cuando todo México vio que así fue, y comenzó con los puntapiés. Puesto que ya impulsa la idea de que en Morena no habrá piso parejo por el uso indebido de recursos públicos para campañas particulares. Una jugada propia de alguien que prácticamente se fue del PRI en 2018, pero siempre no y hoy domina el Senado.

Pero no solo al interior del partido oficial ha iniciado ya la disputa a cuenta del presidente. Lo vimos en el PAN, donde Marko Cortés, por alguna razón, consideró pertinente meter a Mauricio Vila en la contienda. Algo que no agradó para nada a Ricardo Anaya, quien por algo ha iniciado su tour nacional de memes y corajes para posicionarse como el gallo azul. Eso sí, a los que nombró López Obrador ya los podemos dar por muertos, cuando menos apestados.

Hasta los aliados se empiezan a ver con desencanto y viceversa. Como sucede entre Morena y el PT, puesto que los ahijados de Alberto Anaya barajean en serio la idea de postular por su lado a Gerardo Fernández Noroña si no les da un mejor trato. Simultáneamente, Morena ve en el PRI a un amigo secreto, puesto que la posible candidatura de Alito Moreno o Alito Murat sería una gran forma de dividir el voto opositor y terminar de amarrar el segundo sexenio de la cuatroté.

Todo esto, vuelvo y lo repito, a tres largos años de distancia de la sucesión presidencial. Todavía quedan, en el camino, las tres reformas constitucionales que ya prometió López Obrador, así como la elección de gobernadores en ocho estados de la República, cuatro gobernados por el PAN y cuatro por el PRI. Movimientos que, sin lugar a dudas, traerán consigo repercusiones significativas para la próxima contienda. Esa que ya arrancó, pero no ha iniciado.

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