Incendiario
El PAN: la punta de lanza que otra vez no fue
Tras las elecciones de 2018, los resultados apuntaban a que el PAN sería la punta de lanza de la oposición ante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y sus mayorías en ambas cámaras del Congreso de la Unión. De cara a los comicios intermedios de 2021, en los que competirá junto al PRI y al PRD, esta lectura parece más una de las múltiples promesas incumplidas de Acción Nacional (PAN), que simplemente no ha sabido más que hacerle mosca a la actual administración.
Por falta de inventiva y capacidad propia de un partido conformado por funcionarios, ahora sin funciones, y no por políticos, el PAN solo se ha dedicado a decir ‘no’ a todo lo que López Obrador dice ‘sí’ y viceversa. Como quedó claro desde las audiencias en el Congreso para ratificar a Arturo Herrera como nuevo secretario de Hacienda, a mediados de 2019, cuando los panistas reconocieron que el economista era de todas sus simpatías, pero que votarían en contra solo por ser candidato de quien era.
En dos años de gobierno —se dicen rápido— la estrategia del PAN ha sido esa. Solo negar, bloquear, rechazar, condenar, lamentar, alarmar. Pero, ¿qué proponen los panistas? ¿Cuál es el modelo de nación que define la ‘Acción Nacional’ que enarbolaba Manuel Gómez Morín? Si día con día López Obrador les acusa de defender un régimen de corrupción, impunidad y privilegios, ¿dónde está la réplica? Lo cierto es que, hoy en día, ese partido no representa nada políticamente hablando.
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Esta actuación ha dejado episodios lamentables como el colgarse del muy legítimo y urgente reclamo de las mujeres que desembocó en el paro nacional de marzo pasado. ¿Quién en su sano juicio creería que el PAN, cuyo coordinador de diputados en no hace muchas legislaturas tuvo que renunciar por una fiesta con escorts, enarbola esta causa? Por el contrario, este oportunismo solo le permitió a López Obrador desestimar la protesta como un acto más en contra de su gobierno.
Un tema como este, o el de las demandas ambientales respecto a los megaproyectos de López Obrador muestran que Marko Cortés tiene lo que le sigue a nada de quienes son sus militantes. No por nada en sus spots asegura que no son una fuerza ‘ni de izquierda ni de derecha’, cuando para ganarle terreno al atrápalo-todo de Morena el PAN tendría que haberse descarado y asumido como el partido de la derecha dura, de donde provienen sus bases.
Eso sí, los asesores, consultores, analistas y estrategas no pueden faltar porque es imperativo que al político profesional se le quite la imagen y el hablar ‘de calle’ para actuar, pues, como profesional. Lo que se ve en el PAN es la misma imagen homogeneizada, estéril y hueca que permeaba en los gabinetes de Peña Nieto, Calderón, Fox y demás. Esa que promueven los ‘gurús’ del estilo que juran y perjuran que para hacer política solo hace falta una buena agencia de R.P.
Pues bueno, en eso se le han ido dos años al señor Cortés y ya se han reflejado en las urnas. En 2019, el PAN perdió Baja California y Puebla, además de ser relegado en el Congreso de Quintana Roo, donde gobierna, pero retuvo el de Tamaulipas y ganó la mayoría de las alcaldías en Durango y Aguascalientes. Sin embargo, este 2020 fracasó rotundamente en Coahuila e Hidalgo, entidades priistas donde había sido la segunda fuerza histórica, hasta la irrupción de Morena.
El tiempo se le agota al señor Cortés y su Ejecutivo Nacional. La fórmula de esperar a que López Obrador se desgaste a sí mismo con el ejercicio de gobierno, confiando en que cada punto de popularidad que pierde es uno que se le suma al PAN, no está dando las cifras esperadas. En parte por la estrategia presidencial de convertir cada acción en un plebiscito público. ‘Si no están de acuerdo con nosotros, es porque los apoyan a ellos’, es la consigna.
Y si se trata de plebiscitos, qué fácil se la pondrán los del PAN a López Obrador al buscar concentrar todas las fuerzas opositoras en un solo bloque, para que la gente verdaderamente vote a favor o en contra. Esto pese a que la fórmula de alianzas con el PRD, fructífera en los últimos años del régimen priista, se fue desgastando al perder credibilidad al punto que, en 2018, causó más problemas que beneficios. ¿Qué efecto tendrá una alianza con el enemigo histórico?
Sin saber escarmentar de los errores del pasado, Cortés busca sumar a la batalla electoral a los expresidentes, esos contra los que ciudadanos aportaron más de 2 millones de firmas para consultar si se enjuician o no. Primero fue Vicente Fox, al que revivió en el 80 aniversario del PAN, y ahora a Felipe Calderón, junto a Margarita Zavala, al confirmar que está en negociaciones para su regreso. Lo dicho, el partido hoy es una mezcolanza, una copita de nada sin esencia ni ruta propia.
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