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Cultura

Con mi novela me la juego: es difícil aun para mí creer que eso pase, pero es real: Marina Perezagua

Con mi novela me la juego es difícil aun para mí creer que eso pase pero es real Marina Perezagua
Foto: LaHoguera

Marina Perezagua (1978) pasó del cuento a la novela por la vía acuática. Cuando practica apnea, o buceo a pulmón, se inspira para historias cortas, como las breves inmersiones, de ahí salieron sus Criaturas abisales; pero cuando nada en mar abierto, para cruzar el estrecho de Gibraltar, por ejemplo, o cuando pasa largas horas de braceo en las albercas, emergen así las novelas.
 
Con ese nombre avasallador de destino, la escritora sevillana enfrentó primero el desafío de largo aliento con Yoro, que le valió el premio Sor Juana Inés de la Cruz 2016 y que se ambienta en la Hiroshima tras la bomba atómica. Después vino Don Quijote en Manhattan.
 
Ahora vuelve a mirar a Asia, donde el gobierno de China hace de sus disidentes, en especial del grupo Falun Gong, granjas de órganos humanos vivas para trasplantes que vende a extranjeros millonarios, y tiende así un puente entre condenados a muerte con Estados Unidos.
 
La novela Seis formas de morir en Texas, así como el conjunto de la obra de Marina Perezagua, ha sido elogiada por gente como Salma Rushdie o Paul Auster, con quienes comparte vivir en una ciudad que la atrapa, como Nueva York, aunque sea Long Island, donde para su desgracia una garrapata la mordió y le transmitió una enfermedad muy grave.
 
La bellísima narradora conversó generosamente durante su viaje a México en octubre pasado sobre su nueva y terrible novela y sobre la música del agua que le inspira a escribir.
 
–¿Cómo encontró a sus personajes de Seis maneras de morir en Texas? Entiendo que hizo una investigación sobre la historia de las extracciones de órganos a disidentes en China y los condenados a muerte en EU.
 
–En realidad, primero encontré la historia. Estaba interesada en escribir sobre el sistema penitenciario en Estados Unidos porque llevo muchos años viviendo ahí. Y una vez que tienes la historia, los personajes nacen solos, solo es cuestión de encontrar qué tipo de voz o desde dónde quieres narrar, el espacio, pero el nacimiento del personaje es sencillo una vez que tienes la historia.
 
–Pensé que era al revés, que usted había conocido a alguien del sistema penitenciario y que éste le había contado una historia por el estilo.
 
–Claro, pero esas son personas reales, no realmente personajes. Claro, es cierto que la historia viene muchas veces de testimonios, aunque no te des cuenta. Claro, estás tantos años en un país que evidentemente te va llegando estímulos o testimonios orales o escritos o en prensa. Sí, efectivamente, ahí surge la historia, pero los personajes surgen a través de la historia.
 
–Quiero abordar el tema de la credibilidad. ¿Cómo lidia con eso en unas historias que uno sabe que son reales, como las extracciones de órganos a los disidentes chinos de Falun Gong, pero que nadie puede creer lo que ahí se cuenta, aunque sea real?
 
–A veces con temor, porque es verdad que en cierta manera me la juego, porque son temas tan inverosímiles que es difícil incluso para mí creerlos, porque, cuando iba investigando, veía los informes de la ONU (sobre la extracción de órganos a disidentes en China) y todavía decía: “Esto no puede ser”. Era como una incapacidad que yo tenía. Entonces, pues en este caso he intentado lidiar insertando diferentes géneros, como algunos que aspiran más a la crónica, hacia el ensayo, el testimonio oral. Y, después, algunas de las notas las puse al pie de página, en lugar de al final del libro, que yo normalmente prefiero al final del libro para no interrumpir la lectura, pero consideraba que lo que se estaba contando resultaba tan inverosímil que yo tenía que contar que era cierto. Y, claro, yo no tenía otra manera de decirlo, porque yo los testimonios que estaba trasladando eran traducciones mías, pero eran traducciones más o menos literales, yo no podía cambiar esos testimonios, lo único que me quedaba era poner en una nota de pie de página “este testimonio es real y sucedió tal día, a tal hora en tal situación”.
 
–Eso de las citas yo lo veía también como ese juego hoy de la literatura de no ficción.
 
–Sí, claro, también se puede ver así. Pero, en mi caso, tiene un sentido de apoyar la verosimilitud de una manera que es compleja, porque, claro, la verosimilitud no necesita realidad para hacer una historia creíble, tú no necesitas echar mano de una nota a pie de página, ese es el talento del escritor, tú tienes que solucionarlo. Pero, en este caso, sí era necesario porque los testimonios se trasladan tal cual, yo tenía que hacer saber que no eran realmente mis palabras.
 
–En su investigación para Seis maneras de morir en Texas, ¿qué más le impresionó?
 
Pues es curioso porque es verdad que el tema de los trasplantes ilegales es absolutamente monstruoso hasta niveles que uno no puede ni sospechar. Estás leyendo y dices: “Lo paro porque tengo que descansar”. Pero lo que más me llama la atención es que en el corredor de la muerte haya personas que están a cargo de los mismos guardias durante 15 años a lo mejor, y que esos guardias los hayan alimentado todo ese tiempo, que sepan el nombre de los hijos, datos personales el uno del otro, y que después sean capaces de llevarlos a la cámara de ejecución. Eso es algo de lo que más me ha impresionado. Porque al fin, el que está ahí es un monstruo –vamos a ponerlo así, aunque hay muchos inocentes–, pero yo pienso que siempre hay algo de humanidad en todos nosotros, incluso en un verdugo, especialmente si has conocido a una persona durante 15 años deberías imposibilitar la ejecución, pero no sucede así
 
–Su personaje, Robyn, piensa que los guardias son lo peor, pero en realidad son como su familia
 
–Exactamente, es lo que pasa. Ahí se arma una relación necesaria, porque hay presos entre los condenados a muerte que cometen ciertas faltas leves dentro del corredor, que son las únicas que pueden cometer ahí encerrados, solo para que les den una paliza los guardias y sentir así el contacto humano, porque no lo tienen, lo único que tienen son los guardias. Y Robyn, en este caso, también. Y, efectivamente, es su manera de encontrar cierto calor, aparte ya de la relación con esta persona fuera de la cárcel, la existencia de un guardia es lo único que tiene un preso.
 
–Toda su novela la recorre un fantasma: el Estado. El Estado como quien ejerce estos abusos, estos crímenes.
 
–Hay dos cosas: En el corredor de la muerte, la novela se llama Seis formas de morir en Texas porque hace unos años, cuando ejecutaban a un prisionero, en el certificado de defunción había seis casillas para marcar, para precisar la muerte: accidental; natural… Cuando había una ejecución, la casilla era “muerte por envenenamiento letal”, pero esto ha cambiado y ahora se marca homicidio, con lo cual el Estado está manifestando de manera evidente que comete homicidio de manera legal. Me parece no sé si muy curioso o muy despiadado. Y en el tema de los trasplantes ilegales en China, lo curioso, uno sabe que hay en todas partes, en India alguien vende un riñón, pero en China es una cuestión estatal, todo este sistema está absolutamente institucionalizado por parte de las prisiones, centros penitenciarios, los hospitales, del Estado en definitiva. El asesinato por parte del Estado tanto por parte de Estados Unidos como por China, tanto de un país que se considera y se declara defensor de los derechos humanos como Estados Unidos, y, por otra parte China, que no es vista así, porque es un gigante económico. Y es que debería ser asesinato, realmente. El otro día fue el Día Internacional contra la Pena de Muerte, y en las charlas para conmemorarlo, se decía que no es homicidio ni ejecución, sino asesinato. Y me hizo mucha gracia porque yo pensé que era una originalidad mía, pero es que es la verdad, es que es asesinato.
 
–¿Cómo fue ese salto del cuento a la novela?
 
–Siempre había estado interesada en el cuento, de verdad; cuando yo decía que me encantaba el cuento no era porque no me sintiera con ganas de escribir una novela, realmente es que me gustaba, me gusta, me encanta y me apasiona el cuento. Lo que pasa es que yo creo que es una cuestión –es raro de explicar–, pero es una cuestión de ritmo. Para mí la natación y la vida en el agua es muy muy importante, lo único que me quita la ansiedad. Todos los días, como disciplina, me voy a nadar, y nado bastante. Hace muchos años practicaba la apnea, el buceo a pulmón, y durante todo este tiempo estuve escribiendo cuento. Y yo no di importancia, no vi ninguna relación entre el cuento y la apnea, pero un día decidí atravesar a nado el estrecho de Gibraltar, y así en mi fantasía dije: “Después, el Canal de La Mancha, dedicarme a la natación hecha en aguas abiertas”. Y ese mismo día decidí escribir una novela. Creo que es por eso: como paso tanto tiempo en el agua… me puse enferma durante un periodo bastante malo, que ya está superado, pero tuve que interrumpir la apnea durante muchísimo tiempo y la natación también, pero pasaba tantísimo tiempo en el agua, que es mi medio de relajación, donde me vienen las ideas, y encontré que cuando estaba nadando largas distancias, te vas relajando y encontrando la historia y vas imaginando y fantaseando. Y, claro, es que la larga distancia te permite pensar mucho. Ahí fue cuando surgió la idea de la novela y se fue desarrollando en el agua. Mientras que la apnea yo la relaciono con el cuento porque necesariamente las inmersiones de apnea son muy cortitas, son muy muy breves, vas con tu propio aire, y cuando sale algo sale un cuento que necesariamente siempre es breve. Yo lo vinculé con una cuestión de ritmo. De hecho he vuelto a la apnea y he vuelto a escribir textos cortos, muy curioso.
 
–Si algo me perturbo en Seis maneras de morir en Texas es la caja que anula el sonido de la que  habla y la relacioné con la apnea.
–Estas cajas, para quien no lo sepa, son cajas que se utilizan como métodos de tortura en las prisiones de alta seguridad en Estados Unidos. Están a cero decibelios. Uno enloquece porque el cerebro, al no encontrar ruido fuera, lo busca dentro. Y uno se escucha su sistema de circulación, su sistema nervioso. Y prácticamente enloqueces, pierdes el equilibrio, por la cuestión del sonido. Y la apnea puede considerarse un poco así. Es cierto que siempre alguien me pregunta: “¿Y qué ves cuando estás allá abajo?”, porque lo relacionan mucho con submarinismo pero no tiene nada que ver: Siempre se ha dicho que el submarinismo es para ver el exterior y la apnea para ver el interior. Entonces, qué curioso que me hagas esta observación, porque es verdad que en la caja esta de tortura uno se escucha a sí mismo aunque como método involuntario. En la apnea, es verdad, uno es más introspectivo, de hecho cierras los ojos, no ves nada, porque así conservas más oxígeno y puedes aguantar más tiempo la respiración, entonces es algo mucho más interno.
 
–Me parece que hay un paralelismo entre esa inmersión que usted hacía y el mundo interior de su personaje de Robyn, en un espacio tan pequeño como es una cárcel.
 
–Sí, pues sí, es absolutamente, yo no me había cuenta de todo esto, pero ahora que me lo estás diciendo. Uno aprende mucho en algunas entrevistas. Porque, efectivamente, cuando estoy abajo, estoy conmigo misma, por utópico que suene, pero hay muy pocas veces en que yo estoy tan consciente de lo que lo soy y de mi vida, que cuando estoy en el agua, no sólo haciendo apnea sino también nadando, pero no me gusta nadar en multitud tampoco, no soy de hacer de hacer travesías populares, prefiero hacerlas solas o con una persona. Y el caso de Robyn es exactamente lo mismo, ella está en un ámbito muy solitario y ella es capaz de reconocerse a sí misma cuando habla de esa escena que tiene con el espejo. Sí hay un paralelismo. Siempre se dice que todo libro aunque sea ficción siempre tiene algo biográfico.
 
–La paradoja es la libertad, usted encuentra la libertad también en esas inmersiones; y Robyn, en esa prisión para condenados a muerte.
 
–Exactamente, sin ser spoiler, es verdad que la novela presenta temas como muy cruentos, pero mi idea era tener un final feliz, dentro de las posibilidades, tampoco podría hacer un final Disney, pero dentro de mis posibilidades sí considero que es un final feliz. Esa era la cuestión, la libertad es para mí fundamental.
 
–¿A qué aspira usted con su novela? Víctor Hugo, tras la publicación de Los miserables, logró que se humanizaran un poco las prisiones en Francia.
 
–Vamos, soy muy optimista en mi vida diaria, pero no creo. Ojalá yo tuviera el poder de cambiar algo, es que hay libros muy potentes. Hay quienes han estado en el corredor que han publicado libros, como Life after Death, de Damien Echols, quien fue acusado de asesinar a tres niños, estuvo 18 años en el corredor de la muerte, entró siendo menor. Era inocente. Y fue apoyado por otros escritores, personajes del mundo del cine. Bueno, a lo mejor puede ser que haya un cambio a nivel social, pero institucional es difícil.
 
–¿Vio la película de Tom Hanks The Green Mile (Milagros inesperados, 1999)?
 
–Sí, la vi cuando salió, hace bastante tiempo. Me fascinó y no la volví a ver, pero sí recuerdo esa mezcla entre lo real y la ficción. Y la bondad, es lo que recuerdo, sí me impactó eso: la bondad en un sistema tan cruel, algo que me impactó también en el libro de Echols, hay una capacidad de compasión y de perdón, e ingenuidad incluso, que me emocionó muchísimo.
 
–¿Pudiera llevarse al cine Seis formas de morir en Texas?
 
–Sí, yo nunca tengo ningún plan, vivo al día, lo que tenga que venir de bueno vendrá y de malo también, no soy muy ambiciosa en ese sentido de pensamiento. Sí se puso en contacto conmigo un productor muy interesado tanto para llevarla al cine como al teatro. Lo que pasa es que me ha dicho que se va a tomar tres meses para ver la viabilidad de hacer un estudio, él me contactará, sería en España. Vamos a ver. Claro, a mí me encantaría, porque la escritura es un oficio muy solitario que yo disfruto muchísimo, pero que es verdad que al ver cómo otras personas –el teatro, por ejemplo, me apasiona–, yo creo que ver a tus personajes vivos en un escenario debe ser precioso. Yo hablé con este productor y me decía: “Si lo hacemos, vamos a estar trabajando juntos para que tú no sientas que somos desleales con el libro”. Pero eso ni siquiera me preocupa tantísimo porque el cine es un arte independiente, y que se tomaran ciertas licencias tampoco me apenaría demasiado. Simplemente pues ver cómo uno interpreta los personajes, eso me gustaría muchísimo.
 
–¿Qué ha visto de teatro últimamente, usted que vive cerca de Broadway?
 
–Llevo los últimos seis meses en España, y como había estado enferma, termine la tesis de doctora en abril. Y yo dije: “No, aquí me paro”. Hice las correcciones para la novela y al teatro básicamente no he ido; he estado leyendo.
 
–¿Acerca de qué es su tesis?
 
–Mi tesis tiene que ver mucho la escritura y los ritmos corporales; un poco de lo que hablábamos antes entre escritura y agua. Pero también escritura y las sensaciones, o los vasos comunicantes entre escritura y las sensaciones que te da tocar una pieza al piano, de música; todo lo que son las sensaciones en conjunción con la escritura, como ritmo, no sólo como contenido.
 
–Dice que vive al día, pero viaja mucho, anda en Nueva York, Japón, España, México.
 
–Sí, pero creo que por eso. Yo no sé qué es lo que voy a hacer la semana que viene, tengo la agenda y todo, pero no sé qué día, a qué hora, porque si no, como me da mucha ansiedad. Y es duro, estos viajes son por trabajo, la promoción es muy bonita, cuando he estado en Francia ha sido trabajando; en Nueva York, todo el tiempo trabajando como esclava. Tambíén en lugares muy buenos fui avanzando, al final estaba muy contenta, pero puede que me levantaba a las 4 am y terminaba a las 12 de la noche. Entonces, era terrorífico. Suena bonito porque me muevo mucho y viajo mucho, pero estos viajes también han conllevado un desarraigo, porque yo soy española, cuando llego me siento española y en mi tierra, pero también cuando estoy mucho tiempo en España empiezo a echar de menos otros lugares de una manera que me duele, que tengo que volver adonde he estado antes. Al final pues te encuentras un poco que no eres de ningún sitio, que a veces está bien, pero al nivel emocional es bastante difícil
 
–Espero no quiera regresar al lugar donde le picó la garrapata.
 
–Pues ahí vivo, porque fue en Nueva York, es zona endémica de Long Island. Cada que voy al bosque ya me investigo que no tenga alguna.
 
–¿Qué le gusta leer?
 
–Lo que a mí no me gusta de ninguna manera, lo próximo que voy a escribir es eso, no me gusta, pero al final caigo en lo mismo: la autoficción, esa escritura de contar tu vida, sí hay algo de ficción, pero al final es lo que está pasando: si encuentras editor, si no; tu separación del marido… Nunca me ha interesado, pero al final, como digo, al final todo mundo tenemos nuestra historia que contar. Últimamente como que me está apeteciendo, así que no lo puedo criticar porque también estaré ahí, pero no disfruto mucho leyéndolo. ¿Qué escritores me gustan? Siempre he mencionado a Oliver Sacks porque tiene ese conocimiento de la mente humana, claro que es su profesión, pero tenía un enorme talento enorme para escribir y a la vez una empatía enorme y una esperanza enorme por pacientes que otros considerarían deshauciados. Me interesa mucho la poesía de José Watanabe, de José Emilio Pacheco, escritores con un lirismo tan profundo y tan humano… Sor Juana.
 
–Hace mucho deporte. ¿Por qué ahora el alpinismo?
 
–A mí me picó una garrapata en mi casa en Long Island y me transmitió una enfermedad. Y eso estuvo muy, muy mal: perdí mucha musculación; las articulaciones se me resintieron mucho, tenía mucho dolor articular. Entonces, el médico me recomendó fortalecerlas, pero yo con la natación no podía más. Siempre es bueno cambiar de deporte porque fortaleces otros músculos. Y empecé con la escalada , que nunca me había llamado la atención. Y la primera vez que lo hice me dije: “¿Cómo me he estado perdiendo de esto?”. Me fascinó, pero lo he hecho poquitas veces.
 
–Murakami, aficionado al maratón, escribió De qué hablo cuando hablo de correr. ¿Usted escribe sobre sus experiencias con el agua?
 
Sí, escribí para una revista que se llama Librújula sobre más o menos eso: el vínculo que encuentro entre el agua y la escritura y lo que significa el agua para mí y por qué es para mí posible y necesario nadar durante tantas horas. Yo soy muy obsesiva, a mí me gusta mucho el conteo, aunque parezca raro, contar los largos me relaja; tengo un reloj, así que no tendría que estar contando los largos, sin embargo siempre voy uno, dos, tres… hasta 300. Escribí sobre este tipo de cosas.
 
–¿Qué le le resulta más complejo: sumergirse sin oxígeno o perderse en Nueva York?.
 
–La tierra, Nueva York. Mi primer ataque de pánico, que no sabía que sería posible para mí, fue en Nueva York. Me dijeron: “Te van a dar más”, pero ya los tengo superados, pensé que nunca se irían pero se fueron, aunque me cuesta mucho. Me tenían que llevar en coche a dar las clases a la universidad porque me daba mucho pánico. Ya está mejor. Sí tengo épocas en que me siento más vulnerable. Pero, en el agua, realmente es que siento que estoy donde tengo que estar y que no me preocupa nada y que los problemas se han quedado en la costa. Y me siento muy a gusto.  A mí la tierra es lo que me da miedo.

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