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Cultura

Borges y Ajmátova, dos fracasos paralelos del Nobel

Siempre ha causado particular consternación que la Academia Sueca no haya otorgado el Nobel de Literatura a Jorge Luis Borges, a pesar de que según la información liberada hasta ahora por la organización del premio, el argentino fue nominado ocho veces en una década, de 1956 a 1966. Pero, en paralelo, la poeta rusa Anna Ajmátova corrió con suerte similar.
 
Borges acumuló hasta 1966 ocho nominaciones a los premios Nobel desde la primera vez que fue postulado, en 1956, por René Etiemble, y tuvo que esperar hasta 1962 cuando Henry Olsson lo volvió a meter a la pelea ese año y los dos siguientes, sin éxito. En 1965, el Pen Club de Suecia y Raimundo Lida volvieron a postularlo y el último año del que se ha liberado del registro, 1966, el poeta cubano Eugenio Florit y Paul Bénichou también.
 
En paralelo, Ajmátova acumuló cinco nominaciones en 1965 y 1966 (año de su muerte), dos la primera vez por parte del lingüista Roman Jakobson y de William Harkins; y tres la segunda, otra vez por Jackobson, Karl Ragnar Gierow y Gunnar Jacobsson.
 
El portal de Wikipedia señala que la poeta rusa fue nominada en 1962, pero ese reporte es falso, según la información oficial liberada por la organización del Nobel, que mantiene en secreto durante 50 años toda la historia concerniente a las nominaciones, por lo que sólo hay datos oficiales de 1901 a 1966, sobre casi tres mil 104 postulaciones en la categoría de Literatura. Aunque debería haberse ya liberado la información de los años 1967 y 1968.
 
La autora de Réquiém ya no pudo sumar nominaciones porque ese 1966 murió. Borges esperó otros 20 años el Nobel. En su primera nominación, 1956, ganó Juan Ramón Jiménez; en 1962, Steinbeck; en 1963, Yorgos Seferis, en 1964, Jean Paul Sartre, en 1965, Mijaíl Sholojov, y en 1966 Nelly Sachs y Shmuel Yosef Agnon, según la base de datos.
 
Después de una suspensión por un escándalo sexual, la Academia Sueca retomó el ritual del anuncio de los Nobel de Literatura y este jueves 10 de octubre anunció que los Nobel 2018 y 2019 recayeron en sendos representantes de dos generaciones de las letras europeas: la polaca Olga Tokarczuk (1962), autora de Los errantes, que pronto publicará Anagrama, y Sobre los huesos de los muertos (Océano, 2015); y el narrador ya clásico austriaco Peter Handke, autor de El chino del dolor o El miedo del portero al pénalti y guionista de cabecera del cineasta Wim Wenders, con quien hizo Das Himmel Über Berlin (Las alas del deseo, 1987), protagonizada por el gran Bruno Ganz, fallecido apenas en febrero pasado.
 
Sobre la narradora polaca, la Academia Sueca justificó el premio “por una imaginación narrativa que, con pasión enciclopédica, representa el cruce de fronteras como una forma de vida”. Y respecto del caso de Handke, el segundo austriaco en ganarlo después de Elfriede Jelinek hace justo 15 años, “por un trabajo influyente que con ingenio lingüístico ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana”.

Anna Ajmátova


  Resulta curioso que en el sitio web de los Nobel, un sondeo arrojó que 88 por ciento de los participantes en línea no había leído nunca a Handke y 71 por ciento tampoco a Tokarczuk. Por lo pronto, el gobierno de Kosovo –según el diario británico The Guardian– ya repudió el Nobel al escritor austriaco de orígenes eslovenos, por su apoyo a Serbia y su asistencia al funeral del presidente de Yugoslavia durante la guerra de los Balcanes Slobodan Milošević.
 
En cambio, en un mundo sin internet ni globalización Borges y Ajmátova ya eran muy conocidos en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado y favoritos al Nobel.
 
Para 1966, Borges, de 65 años, ya había publicado buena parte de sus obras más connotadas: Fervor de Buenos Aires (1923), Inquisiciones (1925), Ficciones (1944), El Aleph (1949), El Hacedor (1960), El otro, el mismo (1964).  Y Ajmátova, de 76 años, era reconocida por Réquiem y Poema sin héroe y su conexión con Osip Mandelstam, Marina Tsvietáieva, y Boris Pasternak
Ese 1966 Borges y Ajmátova no eran los únicos con posibilidades de ganar, de hecho hubo grandes escritores como ellos postulados por más personas ese año, como Samuel Beckett, Pablo Neruda, Henri Malraux, con cuatro cada uno; otro gran poeta Wystan Hugh Auden, tres. Sachs aparece con tres postulaciones y Agnon apenas figura y hoy está olvidado.
 
En total hubo 99 nominados, entre ellos escritores de gran trascendencia literaria como René Char, Louis Aragón, Witold Gombrowicz, Graham Green, Robert Graves, Henry Miller, Ezra Pound, Miguel Torga, Thorthon Wilder, Alberto Moravia, Ernest Jünger, Vladimir Nabokov, Henri de Montherlant, E. M. Foster, Lawrence Durrel y Max Frisch.
 
Hubo incluso otros que años después ganaron el premio: como el mismo Beckett, Eugenio Montale, Yasunari Kawabata, Günter Grass, Neruda y Heinrich Böll.
 
Entre el resto de los escritores hispanoamericanos, el más postulado fue Ramón Menéndez Pidal, con tres, una más que Borges; y detrás Alejo Carpentier, Rómulo Gallegos, Miguel Ángel Asturias, quien ganó el Nobel al año siguiente, en 1967, y el poeta Jorge Guillén.
 
El mayor admirador de Borges en esa época era el sueco de su generación, Henry Olsson (1896-1985), profesor de Historia de la Literatura y Poética de la  Universidad de Estocolmo, quien postuló al argentino tres años seguidos 1962, 1963 y 1964, según los datos desclasificados.

Olsson, miembro de la Academia Sueca de 1952 hasta su muerte en 1985 (un año antes de la de Borges), fue prolífico nominador. De 1946 a 1964 presentó a 16 escritores en 19 nominaciones.

Y más o menos tuvo buen ojo para los Nobel, aunque sus elegidos no recibieron el premio el año en que él los nominó: postuló a Francois Mauriac en 1946, pero el francés ganó el premio hasta 1952, a iniciativa de Oscar Wieselgren, quien también tuvo éxito con Pär Lagerkvist en 1951 y Thomas Stern Eliot en 1948 (ese año impulsó a Winston Churchill pero el británico ganó hasta 1953).

Los postulados de Olsson fueron Mauriac, 1946 (Nobel 1952); Mikhail Sholojov, 1949 (Nobel 1965); Hans Carossa, 1949; Nikos Kazantzakis, 1954; Gunnar Gunnarsson, 1955; Ignazio Silone, 1958; John Steinbeck, 1960 (Nobel 1962); Louis Aragon, 1960; Robert Graves, 1961; Yasunari Kawabata, 1961 y 1963 (Nobel 1968); Jean Anouilh, 1963; Borges, 1962, 1963 y 1964; Erich Kästner, 1962; Karen Blixen, 1962; Auden, 1963; y Väinnö Linna, 1964.

  Otra curiosidad es que otro Olsson, Anders Olsson, miembro del Comité del Nobel, fue quien anunció este jueves a los ganadores de los Nobel 2018, Olga Tokarczuk, y 2019, Peter Handke.

Dos versiones se barajan desde hace décadas sobre las razones por las cuales Borges no fue reconocido con el Nobel. Una por recibir en 1976 un doctorado honoris causa de la Universidad de Chile de manos del dictador Augusto Pinochet, cuya política represiva avaló en un discurso. Otra, por diferencias con el poeta de izquierda y miembro de la Academia Sueca desde 1968, Artur Lundkvist, a quien también se atribuye la oposición a que el narrador católico Graham Green ganara.

Sobre el affaire Borges-Pinochet se recuerda que ese 21 de septiembre de 1976, el escritor argentino declaró ante el dictador: “En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita (…) Y aquí tenemos: Chile, sea región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada”, según publicó en 1999 el diario chileno La Tercera.

Jorge Luis Borges

Sobre la animadversión de Lundkvist, dos versiones convergen en este personaje: el escritor chileno Volodia Teitelboim, autor de Los dos Borges, hace años refirió al diario de su país La Nación, que un día visitó al poeta en Estocolmo y éste le confió que la Academia Sueca nunca le daría el Nobel a Borges por el asunto con Pinochet. Según Teitelboim, Lundkvist agregó: “La sociedad sueca no puede premiar a alguien con esos antecedentes”. A su vez, la biógrafa María Esther Vázquez, autora de Borges, esplendor y derrota, aseguró que Lundkvist nunca perdonó al argentino una crítica.

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