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Metrópoli

Así operaba «El Tatos», el torturador de Neza-Bordo

El Tatos, perfil de Facebook
Fuente: Facebook

El mayo de 2007 su nombre pasó casi desapercibido; estaba entre los 10 detenidos de una banda de secuestradores en el Estado de México.

Luis Alberto González Nieto fue detenido cuando tenía 21 junto a su jefe, “El Banda” (quien sólo tenía 17 años en su aprehensión). A la banda se le había adjudicado el asesinato del piloto Carlos Olmos Vaca el primero de enero de 2007: cinco tiros y abandonado para desangrarse en un Pontiac Sunfire en la calle de Ingenieros Topógrafos, por el Eje 3 Oriente.

En los penales Alberto González alcanzó otro estatus, ahora apodado “El Tatos”. Con una red conocida por las autoridades de diferentes cárceles, en el de Neza-Bordo se hizo famoso por infligir quemaduras, golpes y demás humillaciones a cambio de extorsión a presos. Y no sólo eso, sus brazos no sólo quitaban, también daban: distribuía droga. Y como negocio sus dealers tenían que entregarle 15 mil pesos a la semana, es decir, 720 mil pesos si se junta esa cuota por un año.

Para el Tatos la piedad entorpecía el negocio. A un preso sin camisa le lanzaba fuego sobre la piel desnuda. Cuando la víctima intentaba ignorarlo, Alberto González insistía: presionaba la descarga del aerosol y giraba la rueda del encendedor hasta que el otro se veía obligado a levantarse por el dolor. “No carnal, siéntate wey”, le decía el Tatos a quien tenía arrinconado y sobándose la piel, “el sábado seguro”, le decía la víctima, “o si no te quemo todo”, le respondía Tatos, sonriendo.

El Tatos tenía por lo menos otros tres penales donde infligía este tipo de torturas (y otras, se deja a la imaginación). Almoloya de Juárez, Chiconautla y Otumba eran los lugares donde ejercía su poder, este último famoso por ser el lugar donde se guardan a “los secuestradores más peligrosos” del Estado de México.

Además de lidiar con el Tatos, los reos tenían (tienen) que pagar de 500 hasta 800 pesos a la semana por ver a sus familiares. Es decir, con la cantidad mínima por cada reo (4 mil 191 reclusos para mediados de este año) serían 2 millones de pesos cada 8 días. En un mes 8 millones, en un año 100 millones 500 mil. Sin embargo esta cantidad puede variar dependiendo de cada preso, no obstante, por el derecho de “estar” en el penal y evitar ser golpeados se pagan 150 pesos a la semana: alrededor de 30 millones de pesos en un año en ganancias. Este negocio, denunciado por varios familiares de los presos.

Ha habido figuras más temibles dentro del penal. El Tatos fue una de ellas, antes que él estuvo “El Quiquín”, quien dicen los reclusos era más sádico.

Al Tatos ya lo habían trasladado de otro penal a Neza-Bordo por asesinar a un preso, aunque se desconocen las circunstancias. La banda de Alberto González podía visitar a los reclusos a la hora que fuera, tenían las llaves de las celdas. ¿Cómo un preso podría tener llaves? Fácil, otorgaba dinero y favores sexuales de las internas a las que también prostituía. Al Tatos le llegaron a entregar en el penal aparatos electrodomésticos; una televisión, por ejemplo, sólo que esto en la cárcel de Chiconautla en Ecatepec.

A toda esta lista de delitos, se sumaba el presumir subiendo fotos a Facebook. Allí Alberto González mostraba de todo: armas cortas, largas, celulares, un libro, Pablo Escobar, mi padre, escrito por Juan Pablo Escobar, y balas con las que escribía “TATOS”, palabra rodeada por los cañones de ametralladoras y escuadras. Y un plato con una garnacha a medio comer, además de unos cuantos limones, sobre un plato con figuritas de Mickey Mouse.

Una cosa infantil que parece increíble si contamos que durante 10 años en prisión el hombre dio un tour por 12 penales en el país. Esto mientras su situación jurídica no era demasiado clara: tenía una orden de aprehensión en la Ciudad de México y una espera de juicio en un limbo legal que parece nadie quiso resolver.

Y otras historias infantiles que El Tatos protagonizó fueron las del abandono que sufrió por parte de su mamá y su papá. El chico era huérfano, por lo que se dedicó al comercio informal. Vendió ropa hasta que encontró otro negocio que era más efectivo. De robos pequeños y extorsiones de barrio pasó a otro tipo de actividades. Implicaban delinquir pero sistemáticamente, con disciplina, y hasta rigor.

El día que lo agarraron por la muerte del piloto también estaba entre los detenidos su hermano Mario, quien moriría uno poco después, baleado en circunstancias aún desconocidas. En tanto El Tatos, sufría también de las balas, sólo que en el vientre y en la perforación de una parte de su sistema respiratorio para poder hablar luego de una de las perforaciones del plomo. En ese recorrido pasó de seguidor a líder, y luego a ser considerado una persona de alta peligrosidad. Años atrás, siendo niño, había dejado la primaria para poder ganar algo para comer. Esto pese a su coeficiente intelectual alto; una capacidad de análisis, de control y de planeación de modelos sociales complejos.

Cuando al Tatos lo encontraron «sopleteando» a uno de sus compañeros, dijo que a él lo usaban, que era parte de un poder más grande dentro de la prisión y que él sólo se encargaba de «controlar a los reos». Aunque su poder no se puso en duda cuando hubo agitación dentro de un penal por su sola imagen; él y la pelea entre su banda dentro de una cárcel de Ecatepec, un incendio y algunos heridos; los motivos de la riña tienen versiones encontradas, sólo se sabe que están relacionados con los videos donde El Tatos «controlaba» a otros reos. Las formas ya las sabemos.

«Les voy a contar algo, a mí me emputan las extorsiones, los secuestradores, porque yo fui víctima», dijo El Tatos en un video intentando aclarar su inocencia, pese a los audios claros, pese a su sonrisa, pese a las grabaciones. «Yo soy el tatos», se oye, «porque a mí me hacían lo mismo los policías en la calle».

Ahora estará en el penal 14 de Durango de Máxima Peligrosidad, donde será difícil que pueda salir.

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