Cultura
Altares en México y en otras partes del mundo
Los mexicanos encontramos los altares de los muertos en nuestras casas desde la niñez. La tradición tiene una vena mexicana y una católica. La primera viene de algunas referencias del momoztli, altar al Dios Tlaloc y a Chalchiuhtlicue. La segunda es una tradición cristiana que relaciona el acomodo de velas e imágenes religiosas con la veneración de Cristo y de los santos. Del ritual que hoy subsiste en nuestro país no podemos generalizar una costumbre: de Oaxaca a Veracruz existen variaciones. Sin embargo, en la Ciudad de México está el cempasúchil, las velas, los dulces y el licor.
En otras partes del mundo también existen altares hechos para diferentes espirituales, tales como la búsqueda de la paz mental o la recuperación de espíritus.
Por ejemplo, antes de que el Tíbet fuera tomado por el gobierno chino, los monjes solían poner filas largas de velas, así como grabados en madera con momentos de enseñanza de los budas, como sermones. Se les nombraba che-sam, traducido como “presentación de ofrendas”. Estos tenían agua para beber en diferentes recipientes, agua para limpiarse, flores de loto para evocar la felicidad, incienso, comida y acompañamiento de música. Aunque los monjes advierten que la ofrenda es para purificación del sujeto, El Buda no necesita esas cosas.
Para las wiccas, de tradición celta, las velas también son importantes. Para esto se tienen que adecuar huesos de animales, frutos, así como una estatua de la Diosa Blanca a quien se adora. Hay además incienso y objetos del bosque, como ramas y flores. Y hay otra constante: agua, elemento que por alguna razón se le dota en diferentes partes del mundo de una carga espiritual.
Los chinos no son muy diferentes a nosotros (en parte por la introducción del cristianismo brevemente a la China continental, que sobrevivió pese al comunismo). Para ellos la fruta es muy importante para conmemorar a sus muertos, así como comida en general que resguarda las fotos de familiares que ya se fueron.
Los japoneses tienen una forma de celebrar un altar relacionada a los muertos (igual que nosotros). Allá la festividad de muertos la llaman “Obon” y dura tres días. Y como curiosidad, su muerte no es una pérdida que intenta retomarse, como en el caso de nosotros, sino el seguimiento de una continuidad. Un camino más al que los muertos acceden. Allá más que altares, ellos recubren las calles con faroles con velas adentro. Ellos se acercan al agua y sueltan pequeños barquitos que brillan. Además bailan y comen con la familia, sin el espectro tétrico de otras partes del mundo. Ellos tienen el butsudan, un altar donde los muertos bajan a comer arroz, pepinos, berenjenas y sake.
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