Cultura
‘Giselle’, símbolo del Ballet Nacional de Cuba y Alicia Alonso, llega a México con Viengsay Valdés
Por Ana Laura Santana Plascencia y José Juan de Ávila
Viengsay Valdés reivindica la trascendencia de Giselle como símbolo del Ballet Nacional de Cuba (BNC) y a la par a la fundadora de la compañía y prima ballerina assoluta Alicia Alonso.
“Es un símbolo hermoso para mi compañía, justo la obra con la cual Alicia Alonso atrajo las miradas del mundo entero cuando era apenas una joven de poca experiencia escénica”, responde la subdirectora artística del BNC en entrevista, sobre por qué eligió esta obra para volver a México tras su actuar en la gala Gigantes de la Danza en el Auditorio hace una década.
“En Cuba, se volvió una tradición bailar Giselle con el mayor apego posible al estilo y la atmósfera de encanto de esa pieza (…) Sin duda es uno de los títulos de mayor éxito del Ballet Nacional de Cuba. La versión coreográfica y la interpretación personal de Alicia Alonso recibieron, en 1966, el Grand Prix de la Ville de Paris, en Francia”, recuerda desde La Habana Viengsay Valdés, cuyo nombre significa “Victoria” en Laos, a preguntas expresas del reportero.
Escrito por Théophile Gautier, el último de los poetas románticos franceses y a quien Charles Baudelaire le dedicó sus “flores enfermizas”, Giselle reinauguró apenas el pasado 12 de septiembre el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso con Viengsay Valdés en el protagónico.
Y ahora el BNC lo presenta el 27 de septiembre en el Auditorio Nacional, a las 20:30 horas, con el mismo elenco del foro habanero, encabezado por Valdés y Dani Hernández. Escenario que, según confesó la primera bailarina a la BBC, es de los que más le han le impresionado por su capacidad para 12 mil personas y porque ahí “es un público ansioso de ver ballet”.
Después se irán de gira por Guadalajara (29 de septiembre), Monterrey (1 de octubre) y Aguascalientes (3 de octubre), con esta coreografía de Alonso sobre la original de Jean Coralli y Jules Perrot, que puso a Cuba en el mapa mundial de la danza y que el Ballet del Teatro de Bellas Artes de México incorporó en 1976 a su repertorio.
15 AÑOS DE AUSENCIA
Desde marzo de 2004 que se presentó en dos funciones en el Teatro de la Ciudad (hoy Esperanza Iris), el Ballet Nacional de Cuba no había vuelto como compañía a México. En aquel entonces, que incluyó una gira por Chiapas, Jalisco y San Luis Potosí, no interpretó un ballet completo, sino coreografías como En las sombras de un vals, de la misma Alicia Alonso, Suite Generis, de Alberto Méndez, y piezas de El lago de los cisnes y Carmen.
El BNC fue fundado en 1948 por Alicia Alonso y en 1950 se creó la Escuela Nacional de Ballet Alicia Alonso, anexa a la compañía, cuya línea artística, según sus estatutos, “parte del respeto a la tradición romántica y clásica, estimulando al mismo tiempo el trabajo creativo de coreógrafos que seguían una línea de búsquedas en lo nacional y contemporáneo”. El 19 de junio de 2018, el gobierno cubano declaró al BNC por decreto “Patrimonio Cultural de la Nación”.
Por esa compañía han pasado también grandes figuras actuales del ballet internacional como Carlos Acosta, el coréografo Alberto Méndez o Joel Manuel Carreño.
De Alicia Alonso, que cumple 100 años en 2020, el premio Cervantes 1977, Alejo Carpentier, escribió que “pertenece a la excepcional estirpe de bailarinas que han dejado —a veces no más de cuatro, de cinco veces por siglos— un nombre egregio en la historia de la danza”.
SUCESORA DE ALONSO
A pesar de su edad que contrasta con la casi centenaria Alicia Alonso (La Habana, 1920), Viengsay Valdés ya tiene biografía. Carlos Tablada, doctor en Ciencias Económicas, profesor de la Universidad de La Habana y director fundador de Ruth Casa Editorial publicó en 2017 De acero y nube, sobre su vida y carrera, con abundantes fotografías y testimonios de la misma Alonso y del escritor Miguel Barnet sobre una de las mayores artistas del ballet del mundo.
Su ascenso en el mundo del ballet fue vertiginoso, después de practicar de niña la gimnasia. En 1994, a los 18 años de edad, ingresó al Ballet Nacional de Cuba; en 2001 se convirtió en su prima ballerina, y apenas en enero de 2019, Alicia Alonso la nombró subdirectora artística.
LEYENDA ROMÁNTICA
Generosa con sus respuestas desde La Habana en medio de la preparación de las funciones en su ciudad natal y México, la étoile cubana Viengsay Valdés se toma la molestia de recordar la historia misteriosa de Giselle.
“En 1841, el crítico y poeta francés Théophile Gautier escribió el argumento de Giselle basado en una leyenda popular alemana referenciada por el poeta Heinrich Heine en su libro De Alemania. Tuvo la ayuda, además, del libretista de la Ópera de París, Vernoy de Saint-Georges, quien aportó ideas esenciales al libreto, como la locura de la protagonista que termina en muerte. El tema del amor imposible y la muerte fueron favoritos de la mayoría de las creaciones románticas, fueran literarias, danzarias o de cualquier manifestación del arte.
“Los temas fantásticos e historias sobrenaturales aparecieron en múltiples obras, como medios para evadir la realidad y soñar lo inalcanzable. Los románticos se interesaron por los ‘aspectos oscuros’, eso que ahora denominamos ‘misterios de la existencia’, y derrocharon nostalgia por los tiempos pasados y las culturas lejanas. A la vez desbordaron pasión por las noches, los amaneceres, las viejas ruinas y lo mítico”, refiere la bailarina de 42 años (La Habana, 1976).
Recuerda que la vinculación de Giselle con Alicia Alonso data desde el 2 de noviembre de 1943, cuando asumió el papel por una circunstancia azarosa. La bailarina inglesa Alicia Márkova enfermó poco antes de la presentación y la entonces joven cubana la sustituyó.
A partir de ese debut, subraya Valdés, la carrera de Alonso fue en continuo ascenso y después de fundar el Ballet Nacional de Cuba en 1948 junto a Alberto y Fernando Alonso, comenzó a trabajar en una versión coreográfica lo más apegada posible al espíritu romántico original.
LA CRÍTICA CELEBRA
Las críticas a la coreografía e interpretación de Alonso – y ahora de Valdés– como Giselle apuntalan el por qué el BNC es considerado “Patrimonio Cultural Nacional” de Cuba.
En 1969, por ejemplo, Sebastián Gasch escribía en Barcelona para Destino, que “de la lectura del argumento original y de la carta en que Gautier contaba a Heine los pormenores del ballet Giselle al día siguiente de su estreno, se puede afirmar categóricamente que Alicia Alonso ha respetado escrupulosamente las intenciones de los autores, para una clara comprensión de la obra y para lograr su unidad”.
Claude Baignéres escribía tres años más tarde, en 1972, en Francia, en Le Figaro: “Podría discutirse largamente sobre la autenticidad histórica de las múltiples coreografías de Giselle, reconstruidas en diversos escenarios del mundo. La versión que Alicia Alonso acaba de introducir en el repertorio de la Ópera de París debe acercarse a la imaginada en 1841 por Coralli y Perrot, en la medida en que se preocupa mucho más del estilo que del virtuosismo técnico, del melodrama que de la pura lógica teatral. Por ello resulta delicada, muy conmovedora, con el encanto y el perfume de los grabados (..) He aquí un motivo de excelente cualidad. Espero que el cuerpo de baile de la Ópera se regocije de haber sabido encontrar en Alicia Alonso una directora de conciencia, que ha sabido inculcarles el gusto al trabajo bien hecho y a la expresión dramática”.
En el New York Times escribió Anna Kisselgoff, en 1978:
“Esta producción es, simplemente, la de más elevada calidad que pueda encontrarse. Decir que es fantástica no es solamente elogiar su excepcional calidad en todos los sentidos, sino también subrayar la verdadera esencia de todo lo sobrenatural que permea su atmósfera. Para muchas de las miles de jóvenes amantes del ballet, esta Giselle es una introducción perfecta al verdadero significado del ballet romántico. Ha sido también la más acertada idea de la Alonso, quien montó la versión, el haberla seleccionado para la primera noche en que los neoyorquinos iban a ver a su compañía. Esta versión es la de mayor coherencia dramática de todas las que se han visto aquí por décadas. La razón es que Alonso, su coreografía, ha restaurado muchas de las secciones musicales y de pantomina, lo que hace que este viejo clásico del siglo XIX sea tan claro como debe ser”.
Críticos más recientes también quedaron hechizados con Giselle, ya interpretada por Viengsay Valdés..
“Todas las armoniosas figuras de la danza clásica se suceden representando la belleza e imprimiéndole fuerza. Solos, duetos y coreografías de grupo, firmados por Alicia Alonso (…) Resumiendo, resultó excelente la performance del Ballet Nacional de Cuba, que con esta versión de Giselle demostró técnica y virtuosismo rigurosos, con pinceladas de sensualidad caribeña”, escribió Annunziato Gentiluomo en el portal turinés artinmovimento.com en 2014.
Y tres años después Loïc Le Duc, en la Dance Magazine parisina, lo secunda: “El Ballet Nacional de Cuba conquista a los espectadores de (la sala) Pleyel con la historia de Giselle. La claridad coreográfica y psicológica de los personajes rodea toda la coreografía puesta en escena por Alicia Alonso, a partir de la original creada en 1841 por Jean Coralli y Jules Perrot, sobre una música de Adolphe Adam. Cada detalle de este amor imposible se ve realzado en su sentido profundo. El texto de Giselle se lee con todos sus detalles, sazonado por una pantomima totalmente asumida y controlada”.
CLAVE PARA CUALQUIER BAILARINA
La subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba, de hermosa y espectacular sonrisa, responde cómo se vincula Giselle no sólo a su carrera, sino a la de todas las bailarinas de su país.
“Giselle deviene una pieza clave para cualquier bailarina cubana deseosa de alcanzar el más alto rango artístico dentro de la compañía, el de primera figura. Como yo tenía muy clara mi meta, comencé a trabajarlo desde muy joven y he ido madurando con el personaje, pues los años ayudan a entender mejor el proceso dramático del personaje. Veo también esta obra como una oportunidad de mostrar versatilidad y de ampliar el espectro teatral de cualquier bailarina”, señala Viengsay Valdés en la entrevista.
Sobre por qué la historia de Giselle es tan popular, recuerda como dato curiosos que sigue vigente en el repertorio del Ballet Bolshoi, en Rusia, a 178 años de su creación y estreno.
“Porque los misterios nunca dejan de atraer, en ninguna época. La idea de que el amor puede ser más poderoso que la muerte y la fuerza de la bondad y la posibilidad del perdón, nos conquista el corazón a todos, no importa el siglo o lo avanzada que pueda ser la sociedad. La esencia de los conflictos humanos y las necesidades son las mismas, en todas partes”, explica.
—Las Willis quieren hacer bailar a Albrecht hasta la muerte, eso parecería juntar dos conceptos antitéticos: baile y muerte. ¿Qué piensa de este desenlace tan brutal?
—El tema del amor imposible y la muerte fueron favoritos de la mayoría de las creaciones románticas, fueran literarias, danzarias o de cualquier manifestación del arte. Los temas fantásticos e historias sobrenaturales aparecieron en múltiples obras como medios para evadir la realidad y soñar lo inalcanzable. Los románticos se interesaron por los llamados “aspectos oscuros”, eso que ahora denominamos misterios de la existencia, y derrocharon nostalgia por los tiempos pasados y las culturas lejanas. A la vez, desbordaron pasión por las noches, los amaneceres, las viejas ruinas, lo mítico
“¿Quiénes son las Wilis? Según el propio Heinrich Heine, son bailarinas espectrales, espíritus de jóvenes que murieron antes del matrimonio y que, en la medianoche, emergen de sus tumbas y se organizan en bandas, para buscar venganza en los hombres. Se trata de mujeres engañadas en la plenitud de sus vidas, que se levantan aún hermosas, con sus vestidos de boda y sus coronas de flores, para bailar a la luz de la luna.
“Tampoco creo que el desenlace de Giselle sea brutal pues ella muere, por el impacto del engaño, pero salva a su amado, a Albrecht. La compasión y el amor son más fuertes en ella que el deseo de venganza. Incluso muerta, lucha por salvar al duque y lo logra. Todas las versiones coreográficas actuales terminan con Albrecht sobre la escena vivo. Pero la primera puesta de 1841 es aún más cruda, en realidad, más aterrizada. De acuerdo con Théophile Gautier (escribió él en el libreto original), Albrecht y Giselle no volverán a verse en este mundo. Él se arrodilla donde Giselle ha desaparecido, recoge algunas flores, las aprieta contra su pecho, y se va con la cabeza apoyada en el hombro de la bella Bathilde, que lo perdona y lo consuela”, explica.
—En su nuevo encargo como subdirectora artística, ¿qué perfil busca imprimirle al BNC? ¿Cuál quiere que sea su aportación?
—Primero dar continuidad a la tradición y respetar el legado histórico de los fundadores de nuestra escuela cubana de ballet y el BNC; rescatar parte del repertorio que tenemos con obras de coreógrafos cubanos y creaciones hechas para nuestra compañía. Además, incorporar colaboraciones con maestros y coreógrafos que aporten a nuestros bailarines experiencias y conocimientos. Todo eso sin perder nuestra esencia. Hay mucho por hacer pero estoy plenamente entregada, a la vez que continuo bailando.
—¿De qué manera ha integrado la gimnasia a su carrera como bailarina? ¿Es recomendable?
—Practiqué gimnasia de niña y me sirvió muchísimo para desarrollar capacidades físicas muy necesarias en el ballet. Sí lo creo recomendable pues ayuda a desplegar al máximo la elasticidad, los saltos y otras habilidades imprescindibles; entrena la coordinación y la resistencia. Yo diría que incluso ambas disciplinas se complementan. Para las gimnastas el ballet les aporta elegancia, fluidez de movimiento, teatralidad.
—En Cuba tienen un gran ballet nacional y grandes bailarines; en México tenemos figuras internacionales como Elisa Carrillo, Isaac Hernández, Braulio Álvarez o Jaime Vargas, pero nunca hemos desarrollado una compañía de la tradición y trascendencia que han conseguido en Cuba. ¿Qué nos recomendaría? ¿Cuál es el secreto para que el ballet se convierta en un tesoro patrimonial de un país y un orgullo de Estado?
– El secreto está en imprimirle a la técnica del ballet, que es universal, el carácter del país. Acoplar esa base técnica, común en el mundo entero, a las características culturales y la idiosincrasia de un pueblo. Eso hicieron los fundadores del ballet cubano y de ahí el éxito de la escuela cubana de ballet, que incluso toma en cuenta científicamente las características físicas de los hombres y mujeres cubanos. La historia explica con lógica el lugar que ocupa el ballet dentro de la cultura patrimonial de Cuba y los teatros llenos dan cuenta del aprecio que el pueblo cubano tiene por este arte, con el que se siente plenamente identificado. La labor de difundir este arte por todo el país fue fundamental para su entendimiento y apreciación.
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