A Fuego Lento
La Baja California de Bonilla, Manlio y Graco, donde se abrazaron PRI y PRD
El mandato de Jaime Bonilla en Baja California aún no empieza y ya es uno de los más polémicos de la 4T, no solo por la criticada ampliación de su mandato de 2 a 5 años, sino porque el empresario vuelto político ha sumado fuerzas del PRI y del PRD que han causado molestia en lo más hondo de Palacio Nacional. ¿Para qué querrían trabajar con figuras como Manlio Fabio Beltrones o Graco Ramírez?
Las primeras alarmas sonaron cuando Bonilla incorporó a su equipo a Fernando Castro Trenti, uno de los allegados de Beltrones, siendo uno de sus principales operadores en la Cámara de Diputados al arranque del sexenio peñista, desde donde se encargó de planchar la aprobación de todas y cada una de las reformas estructurales. Originalmente señalado como el futuro secretario de Gobierno de BC, se confirmó que tendrá a su cargo la representación del estado en la Ciudad de México. Es decir, será la voz del gobernador ante Andrés Manuel.
Fernando salió del tricolor poco antes de la elección bajacaliforniana al no ser considerado para la candidatura debido a la purga interna antibeltronista. Lo cierto es que, fiel al estilo de Manlio Fabio, Castro Trenti jugó a varias bandas para asegurar su destino político. Volvió a ser operador de Beltrones cuando este coordinó la campaña de José Antonio Meade en la primera circunscripción electoral. Lugar desde donde se pudo acercar a Bonilla, en ese entonces candidato de Morena a senador, para extender una mano amiga y hacerle saber que tenía amigos en el PRI.
No conforme con las caras tricolores en sus filas, Bonilla ahora cuenta con la asesoría de Graco Ramírez, el mismo a quien se le ocurrió llevar a Andrés Manuel al PRD en aquel ya lejano 1988 cuando no logró la candidatura a gobernador de Tabasco. Ya que, en el equipo de transición, desfila José Domingo Ramírez Cepeda, hijo de Graco y medio hermano de Rodrigo Gayosso, quien en su afán de suceder a su padrastro al frente de Morelos incluso llamó a votar por López Obrador a la presidencia, pero por él a la gubernatura.
La presencia de Graco en el equipo de Bonilla es una rebaba de los acuerdos entre el gobernador entrante y el saliente, el panista Kiko Vega, a quien el perredista apoyó fervientemente como un ‘ejercicio democrático’ al demostrar la efectividad de las coaliciones PAN-PRD. Aunque los ejercicios democráticos al estilo Ramírez normalmente significan encerronas en sedes alternas del Congreso desde donde se pactan las cosas más inverosímiles. Como la ampliación de la deuda de Morelos en un 700% y las multimillonarias pensiones para él y su gabinete al concluir su mandato.
Hay que recordar que a Ramírez no le cuesta cambiar de piel. En 2006, él mismo orquestó reuniones entre Andrés Manuel y los líderes de la mafia del poder que el hoy presidente rechazó derivando en la llegada de Calderón, mientras que, en 2012, apalabró su reconocimiento a la elección de Peña a cambio de que se le dejara llegar a Morelos, de facto vendiendo a AMLO. Acuerdo que él, a nombre del PRD, logró en parte con la estructura priísta que operaba Manlio.
Así pues, Bonilla armó un trabuco de poderosos cuadros marginados por las cúpulas de PRI y PRD de cara a las elecciones del 18 y que, tras la debacle, han buscado refugio en un lugar seguro desde donde puedan reorganizarse. No sin dejar de lado sus mañitas características, como las que se vieron en la aprobación de la Ley Bonilla. No solo se planchó con cada sector de la oposición, al estilo Manlio, sino que se tomaron todas la medidas para que la votación fuera lo más opaca y alarmante posible, al estilo Graco, como medida preventiva ante la polémica.
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