Cultura
Con las app, conseguir sexo es como pedir pizza: Verónica Maza
Desde hace varias décadas, Verónica Maza Bustamante escribe y habla sobre la sexualidad humana y su sublimación, el erotismo, aunque su primer amor fue la música. Ahora, en su nuevo libro Sinfonía del placer (Turner, 2019), se funde en un ménage à troiscon ambos temas, en un mundo actual donde, a su juicio, para las nuevas generaciones tecnologizadas tener encuentros sexuales es como pedir pizza.
En charla con lahoguera.mx, la sexóloga sostiene que aunque la música per se no te lleva al orgasmo, el orgasmo físico (venirse, pues), sí puede ser el camino hacia él, cuando te das cuenta de que el placer está en todos lados y en toda la existencia, y logras unir tu cuerpo, sólo o acompañado, con la música.
Sinfonía del placer. Lo que nos enseña la música en el sexo y viceversa se presenta el miércoles 19 de junio, a partir de las 20 horas y hasta las 2:00 horas del jueves, en el Bajo Circuito Multiforo Urbano, ubicado en el bajo puente de Circuito Interior, a la altura de la calle Juan Escutia, en la colonia Condesa. Verónica Maza Bustamante promete rifa de juguetes eróticos, a la par de un festival de música, y como invitados Alonso Arreola, Susana San José, Akiko Bonilla, Idana Rodas, Diego Maroto y Eblen Macari. La entrada es libre, previa inscripción en la página https://veronica-maza.boletia.com/
¿Realmente se puede tener orgasmos con la música?
Así como que pones una canción y te vienes, pues no. Pero sí creo que la música, escuchada de una manera determinada dentro del encuentro erótico, sí puede ayudarnos a entrar a esa carretera que nos va a llevar al orgasmo. La clave está en el ritmo y en las secuencias, es como entrar en trance. A mí sí me gusta, y recomiendo siempre, la práctica erótica con música, aunque a veces el silencio es lo mejor.
La columnista de Milenio confiesa que el proceso de escritura del volumen, al que considera una suerte de diario, le llevó unos seis meses, pero es el fruto de una investigación de más de tres décadas, con reflexiones y análisis, viviendo ella misma la sexualidad y la música. El resultado es también un repaso cronológico, con bagaje histórico, antropológico, científico y musical, sobre cómo sexualidad y música han ido siempre de la mano desde los primeros grupos humanos hasta la juventud del siglo XXI.
¿Cómo ves la relación de los jóvenes con la sexualidad y la música que oyen hoy? Tu libro hace un recorrido histórico, pero en el caso de México te quedas en la música de hace unos 30 años.
Es una generación actual muy interesante, apenas empezamos a ver sus características, podemos empezar apenas a relacionarlos con la música, porque ya son generaciones que están totalmente tecnologizadas, que crecieron con internet en su vida desde que nacieron. Han cambiado las reglas en la música, ahora con Spotify ya no van al Chopo, ni a comprar discos, en YouTube puedes oír de todo, es una cosa asombrosa. Pero a la vez, curiosamente, no hay realmente novedades, cosas que estén creando a nivel musical hoy en día. Lo más cercano es el reggeton, pero el reggeton ya tiene buen rato aquí. Ahorita habría que ver que surge de estas nuevas generaciones. En cuanto a la sexualidad, también es muy interesante lo que está pasando con los chavos, hace poco leía un estudio que decía que están teniendo menos encuentros eróticos, que otras generaciones, porque ahora ya casi no salen de sus casas, prefieren relacionarse a través de redes sociales, estar en la computadora, el teléfono, que salir a ligar.
Bueno, hay una diferencia abismal entre un encuentro sexual y un encuentro erótico.
Ah, claro. Exacto. Aplicaciones como Tinder han dado mayor permisibilidad de conseguir encuentros sexuales, pero se vuelve como pedir la pizza, es algo totalmente rápido, vienes, pum, pam y adiós.
Cuando abordas el origen de los instrumentos musicales, hablas de sus connotaciones fálicas y platicas sobre tus experiencias sensoriales con los discos. Con estas nuevas formas tecnológicas de acercarse a la música, ¿se está perdiendo el fetichismo, relacionado con el sexo y el erotismo?
Ay, qué triste, no lo había pensado. De por sí ya habíamos perdido el fetiche del LP, de quitar el celofán, de abrir el disco y olerlo. Pero al menos teníamos el librito del CD. Antes hablábamos del arte en la música por las portadas de los discos. Pero ahora quién sabe cómo esté el arte. Ahora que me lo preguntas tiene años que no compro un disco y no sé cómo esté el arte, y supongo que los nuevos conceptos musicales ni siquiera ya se toman el tiempo de gastar dinero en el arte. Ese fetiche ya se acabó. Pero nos queda el fetiche de poner una canción porque nos prende en el momento.
¿Toda la música puede tener relación con el erotismo?
Con el erotismo, no. Aunque no hay que olvidar que cada persona es única e irrepetible y somos un mundo cada uno. A mí sí me asombra lo que le excita a cada persona en torno a la música, por ejemplo hay personas que se viajan con la música clásica, otros con el metal o la salsa, pensándolo así, que cada quien tiene sus gustos, pues a lo mejor sí: toda música tiene una parte erótica. La vivencia es única, es la maravilla de la sexualidad humana y de la música.
Me recuerda eso un taller literario en Filosofía y Letras; todos amantes del rock, teníamos que concebir un cuento sobre lo más perverso que habíamos vivido, y una compañera escribió uno sobre su fascinación por Los Tigres del Norte. ¿Quién se puede excitar escuchando a Los Tigres?
Jajaja. Luego luego en mi cabeza empezó a sonar una rola a ver si sí. Tal vez Los tres candados, jajaja.
En tus años investigando sexualidad y música, ¿qué anécdotas te han sorprendido más?
En mis libros, en particular en este lo retomo, hablo de una práctica erótica que es la melolagnia, que es la excitación a través de la música. Hay muchas historias de géneros, de momentos o de lugares, por ejemplo de quien tuvo encuentros en tal concierto o tal back stage.
¿Qué opinas de la relación música y sexualidad ahora tras el #MeToo. Me refiero concretamente a la historia relacionada con Armando Vega Gil, que terminó en tragedia.
En la industria musical, si hablamos del #MeToo, hay que pensar que esa industria siempre tiene reglas particulares. Hablo en Sinfonía del placer de las gruppies, por ejemplo, y los gruppies, porque también hay hombres. Pues son casi una institución la groupie o el groupie. Ahora estamos dándonos cuenta que en muchas ocasiones es algo relacionado con la violencia. Pero también muchas veces las personas están conscientes de que están ahí por una razón, y que además muchas veces ni siquiera es sexual, ahí es donde se parte la línea. Los músicos, a veces, ahí sí hablo del género masculino, se aprovechan de su estatus hacia estas chicas que llegan y ofrecen su devoción, pero tampoco hay que generalizar, porque también hay muchas que dicen esta es mi vida y yo me trepo al camión porque es lo que yo quiero. El tema #MeToo se tiene que analizar luego de lo de Armando Vega Gil, que era mi compadre y que sí me pegó bien fuerte; hablando con colegas y amigos sexólogos decíamos: “Es que, desde la sexología, tenemos que empezar a dilucidar cosas y establecer pautas para que más o menos se entienda, porque si no, el movimiento no va a funcionar”. Yo estoy a favor del #MeToo y el movimiento feminista, pero llegó el momento de que empecemos a darle mayor sentido, mayor orden, sobre todo.
Ritmos como el jazz, el rock e incluso los valses y las polkas han sido satanizados y siempre vinculados con la sexualidad. Por eso te preguntaba si creías que toda la música era sexual.
Sí, toda debe tener un componente. Pero también hay que entender el placer. La erótica es el derecho a ejercer el placer, entonces hay muchas cosas que nos dan placer. El ser humano, por lo general, cree que el placer está ligado con lo genital y limita su vivencia con lo genital. ¿Y cada cuánto puedes tener, por muy adolescente que seas, un placer genital? Pero cuando cruzamos esa frontera y nos damos cuenta que el placer está en todos lados y que está en toda nuestra existencia, en todo nuestro cuerpo, ahí es cuando todo es posible y todo es erótico de alguna manera, incluyendo la música.
Te repito la pregunta inicial, porque parece lugar común decir: “tuve un orgasmo o me vine con esta música”. Por ejemplo, hay un jefe de información de Cultura en un diario nacional que, siempre que escribe sobre Eric Clapton, arranca sus textos con la frase “¡Orgasmo total!”.
Jajaja. Sí, exacto. Es la bonita frase.
Después de tu libro, ¿cómo le resumirías a la gente qué es un orgasmo escuchando música?
Cuando logras que tu cuerpo y tu ser se unan con la música que estás escuchando durante un encuentro erótico cuerpo a cuerpo o contigo mismo, porque, espérense, ¿y uno qué?, puedes estarte masturbando o estar con otra persona, y cuando llegas a ese punto en donde lo que estás sintiendo físicamente con lo que estás escuchando y las tres cosas confluyen en el orgasmo, pues ahí la música pues sí tiene un gran papel. O sea, si sólo le dejamos la tarea a la música, pues no va a pasar nunca. Pero si fusionamos eso, pues ahí sí es donde podría existir ese orgasmo coadyuvado por la música.
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